Capítulo 46.

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Capítulo 46.

Raúl abrió los ojos, momentáneamente desconcertado. Había demasiada luz en el lugar en donde se encontraba, tanta que le dificultaba la visión y le causaba dolor de cabeza. Se removió y sintió ligeras náuseas aunque sabía que su estómago estaba vacío por lo que no podría expulsar más que ácido gástrico. Se incorporó como pudo y se dio cuenta de que su elegante traje rentado había desaparecido, estaba desnudo del pecho y no le dieron ganas de comprobar cómo estaba de la cintura para abajo. ¿Cuándo se había desnudado? Ni siquiera tenía muy en claro cómo había llegado a su habitación. Porque estaba en su habitación, ¿cierto?

Fragmentos de la noche anterior comenzaron a llegar a su mente, fragmentos en donde aparecían Bianca y Dalia conversando animadamente, un brindis por el éxito de Muse, una cena de gala a la cual acudieron los músicos de la Filarmónica de Berlín, el rostro enfurecido del imbécil de Alexander Wald y la sonrisa de un hombre sombrío de extraños ojos de color rojo... Después de eso, nada, era como si le hubieran borrado el casete de la memoria.

- Maldita resaca.- farfulló mientras cerraba los ojos y se cubría la cara con las manos.- Odio que la boca me sepa a vómito.

- Bueno, no soy experta aún en el arte de lavarles la boca a personas distintas a mí.- replicó una voz femenina, ubicada en algún punto por fuera de su escaso campo de visión.- Lo siento por eso.

Sorprendido, Raúl abrió los ojos de golpe y giró la cabeza para localizar a la dueña de esa voz, que no podía ser otra más que Bianca. La encontró sentada en una silla, tomando lentamente algo que debía ser café, a juzgar por el aroma que flotaba en el ambiente de la habitación; ella llevaba puesto el vestido que usó la noche anterior aunque iba descalza y se había envuelto en su abrigo ya que la mañana se sentía fresca.

- ¿Gustas café? ¿O prefieres agua?.- preguntó Adrianne, displicente.- Ambas sirven para la resaca.

- Te agradecería mucho si pudieras darme agua.- Raúl sentía la boca pastosa.

La joven se puso en pie para darle una botella de agua; Raúl la tomó y bebió ávidamente de ella, dándose cuenta de que la luz que le lastimaba los ojos provenía de la ventana de la habitación, la cual tenía sus cortinas parcialmente abiertas. Él se sorprendió al notar que lo que creía que era una iluminación correspondiente al medio día era en realidad la del amanecer. Conforme su cerebro iba hidratándose, él vagamente comenzó a recuperar más recuerdos de la noche anterior, una que no había estado resultando tan mala hasta que comenzó a beber.

- Lo arruiné, ¿verdad?.- suspiró él, desalentado.- Tomé más de la cuenta.

- En cierto modo no fue totalmente culpa tuya.- Adrianne había vuelto a su sitio en la silla y continuaba bebiendo del café que había preparado en la cafetera del cuarto.- Me consta que estar cerca de Demian Krieg es como tener un pase seguro al desastre.

Sí, eso había sido. Raúl no había querido tomar más que un par de copas pero había llegado aquél alto alemán de extraños ojos color rojo que le había insistido en que debían seguir brindando. ¿Por qué motivo? Raúl ya no lo recordaba pero sí se acordó de que le fue imposible decirle que no a ese hombre tan intimidante, sus ojos rojos tenían el poder de lograr que cualquiera hiciera su voluntad.

- ¿Se llama Demian Krieg?.- preguntó él, con curiosidad. Al fin tuvo ánimos para registrarse bajo la sábana y constató que llevaba puesta ropa interior y su pantalón de dormir.- ¿Lo conoces?

- Se podría decir que lo conozco.- suspiró Adrianne, dándole vueltas a su taza de café.- Y sí, Demian Krieg es su nombre, es un empresario alemán muy importante y se deja ver de vez en cuando en los conciertos de la Filarmónica de Berlín aunque cada vez que aparece algo extraño sucede. ¿Nunca antes lo habías visto rondando por ahí, en algún partido de fútbol?

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora