Capítulo 9.

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Capítulo 9.

Renée no podía controlar su ansiedad, lo que se reflejaba en su parloteo incesante y apresurado. Ella hablaba tan rápido y tan entrecortadamente que Adrianne tuvo qué pedirle que se calmara y le repitiera las cosas en un lenguaje más inteligible. La inauguración de la exposición de Catrina Krieg comenzaría en un par de horas, y conforme iban pasando los minutos, Renée se ponía cada vez más nerviosa.

- Tranquila, que no vas a ser tú quien haga la exposición.- había dicho Johann, tratando de controlar a su novia.- Y te aseguro que te irá muy bien en la entrevista con el dueño de la galería, no tienes por qué dudar de tus habilidades.

- ¿Y si no le gusta mi trabajo?.- cuestionó Renée, caminando nerviosamente de un lado a otro.- ¿Y si cree que no valgo lo suficiente?

- No se te ocurra volver a decir eso, ni en broma.- fue Adrianne quien le propinó un coscorrón a la chica.- ¿Cómo se te ocurre pensar eso? No menosprecies tu trabajo, que no conseguirás nada bueno pensando de esa manera.

- Gracias, estaba a punto de decirle lo mismo.- Johann frunció el ceño.- Nunca me ha gustado que Renée se menosprecie.

- Ay, por favor, mira quién habla.- dijo Renée, a su vez, dirigiéndose a Adrianne.- ¿Quién es la que dice que "sus historias no merecen ser publicadas porque son cuentos infantiles"?

- Calla, que no estamos hablando de mí.- la cortó la periodista, de inmediato.

- Claro, claro, hoy es el día de atacar mis inseguridades, pero ya mañana iremos contigo.- replicó la artista.

Alexander apareció muy puntual a la hora acordada, según su costumbre y para sorpresa de Renée y Adrianne, en la entrada de la casa principal; Nadja lo había visto descender del lujoso Mercedes Benz SLK de color azul marino, que acababa de comprar recientemente, y había bajado las escaleras a todo correr para saludarlo. Desde aquélla ocasión en la que él había salido huyendo, saltándose la cena, Alexander permanecía tan poco tiempo en casa de los Lorenz (sólo lo indispensable para continuar con las clases de alemán) que las chicas llegaron a creer que él no asistiría a la exposición. Sin embargo, a pesar de haber sido puntual y de haber cumplido con su promesa de acompañar a los otros tres a la exposición, Alexander continuó mostrándose distante con Johann, algo que no pasó desapercibido para nadie.

- ¿Ya están listas?.- preguntó Johann, a las mujeres, tras despedirse de Antje y Nadja.- Ya es hora de irnos. ¿Vamos en tu coche, o en el mío, Alexander?

- Como gustes.- respondió él, encogiéndose de hombros.- Me da igual.

- ¿No puedes decir, simplemente, qué prefieres?.- Johann enarcó una ceja.

- ¿Para qué? Da lo mismo lo que yo opine, ¿o no?.- replicó Alexander, un tanto insolente.

Daba la impresión de que Johann respondería con algún comentario fuerte, pero él se contuvo por Renée y por Adrianne, así que simplemente se limitó a decir que usarían su automóvil pero le pedía a Alexander que ocupase el asiento del copiloto. Al parecer, el italiano sólo buscaba un pretexto mínimo para comenzar una pelea, pero antes de que él pudiera abrir la boca para contestar, Patrick apareció para despedirse de los jóvenes.

- Y no regresen tarde, o llamaré al Ejército.- finalizó, imitando la voz de severidad de Johann.

- No te burles, y no te desveles.- replicó su hermano, algo enojado.- Cualquier cosa, ya sabes en dónde localizarnos.

- Sí, sí, adelante.- Patrick suspiró.- Cualquiera pensaría que, a mis veintidós años, soy perfectamente capaz de hacerme cargo de una casa y de mis hermanas menores.

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora