Capítulo 4.
Johann Lorenz estacionó su automóvil en un área segura, y se dirigió a una de las salas de espera del Aeropuerto Internacional de Berlín. Renée no debía tardar en llegar, su vuelo no estaba demorado, y él ya estaba enterado de la hora de arribo, así que se sentó tranquilamente a esperar, con la copia de Muse que le había quitado a Alexander, ya que él había olvidado la suya en Viena. Qué curiosa casualidad que la prima de Renée fuese a trabajar en esa revista, que Johann llevaba leyendo desde que había salido a la venta. A pesar de eso, cuando Franz anunció que Muse quería hacer un reportaje sobre la Filarmónica, y que él ya había decidido colaborar, Johann se había prometido a sí mismo que no participaría, pues no le gustaba hablar de su vida personal. Sin embargo, el que la reportera fuese prima de Renée cambiaba drásticamente las cosas, ya que Johann ya no podría negarse a aceptar la entrevista, porque Renée le había puesto al tanto sobre todo lo ocurrido con la joven, las razonas que la llevaron a abandonar México, y Johann no pudo evitar sentir compasión por ella. Por eso mismo, tampoco podía negarse a aceptar la entrevista, algo que Renée sabía cuando envió la nota.
Adrianne se llamaba la chica nueva, recién llegada; a pesar de su seriedad y profesionalismo, se notaba que en sus ojos aún había una ligera capa de pánico, esperando a saltar a la superficie ante la menor provocación. Ese sentimiento tardaría años en irse, o quizás nunca lo haría, así como en sus propios ojos había melancolía, a pesar de que Johann llevara ya años de tener lo que se podría considerar como una "vida feliz": tenía salud y estabilidad económica, dos cosas que habían escaseado mucho en años previos, poseía también una carrera musical que iba en ascenso, una novia que lo amaba tanto como él a ella, dos de los mejores amigos que cualquier persona podría desear tener y, lo más importante para Johann, tres hermanos menores que habían crecido maravillosamente bien, a pesar de las carencias por las que los cuatro debieron pasar. Había muchos motivos para ser feliz, para decir que ya "todo estaba bien", pero aún así, la melancolía quedaría por siempre grabada en su alma, como las cicatrices dejan marca permanente en la piel, señales de una lesión cruenta que no mató pero que dejó huella.
Johann era el hijo mayor de Armand Lorenz y de Ailyn Koch, ambos músicos virtuosos de la Orquesta Filarmónica de Viena, considerada como la mejor de todo el mundo. Armand provenía de una familia austriaca de músicos; por generaciones, siempre había habido un Lorenz virtuoso en algún instrumento, ya fuese violín, piano, violonchelo, flauta, arpa, o lo que fuera, y Armand no fue la excepción. Él era violinista, y con el tiempo, se hizo director de Orquesta; su talento lo llevó por las mejores Filarmónicas del mundo, pasando por la de Berlín, y acabando en la de Viena, como director. No había, por supuesto, honor más grande ni puesto más preciado para alguien cuya vida fuera la música, como él. Excepto porque, para Armand, no sólo la música era su vida.
Él había conocido a Ailyn en la Filarmónica de Berlín; ella era una chelista virtuosa, hija única de un banquero suizo y de la heredera de una importante compañía relojera. Ailyn, a diferencia de Armand, era un caso raro de un músico en una familia de empresarios, pero su talento la llevó a lugares insospechados. Conoció a Armand, se enamoró, se casó y tuvo cuatro hijos con él; Johann fue el primero, Patrick nació cuatro años después que éste, pasaron otros cuatro años para que naciera Antje, y la más joven, Nadja, llegó cuatro años más tarde. Ailyn solía decir, en broma, que Armand y ella habían hecho el pacto de llamar a la cigüeña cada cuatro años, para que sus embarazos fueran tan sincronizados como los relojes que fabricaba la empresa de su familia. Los seis formaban una familia feliz, y, para no romper con la tradición de los Lorenz, fue Johann el que demostró tener talento musical desde muy temprana edad.
Así como Beethoven hizo su primera aparición pública a los siete años, igual que Mozart, así Johann mostró su talento desde muy pequeño; Armand decía, constantemente, que Johann aprendió primero a tocar el piano antes que a hablar, y aunque muchos creían que aquél hablaba en broma, no era más que la pura verdad. Johann entró desde muy joven al Conservatorio de Música, y tenía tan sólo cinco años cuando dio su primer recital. Si bien Patrick, Antje y Nadja no tenían talento para la música, sí lo tenían para otras cosas, de manera que todo parecía pintar muy bien para la familia Lorenz. Johann seguiría los pasos de su padre, Patrick podría hacerse cargo de la empresa relojera cuando el abuelo Koch se retirara, Antje, a su corta edad, afirmaba que quería construir edificios enormes, y Nadja... Bueno, Nadja era apenas un bebé con una vida por delante, no había necesidad de presionarla para que desarrollara aún alguna pasión.

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El Sonido del Silencio.
RomanceUna joven reportera mexicana busca una segunda oportunidad en Europa tras haber sido desterrada de su país debido a ciertos roces que tuvo con el narcotráfico; mientras trata de reconstruir su vida en el Viejo Continente, ella convivirá con personas...