Capítulo 50.

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Capítulo 50.

Notte di luce...

La música estaba a un volumen muy alto, al nivel de que subió un vecino del piso inferior a quejarse aunque Alexander lo mandó al carajo, él era el dueño de todo el último piso del edificio y si le daba la gana haría el escándalo que quisiera. Ni siquiera aceptó apagar la música cuando Alba llegó, por lo que ella tuvo que conformarse con bajar el volumen a un nivel en donde pudiera escuchar a Alexander, quien se encontraba en estado de ebriedad. Ella estaba verdaderamente frustrada. ¿Qué carajos había ocurrido para que su marido estuviese en esa situación? Él no había dicho gran cosa sobre sus razones para beber pero ella estaba segura de que Adrianne Teyer había tenido algo que ver en el asunto, sólo esa puttana conseguía poner a Alexander en ese estado. Al llegar, Alba había encontrado una botella de whisky vacía en el suelo de la sala, junto al atril en donde descansaban las partituras de violín, y a Alexander tumbado en el sillón con otra botella en la mano aunque ésta estaba vacía hasta la mitad. Hacía tantísimo tiempo que ella no lo veía en ese grado de embriaguez que supo de inmediato que algo serio había sucedido.

Fue Donato quien obligó a Alba a volver a Alemania; gracias al intenso tratamiento al que había sido sometido en los últimos meses, el hombre estaba ganando la batalla contra el cáncer y ahora se encontraba en mejores condiciones. Se reencontró, además, con un amigo entrañable de la infancia quien le ofreció su apoyo de manera incondicional y en esos momentos disfrutaba de una relativa estabilidad en Francia gracias a él, mientras esperaba la llegada del próximo tratamiento. Así pues, el ex violinista obligó a su hija a volver junto a su marido dado que, a pesar de lo mucho que ella intentó ocultarlo, Donato acabó por darse cuenta de que Alba estaba teniendo problemas maritales muy serios, en gran medida agravados por los meses en los que Alexander y Alba estuvieron separados a consecuencia de la enfermedad del hombre. La joven tenía el orgullo muy herido y no quería volver hasta que Alexander le llamara rogando por su perdón pero no le quedó más opción que acatar las órdenes de su padre; al poner un pie en el penthouse, sin embargo, Alba se dio cuenta de que Donato había tenido razón en insistir en que volviera al ver el estado tan lamentable en el que se encontraba el violinista.

- ¿Qué demonios está pasando contigo, Alexander Wald?.- fue lo que Alba gritó al verlo.- ¡Estás tan ebrio como un cosaco!

- Ya no tienes de qué preocuparte, cara mía.- soltó Alexander, abruptamente, con sorna.- Adrianne se va a casar con otro hombre. ¡Y va a tener un hijo de él! Brindemos por su felicidad, querida esposa, y por la tuya porque al fin vas a salirte con la tuya.

Debería de haberse sentido eufórica por semejante noticia. ¡Adrianne Teyer por fin iba a dejar de entrometerse entre ellos, iba a casarse con otro hombre! ¡Mejor aún, estaba embarazada de su futuro marido! Pero, en vez de felicidad, Alba sintió una inmensa desazón. No era tan idiota como para no darse cuenta, aunque se resistía a aceptarlo, que si Alexander estaba tan mal era precisamente porque esa puttana iba a casarse con alguien más.

- ¿No te alegras, esposita mía?.- continuó el italiano con sus balbuceos.- ¿No era eso lo que querías, que me alejara de ella? Se te concedió, ya no voy a tener más opción.

- Al final esa mujer terminó demostrando lo que es, una puttana.- soltó Alba, agriamente.- Se estaba acostando contigo y acabó embarazada de otro.

- ¡No te atrevas a hablar así de ella!.- Alexander cambió rápidamente de humor: se levantó con brusquedad, tomó la botella vacía y la estrelló contra la pared.- ¡No te atrevas a insultarla sólo porque sabes que jamás vas a estar a su nivel!

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora