Stydia Oneshots <3

Believe it

Shout it out, loud and clear
For everyone to hear

~ Believe it

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Stiles no podía estar más tiempo quieto. Lo había intentado; había estado sentado en la silla al lado de Lydia durante un rato hasta que no había podido más y se había cambiado a la cama. Ahí tampoco había durado mucho rato, pues había empezado a dar golpecitos con las manos sobre las sábanas hasta que Lydia lo había fulminado con la mirada para que parara.

Así pues, ahora estaba andando de un lado al otro de su habitación, mordiéndose las uñas de una mano y rascándose la nuca con la otra. Lydia seguía sentada sobre la misma silla desde que habían entrado en el cuarto de Stiles. Lo miraba exasperada, pidiéndole de vez en cuando que se tranquilizara.

Tras ella, sobre el escritorio, el portátil estaba abierto por la página de la universidad donde Stiles quería entrar. La inscripción había sido hacía tres días, y hoy anunciaban quiénes habían conseguido plaza.

Stiles estaba muy nervioso.

-¿Puedes recargar la página? -le pidió Stiles, parándose en el sitio durante un segundo.

-La he recargado hace literalmente dos segundos -Lydia puso los ojos en blanco. -¿Te puedes tranquilizar ya?

Stiles se volvió hacia su mejor amiga y gesticuló exageradamente con los brazos.

-Lyds, creo que no eres consciente de la importancia de la situación.

-¡Claro que soy consciente! Es tu entrada a la universidad, lo sé, yo también estaría nerviosa, pero lo tuyo es nivel extremo.

-Tú entrarías en cualquier universidad que te propusieras, no necesitarías estar nerviosa.

Lydia sonrió y negó con la cabeza. Era cierto. Si en esos momentos estaba nerviosa, era por Stiles. Ambos habían mandado solicitudes a las mismas universidades para ir juntos y, aunque estaba bastante segura de que Stiles lograría entrar igual que ella, no podía evitar estar un poco nerviosa.

El anuncio de que habían aceptado a Lydia había salido por la mañana. Por la tarde anunciarían a los últimos afortunados, y Stiles esperaba poder incluirse entre ellos.

-Vamos, Stiles, deja de moverte -le pidió Lydia. -Te estás recorriendo la habitación de punta a punta sin parar.

-Soy consciente de ello. Gracias -le contestó él sin mirarla.

Lydia resopló y se giró sobre la silla para recargar la página. Todavía nada.

-No entiendo por qué no hacen esto mediante una carta, como toda la vida -continuó Stiles. -Así al menos no sabes qué día te va a llegar la noticia y no tienes por qué preocuparte hasta que tienes la carta en las manos.

-Yo creo que no saber el día que te llega la carta te pondría más nervioso -comentó la chica.

Stiles se quedó quieto un momento, recapacitando lo que acababa de decir Lydia. La miró a los ojos.

-¿Siempre tienes que tener razón? -dijo antes de seguir su recorrido por el cuarto.

Después de diez minutos, aún no habían actualizado los nombres y Stiles estaba al borde de la desesperación.

Si antes Lydia ya se estaba volviendo loca de verlo ir de un lado para otro, ahora había que añadirle que no había forma humana de que se callara. Los silencios en la habitación eran de, máximo, diez segundos: cuando parecía que Stiles se había calmado por fin, abría la boca y comenzaba a decir cosas sin sentido que solo hacían que Lydia quisiese levantarse y pegarle.

La verdad era que estaban tardando más de lo que habían pensado en anunciar la lista, pero Lydia no estaba dispuesta a decir eso en voz alta.

-No me han cogido -dijo Stiles, pasándose las manos por la cara. -Tiene que ser eso, Lyds, si no ya lo sabríamos.

-Avisan a la vez tanto a los que entran como a los que no, así que eso no es -aclaró Lydia. -Además, seguro que te han cogido.

-¿Cómo puedes estar tan segura?

-¿No dices que siempre tengo razón?

-Eso es verdad... -empezó Stiles. -Pero, ¿qué pasa si esta vez no es así? Llevamos años planeando ir a la universidad juntos, me he esforzado mucho en todos mis exámenes para sacar buena nota y poder mandar las inscripciones a esta universidad -Stiles seguía yendo de un lado a otro, y Lydia se estaba empezando a marear. -Nunca hubiera pensado que este momento fuera a causarme tanto estrés.

Harta de verlo perder el juicio por momentos, Lydia se levantó decidida de la silla y llegó hasta él en dos zancadas. Con una mano lo agarró de una de sus muñecas para que se quedara quieto, mientras lo apuntaba con un dedo acusador con la otra.

-Escúchame bien -le dijo firmemente. -Vas a tranquilizarte ahora mismo, vas a respirar profundamente y vas dejar de moverte por toda la habitación. ¿Y sabes por qué? Porque vas a entrar en esa universidad. Y vas a ir conmigo porque no acepto otra cosa como válida. ¿Te ha quedado claro?

Stiles se había quedado inmóvil. Al menos eso había funcionado.

-Pero... -empezó a decir el chico.

Lydia no estaba dispuesta a escuchar más quejas por su parte, así que puso las manos en su cuello y, rápidamente, se puso de puntillas para juntar sus labios. Si alguna vez le hubieran dicho que un día tendría que hacer callar a Stiles Stilinski con un beso, no se lo habría creído.

No sabía de dónde había salido esa necesidad de besarle, pues tenía claro que había otras formas de hacerle callar, igual que hay otras formas de detener un ataque de pánico aparte de con un beso.

Lydia apretó su cuerpo contra el de Stiles, quien, tras recuperarse de la sorpresa, bajó sus manos hasta la cintura de Lydia y le devolvió el beso con delicadeza. Ella le rodeó el cuello con los brazos mientras dejaba que Stiles saboreara cada segundo del beso, al igual que lo estaba haciendo ella.

Cuando se separaron, las respiraciones de ambos eran mucho más agitadas de lo normal. A pesar de ello, los dos estaban más tranquilos, sobre todo Stiles, que parecía estar procesando lo que acababa de ocurrir.

Se miraron a los ojos unos segundos; Stiles con las manos sobre la cintura de Lydia, y Lydia rodeándole el cuello con los brazos.

-Vas a entrar, Stiles -Lydia rompió el silencio. -Créetelo, porque estoy segura, ¿vale?

Stiles asintió levemente justo antes de inclinarse sobre ella y volver a besarla.

Tras ellos, la pantalla del ordenador se iluminó y el nombre de Stiles Stilinski apareció en la lista de los admitidos en la universidad.

Pero ya lo verían en otro momento, ahora solo tenían ojos el uno para el otro.