Capítulo 65.

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Capítulo 65.

Después de un par de días de convivencia forzada, Alexander se dio cuenta de que los Teyer se estaban acostumbrando a la idea de que él sería alguien a quien tendrían que ver de manera recurrente, lo quisieran o no. Sin embargo, no todos los Teyer estaban desilusionados con la idea, Amaranta estaba encantada con el yerno en potencia, a pesar de no poder comunicarse con él sin la necesidad de usar traductores. Adrianne constantemente decía que era una bendición para ella que su madre no supiera alemán, ni italiano ni inglés porque de lo contrario ya habría cometido la imprudencia de preguntarle a Alexander cuándo pediría la mano de su hija. Gabriela, a su vez, había encontrado en el prospecto a cuñado un aliado poderoso que le permitió conocer sutilmente todo lo que deseaba saber sobre los Lorenz, más específicamente sobre Patrick. Así pues, el único que continuaba reacio a aceptar al italiano era Luis, principalmente porque él era hombre y sabía perfectamente bien qué clase de hombre era Alexander. No confiaba en su aparente tranquilidad ni en el profundo enamoramiento que demostraba tener por Adrianne, pues creía que no eran más que caprichos pasajeros de un hombre que se iría detrás de otra mujer en cuanto hubiera satisfecho sus deseos. Luis continuaba tratando a Alexander con rudeza que rayaba en la majadería, comportamiento que el violinista aceptaba de buen grado a pesar de que en el fondo le causara mucha decepción; Adrianne no fue tan tolerante, las actitudes de su padre le parecieron exasperantes hasta un punto inaguantable, por lo que decidió volver a hablar con él para calmar las aguas.

– Quizás debería dejar de venir tan seguido.- sugirió Alexander.- No estoy permitiendo que Adrianne disfrute de la compañía de su familia.

Johann y él se encontraban en ese momento en una de las terrazas que daban al jardín, hablando para despejar sus miedos y dudas. Alexander había sugerido llevar a Johann en la silla de ruedas pero él insistió en usar las muletas para desplazarse.

– No vas a huir como el cobarde que eres.- negó Johann, cuya voz tenía un ligero tinte de desesperación.- Si a Adrianne le molestara tu presencia, ya te lo habría hecho saber.

– ¿Me llamas cobarde a mí, cuando eres tú el que no quiere quedarse a solas con sus suegros?.- rebatió Alexander, mordaz.- No creas que no me he dado cuenta de que le tienes un miedo irracional a los padres de la Grilla.

– No es miedo.- Johann se ruborizó muy levemente.- Es simple precaución, me matarían si supieran que Renée y yo vivimos juntos.

– Yo creo que lo sospechan.- replicó Alexander.- No creo que piensen que ella va y viene a esta casa desde su hogar todos los días, considerando además de que Adrianne también está aquí.

– Supongo que no, pero me preocupa el hermano.- confesó Johann.- Renée ya me había dicho que él piensa venir a Europa a estudiar una especialidad médica. No creo que Axel se tome muy bien mi relación liberal con Renée.

– Entonces formalízala.- Alexander se encogió de hombros.- Si lo que te preocupa es qué dirán los Klein, pídele matrimonio a Renée.

Johann, que no esperaba esta respuesta, volvió a enrojecer y se quedó callado al instante. Era extraño decirlo, pero a pesar de que amaba a Renée no había vuelto a pensar en matrimonio desde aquella ocasión en la que él tocó el tema y ella dijo que no necesitaba de papeles para confirmar su relación. Sin embargo, si Johann lo pensaba detenidamente, llegaba a la conclusión de que, a largo plazo, sí le gustaría casarse con Renée y formar una familia. Él sabía que no necesitaba de ningún acto protocolario para planear una vida con ella pero sí estaba consciente de que quería tener hijos con Renée y que éstos no debían nacer como ilegítimos. Johann había sufrido mucho a pesar de contar con una herencia a su nombre, no quería imaginarse lo que podría pasarle a cualquier descendiente suyo que no llevara la protección de su apellido.

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora