Quinto Capítulo

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Una semana en Hughroom parecía suficiente para empezarte a adaptar a sus reglas.

Anna había insistido en que me quedará a dormir con ella esa noche, me aseguraba que me haría suficiente espacio en su cama si quería dormir y que su compañera no daría ni la menor lata, puesto que, ésta se iba al cuarto de alguien más.

—Te avisaré en la tarde, Anna.

—Alex, por favor, es sólo una noche—me susurró mientras el profesor de matemáticas estaba volteado.

Greyson nos miraba mientras copiaba de reojo los problemas.

—Tú también podrías venir Greyson, será divertido.

—¿Estás loca An? Si Alex se queda contigo y la descubren las regañaran y ya, pero, ¿si me vieran a mí?—le contestó él.

—Entonces, ¿qué les parece si nos quedamos de ver en mi cuarto, a las once?—dijo ignorando a Greyson.

—No lo sé An—comentó Greyson y me echó un vistazo rápido.

Negué con la cabeza.

—Si Alex dice no, es un no— dijo Greyson.

—Si Alex dice no, es porque ella se divierte con alguien más— agregó Anna. La miré y la maldije, era cierto que seguía compartiendo cuarto con Sascha, aunque sólo le veía en las noches y ni siquiera nos dirigíamos la palabra.

La clase se terminó y Anna se levantó decidida.

—Los veo a las once cobardes.

Greyson y yo nos levantamos después y nos seguimos a la siguiente clase. Cuando éstas terminaron lo dejé en el segundo piso, en donde estaba su habitación.

—¿Te veo entonces a las once?— preguntó.

—¿A caso tú también Greyson?

—Tal vez An tenga razón.

—Yo...yo no lo sé—bajé la mirada y él sonrió.

—Sobre lo que dijo An en la clase...

—No le creas nada, ya sabes como es.

Me había equivocado al platicarle a Anna todo el tercer día, era simpática y comprensiva pero definitivamente no sabía cuándo cerrar la boca.

—Yo sólo te lo preguntaba porque...—Greyson dejo de hablar y yo le interrumpí.

–¿Sabes qué? Olvídalo, te veo a las once, ¿sí?

Sonrió apenado y se dio la media vuelta para entrar a su cuarto. Subí a mi habitación, igual que siempre, cruzaba el corredor corriendo, sin voltear atrás, abría de golpe y cerraba, por miedo a que alguien me siguiera. Sascha no estaba, como de costumbre.

Me quede en mi cuarto un rato, haciendo tiempo en lo que daban las once, pensando en las consecuencias que me podría provocar estar afuera a esa hora. Cuando el reloj marcaba cinco para las once me dispuse a salir, tomé mi sudadera y me acerqué a la puerta.

—¿A dónde vas Alex?—brinqué cuando al abrir la puerta me encontré con Sascha.

—Afuera.

—A ti no te queda el sarcasmo.

—Quítate de en medio—traté de esquivarlo pero él me tomó del brazo bruscamente.

—No te quieras hacer la grande, no vas a impresionar a nadie, solo das lastima, madura.

Me quede varios segundos retándolo con la mirada pero al final le aventé la mano y crucé el pasillo.

—¡Vuelve antes de las doce!—me gritó desde atrás, lo ignoré.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora