Capítulo 2.

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Capítulo 2.

Renée apenas y podía creer en lo que Bianca le había contado. Una y otra vez, la chica repetía en su mente la historia narrada por su prima, sin atinar a comprender cómo había sido que ella había acabado envuelta en una situación tan terrible; eso, sin embargo, justificaba lo apagado de los ojos cafés de Bianca y la palidez de su rostro.

La misma noche en que llegó, y a pesar del cansancio, Bianca contó a Renée todo lo que había sucedido, comenzando con el blog y la invitación de Gustavo para ser una colaboradora (hechos de los que Renée no estaba al corriente); la joven no omitió ningún detalle, ni siquiera los golpes que había recibido en la cara por parte de sus secuestradores (un dato que ocultó a sus padres, diciendo que se había lastimado en el choque que hubo tras explotar el neumático), y Renée entendió entonces el por qué Bianca llevaba un pequeño parche en el puente nasal.

- El Dr. Gaona dijo que curará solo.- dijo Bianca, tocando suavemente su nariz.- Por fortuna, no se me desvió el tabique, lo cual es una suerte.

- ¿Gaona?.- preguntó Renée.- ¿El papá de tu ex?

Bianca miró fijamente a Renée, sin decir nada.

- Oh, lo siento.- se disculpó la chica de ojos color miel.- Ése es un dato estúpido que no le importa a nadie... Pero de verdad, Bianca, tuviste muchísima suerte. ¿En qué demonios estabas pensando cuando se te ocurrió meterte en esas cosas? ¿Qué no lees las noticias, por amor del Cielo? Si hasta acá nos llegan los horrores de la guerra contra el narcotráfico, con mayor razón tú debiste haber estado más informada.

- Fue lo mismo que me dijo Gaby.- suspiró Bianca, con tristeza.- Y le voy a responder lo mismo que a ti: sólo pretendía ayudar. La gente tiene derecho a saber...

Bianca no pudo continuar porque sintió que un nudo le atenazaba la garganta. De golpe, todas las lágrimas que había estado conteniendo en los últimos días se le acumularon en los ojos; ella parpadeó para esquivarlas, pero su cuerpo estaba llegando al límite. Bianca no había llorado ni cuando la golpearon, mucho menos cuando la abandonaron en la carretera, ni cuando su madre corrió a abrazarla al verla en el hospital, hecha un mar de lágrimas, después de que Bianca se hubiese asegurado de decirles a todos los médicos y enfermeras que había tenido un accidente, con todo y que ellos sabían que sus lesiones habían sido hechas a propósito, por manos humanas. Tampoco lloró cuando se tuvo que despedir de su familia, ni cuando abordó el autobús que la alejó para siempre de la ciudad que la vio nacer. Esa falsa fortaleza había sido producto de la adrenalina y del terror, del miedo que Bianca sentía de ser atrapada otra vez si se distraía con lágrimas; sin embargo, ahora que se encontraba en otro país, en otro continente, y relativamente a salvo, la adrenalina se marchó para dar paso a la angustia más profunda. Bianca agachó la cabeza y soltó su llanto incontrolable, y Renée sólo atinó a abrazarla con fuerza.

- Desahógate, te hace falta.- murmuró Renée, suspirando.- Ya estás a salvo. Aquí nadie te hará daño, te doy fe de eso.

Bianca lloró hasta quedarse dormida, sin apenas probar bocado. Renée, que conocía de sobra lo que era pasar por un trauma psicológico fuerte, sabía que no podía dejar sola a su prima durante los primeros días, así que movió algunas de sus clases (que podría tomar después sin problemas), para permanecer a su lado. La primera semana, Bianca no comía ni dormía bien, pues se despertaba por las noches debido a sus pesadillas; Renée sabía que su prima necesitaba un psicólogo, y sin tardanza, acudió a buscar a una amiga suya, especialista muy renombrada en Alemania, Nela McGregor, la cual se encontraba en Viena impartiendo algunos cursos avanzados. Renée había conocido a Nela en el café en el que trabajó durante sus primeros años en Alemania, y de ahí habían trabado amistad, de manera que la psicóloga no se negó a atender a Bianca.

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora