Capítulo 62.
Alexander se despertó sobresaltado. Un sudor frío recorría la piel de su pecho y empapaba su bata. Las suaves luces ubicadas en la parte baja de la pared le recordaron que se encontraba en el hospital y los sonidos del monitor de Johann lo llevaron lentamente de regreso a la realidad. La herida de su hombro lanzó un destello de dolor que lo hizo jadear, aunque al mismo tiempo lo distrajo del aturdimiento y del terror que sintió al despertar.
– Adrianne está viva.- dijo una voz en la penumbra.
– Gracias.- respondió Alexander, tras lo cual volvió a hacerse notorio el ruido de los monitores.
Sus pesadillas se habían vuelto tan frecuentes que sus acompañantes ya sabían qué decir cuando él despertaba de una. No sabía cómo estaban viviendo los demás su estrés postraumático pero para Alexander se había resumido a una sola cuestión: Adrianne terminaba muerta sin importar lo que él hiciera. En sus pesadillas, era la cabeza de Adrianne la que estallaba en una lluvia de sangre, hueso y cerebro, salpicándolo por completo. Una y otra vez, él reaccionaba a los disparos pero no con la suficiente rapidez y el resultado era el peor imaginado. La sangre y la materia encefálica eran tan reales (por supuesto que lo eran, él también vio el cráneo destrozado de la venezolana) que le era imposible creer que sólo estaba soñando. Sus pesadillas eran tan profundas que durante los primeros días despertaba gritando, lo que ocasionó que el servicio de Psicología le hiciera una visita inmediata. Un pasante, tras atenderlo, le recetó medicamentos para dormir y su correspondiente dosis de Sertralina aunque algo en el cerebro de Alexander no conseguía aceptar la realidad. Los malos sueños disminuyeron de más de dos en una misma noche a uno cada tercer día pero se negaban a irse. Tal vez la razón era que la Adrianne de carne y hueso no había aparecido aún para hacerle ver que seguía con vida; quizás mientras ella no lo hiciera, él seguiría soñando que no conseguía protegerla.
– Lamento haberte despertado.- comentó Alexander cuando se tranquilizó.
– No te disculpes.- replicó Johann.- Pero no sería mala idea que buscaras ayuda psicológica para eso, tus pesadillas no son normales.
– ¿Hay alguna que sí lo sea?.- se mofó Alexander, aunque con desgana.
Johann no respondió y después de un rato Alexander comprendió que había vuelto a dormirse; por el contrario, él no conseguiría hacerlo y permaneció contemplando el techo, repasando con detalle lo que recordaba del tiroteo. Era verdad que no había entendido bien lo que Adrianne y Porfirio Cadenas se dijeron, pero no había que ser un genio para darse cuenta de que él quería matarla. ¿Se arrepintió de dejarla con vida y por eso fue a acabar lo que dejó a medias en México o era que ese maldito blog fue el causante del problema? Quizás nunca lo sabría porque, aunque Adrianne decidiera volver a hablarle, estaba seguro de que él nunca se lo preguntaría y de que ella no se lo diría por su cuenta. Eso, al igual que el hecho de que probablemente fue un camión de la WaldKrupp el que mató a los Lorenz, era algo que Alexander no deseaba saber jamás.
Al menos Johann ya conseguía estar despierto el tiempo suficiente para hablar con él e infundirle algo de cordura. El pianista también obtuvo su buena dosis de estrés postraumático pero a Alexander no le sorprendía que su amigo conservara la suficiente lucidez para hacer aterrizar a los demás y despejarlos de sus peores miedos. El hablar con Johann le permitía a Alexander recordar que la confrontación final con el pasado de Adrianne no resultó tan desastrosa como temía, pero pasarían muchos meses antes de que él pudiera dormir una noche completa y sin temor. Además, el problema mayor de Johann era más del tipo médico, de los cuatro fue el que se llevó la peor parte y constantemente era llevado al quirófano para realizarle un tratamiento adecuado. Al menos, el implante de hueso había resultado bien pero de cualquier manera el pronóstico de Johann era reservado, necesitaría muchos meses de terapia física para volver a caminar bien. De cualquier manera, ambos hombres estaban conscientes de que los cuatro tuvieron mucha suerte en el momento preciso.
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El Sonido del Silencio.
RomansaUna joven reportera mexicana busca una segunda oportunidad en Europa tras haber sido desterrada de su país debido a ciertos roces que tuvo con el narcotráfico; mientras trata de reconstruir su vida en el Viejo Continente, ella convivirá con personas...