Capítulo 44.

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Capítulo 44.

Patrick estaba en una disyuntiva pues no sabía si debía partirle la cara a Alexander o si pedirle a Adrianne que le diera otra oportunidad. Patrick sabía que aquél no se la merecía pero tampoco era como si pudiera juzgar tan severamente a su amigo sin conocer sus motivaciones para hacer lo que hizo. Él sabía que le debía mucho a ese italiano irreverente e idiota y por lo mismo no podía golpearlo como deseaba aunque al mismo tiempo también sentía que debía hacer algo por vengar el orgullo de Adrianne, a quien había llegado a querer como a una hermana. Decidió que le daría una oportunidad a Alexander para explicarse antes de saber qué paso definitivo dar y aceptó reunirse con éste en un bar, en un encuentro del cual no se enteró Johann porque Patrick temió que éste quisiera acompañarlos.

A pesar de sus dudas, no fue su primera intención el golpearlo pero no pudo evitarlo; en cuanto Alexander entró en su campo de visión, Patrick se acercó a él con paso rápido y le estampó el puño en la cara, con el derechazo rápido que el mismo Alexander le había enseñado hacía varios años atrás para defenderse de los muchachos que lo acosaban en la escuela. El violinista trastabilló y cayó al suelo, impulsado por la fuerza del golpe, y Patrick se sorprendió de haber podido derrumbar con un solo puñetazo a un hombre más alto que él así que, o Patrick era más fuerte de lo que pensaba o Alexander estaba más distraído de lo que creyó. Una vez que se recuperó de la primera impresión, Alexander se llevó la mano a la cara mientras miraba a Patrick con sorpresa.

- Te lo merecías.- dijo el suizo, sobándose el puño dolorido.- De hecho, te mereces que te muela a golpes pero mi conciencia no me permite hacerlo, no por el momento.

- No te detendría si quisieras hacerlo.- replicó Alexander, negando la mano que Patrick le ofrecía para ayudarle a levantarse para después incorporarse por su propia cuenta.

- Y ésa es precisamente una de las razones por las cuales no seguiré golpeándote, porque estás muy consciente de que, como dice Renée, la cagaste.- sentenció Patrick.

Los dos hombres entraron al bar, se ubicaron en un privado y pidieron sendos tarros de espumeante cerveza alemana; el camarero miró con cierta inquietud a Alexander, cuya comisura de la boca soltaba un hilillo de sangre, pero se reservó de hacer algún comentario, acostumbrado como estaba a ver rencillas entre consumidores ebrios. Una vez que se quedaron a solas, Alexander decidió ir al grano y se sinceró con Patrick, contándole la misma historia que ya le había dicho a Johann de cómo fue que acabó casado con Alba. Mientras más hablaba el italiano, más se preguntaba Patrick cómo había sido posible que Alexander, quien tanto se esforzó por evitar que aquél cometiera una estupidez, acabara haciendo algo tan idiota. Sin embargo, también llegó a la conclusión de que probablemente él no hubiera podido resistir el acoso de su novia y el padre de ésta de haberse encontrado en la misma situación que él.

- Y es así como Alba pasó a engrosar la fila de mujeres que obligan a sus novios a casarse.- suspiró Patrick.- He escuchado varias historias al respecto pero me sigue costando trabajo creer que es real, que de verdad hay mujeres que quieren amarrar a un esposo a como dé lugar. ¿Cuántos matrimonios infelices habrá por culpa de este tipo de situaciones? Realmente de lo único que te culpo es de no haber sido sincero con los que te apreciamos, idiota.

- Sé que debí habérselos dicho antes, a ustedes y a Adrianne.- concluyó Alexander, limpiándose la sangre seca con una servilleta.- No voy a darte una excusa tonta para respaldar mi comportamiento, a estas alturas mientras más repito la que creí que era una justificación válida más me doy cuenta de que es una estupidez muy grande. Merezco que me partas la cara a golpes.

El Sonido del Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora