Stydia Oneshots <3

Wherever you will go

In your heart and your mind
I'll stay with you for all of time

~ Wherever you will go

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Lydia apagó el motor del coche y se tomó unos segundos para decidir si estaba enfadada o simplemente preocupada. Llegó a la conclusión de que, definitivamente, estaba enfadada. Sin embargo, eso no le impedía haberse pasado todo el camino hasta la comisaría muerta de nervios por lo que fuera que hubiera sucedido, motivo por el cual el chico la había llamado a ella y por el que Lydia había conducido dos horas sin descanso para llegar hasta él.

Estaba enfadada y preocupada. Era comprensible tratándose de Stiles Stilinski, ¿no?

Bajó del coche sin darle más vueltas al asunto y se adentró en la estación de policías. Era distinta a la de Beacon Hills, aunque no del todo. Se encontraba en un pueblo pequeño, por lo que la comisaría no era mucho más grande que la que ellos tan bien conocían, los agentes trabajaban sin aparente agobio, y Lydia podía ver desde la entrada la puerta que daba a la sala donde estaban las celdas. Stiles le había dicho por teléfono que había pasado la noche entre rejas en la comisaría de ese pueblo, así que puso rumbo hacia ahí tras explicarle a la agente que la recibió a quién venía a buscar.

Nada más cruzar la puerta, Lydia distinguió dos celdas; una estaba vacía, mientras que en la otra había tan solo una persona sentada sobre el único banco del fondo. En cuanto la escuchó entrar, Stiles levantó la vista que tenía fija en sus manos y la depositó sobre Lydia, que ya caminaba hacia él. Como si fuera lo más lógico, Stiles se alzó y también se acercó hacia la chica. Tenía los brazos adornados con magulladuras y tanto su ropa como su rostro estaban cubiertos de suciedad. Un corte en la ceja le había dejado un rastro de sangre seca a lo largo de su mejilla.

Unos segundos después, estaban frente a frente, tan solo separados por los barrotes.

—Lyds...

—No —lo cortó ella, siendo esa palabra su único saludo—. No me llames Lyds cuando me acabas de dar un susto de muerte.

—Pero, Lydia, ya te he dicho por teléfono que...

—Que estás bien. Lo sé, Stiles. Pero lo primero que me dices es que estás en comisaría, y no precisamente en Beacon Hills.

Stiles se agarró a dos barrotes que tenía a la altura del pecho.

—Lo siento, yo... tenía que haber empezado diciéndote otra cosa.

—Mierda, Stiles, tenías que haber empezado por quedarte en casa. 

Lydia bajó la vista y apretó los labios. Stiles, por su parte, no pudo evitar dejar vislumbrar una tímida sonrisa ahora que ella no lo estaba mirando. Sabiendo que jugaba con fuego, se atrevió a decir:

—No es para tanto, estoy vivo y a salvo, Lyds. No le des más vueltas.

Juntando su vista con la del chico, Lydia se acercó unos centímetros más a las rejas.

—Me tenías preocupada —murmuró—. Y te he dicho que no puedes llamarme Lyds.

—Lo sé —contestó Stiles en voz baja. De repente, parecía como si no fuera correcto hablar en un tono de voz más alto que un susurro—. Y respecto a lo de Lyds... ya sabes que me sale solo, no puedo evitarlo.

A pesar de que intentó por todos los medios no hacerlo, Lydia sonrió débilmente.

—Lo sé —repitió las palabras de Stiles—. Del mismo modo que sé que habrías venido hasta aquí aunque tus amigos te hubieran dicho que no. Por eso no nos avisaste, ¿cierto?