Capítulo 36: La Gitana con Corona

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//Narra Lennah//

Estábamos sentados en el pórtico con una taza de té, sin remota idea de cómo iniciar una conversación. Él no recordaba nada, o tal vez quería ahorrarse explicaciones.

—Tú... Estabas diciendo mi nombre.

—No lo recuerdo —parece nervioso. Tengo tanta curiosidad, sin embargo Ed parecía tener una pesadilla. El ama de llaves tampoco dijo nada relevante; incluso me aconsejo ignorar el suceso. Di un largo suspiro y me levanté.

—Vamos —exclamo con un tono resuelto y seguro, mientras lo tomo por la muñeca.

—¿Y ahora adónde?

Me limité a sonreír y volvimos a entrar a la cocina. Ya que era demasiado tarde para reunirme con mi escuadrón y volver a casa, por lo que opte con la opción que no le agradó mucho a Ed.

—Saldremos de aquí cuando se ponga el sol. Solo será una noche, Ed. ¿Acaso dejaste de ser un aventurero?

—Bueno, desde que un espejo me tragó, para luego matarme no siento la misma valentía.

—Tranquila, Alicia. Voy a protegerte —tomo su mano e intento inspirar seguridad. Tarde un poco en convencerlo, pero al final sus ojos reflejaron confianza.

Para matar el tiempo, nos ofrecimos para ayudar con la cena.

—¿¡Qué!? No, ustedes son visitas. Nunca permitiría eso.

—Nos sentimos realmente apenados por venir sin aviso alguno, señorita... —con tanto ajetreo olvide preguntarle su nombre. Una gran culpa golpeó mi corazón. Me había quedado sin modales—. Esto es muy vergonzoso, nunca preguntamos su nombre.

Aquello detonó de nuevo su nerviosismo. No dio respuesta, en su lugar aceptó. Nos dio una pequeña lista de compras y algunas direcciones para llegar a la zona mercantil. Tomamos la carroza y nos dispusimos a llegar antes que la luna saliera.

Durante el camino nuestra conversación fue trivial. Tratamos de evitar temas que podrían incomodar al otro, parecía que durante el tiempo nuestra Amistad se había mantenido intacta.

—¡Te doy mi palabra! Te aceptarán al instante. Son buenas personas, no tardas demasiado en acostumbrarte cuando entiendes que... Son personas iguales a ti.

—¿En serio? No quiero sonar grosero, Leh. Pero, han lastimado personas.

—Dime, ¿quién no lo ha hecho alguna vez? —mi respuesta lo deja callado unos segundos.

—En fin, ¿tú tienes alguien que te espere?

—Sí, si tengo. Se llama Davon.

—¿Qué tipo de nombre es ese? —pregunta divertido.

—¡Ey, no digas eso! Tiene un significado en... —busco entre mis recuerdos. Sin embargo tardo demasiado.

—Vaya, eres una mala persona. Al menos recuerdas mi nombre.

—Sí, soy una mala novia —río con el comentario. Sin embargo no puedo ver su reacción. ¡No todo mi mundo gira alrededor de ese caballero de lindos ojos grises!— ¿Y tú?

 ¡No todo mi mundo gira alrededor de ese caballero de lindos ojos grises!— ¿Y tú?

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—¡Por supuesto! El reloj sigue avanzando, yo también. Se llamaba Selene.

Esta vez yo me quede estupefacta. ¿Una mujer? Podía imaginar a Edwin cortejando a alguien, sonriendo para alguien más. Era muy guapo, sería todo un error admitirlo. Pero me sentía sorprendida... Dolida. Saber que siguió su vida junto a otra, con tan solo buscar un remplazo,

—No, no, no. Lennah, por el amor al Narrador. Estas siendo una egoísta y dramática mocosa —me repetía una y otra vez mi conciencia.

—Era toda una experiencia hablar con ella. Sus expresiones te contaban una historia, siempre sabía que decir. Con tan solo entrar a una habitación irradiaba vida. Era una chica fácil de tratar, con una personalidad enigmática. Pero sus ojos eran mi parte preferida de ella. Un suave tono avellana, como la miel. Los ojos son las ventanas del alma. Y los de ella, tenían unas lindas cortinas marrón que te hacían adivinar lo que realmente estaba pensando— sus ojos se iluminaban e inconscientemente sonreía. No obstante, al final de su declaración un profundo dolor pinto su voz—. No duró tanto como yo hubiera deseado. Se fue con una explicación barata y su valija llena.

Me rompía el corazón escucharlo hablar así, tan dolido y melancólico. No puedo parar su sufrimiento, ni borrar esa memoria. Y por un segundo, juro que por tan solo un instante imagino si él estuviera hablando de mí sobre esa hermosa visión que tiene un hombre enamorado. Mucho peor, le llena de impotencia no poder hacerlo olvidar. Para al buen futuro de ambos.

—¿Debería sentirme celosa? —bufo un poco arrogante.

—No lo sé. Dímelo tú —mustia tranquilo. No defiende a su antiguo amor, en su lugar buscamos respuestas en los ojos del otro. ¿Fui algo fácil de olvidar?

Bajamos del carruaje y atamos los caballos a una farola. Nos mezclamos entre la multitud y los gritos. Comerciantes y niños. Comprando, corriendo. Centrados en sus asuntos.

Mientras Ed compraba por ultimo las zanahorias algo capto mi atención. Al fondo del callejón entre carpas y cornisas un círculo de personas parece divertirse. Puedo llegar al frente de la altitud y ver un pequeño espectáculo. Gitanas hechizando con sus velos y panderos, extrañas aves entrando y saliendo de sus elegantes jaulas, un par de hombres vestidos de traje engañando a sus espectadores, y niños siendo entretenidos por títeres.

Quedo embobada por las bailarinas y un títere me saca una sonrisa. De repente, cierta pelirroja capta mi atención. Pequeña y pura, sus cabellos rojos vuelan mientras hace sonar su pandero. Un rostro tan familiar. ¿Dónde la he visto antes? Entonces, recuerdo a Kevin, un presuntuoso príncipe. Mis ojos se abren como platos. Grito su nombre, pero es sofocado por flechas que destrozan las farolas y atraviesan el pecho de civiles no tan lejos del espectáculo.

La confusión y los alaridos no tardan en alarmar al gentío. Todo el mundo corre horrorizado. Velozmente salgo en busca de Celin esquivando empujones y golpes toscos. Celin, la tímida princesa. Pariente lejana del joven monarca de las Islas del Sur. Mis reflejos, mis latidos, todo mi cuerpo trabaja en sintonía mientras escapo del caos por milésima vez. Habia un par de aves en el suelo, aplastadas por la multitud. Las bellas jaulas estaban abandonadas, atras de ellas se escondia Celin.

—El destino te tiene preparada para varias cosas. Eres difícil de frenar —me dijo alguien hace tiempo.

Sin explicaciones corremos lejos del bullicio. De pronto, puedo escuchar como varias flechas cruzan el aire hacia nuestra dirección. Entonces, un golpe seco detiene su trayecto.




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