Trigésimo Segundo Capítulo

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Antes de que mi cuerpo chocara con el frío piso de concreto, sentí como unos brazos me acogían, como si todo se hubiera acabado, como si mi madre por fin viera que estaba en un sueño que me inquietaba y decidiera levantarme para poder despertar. Mi conciencia comenzaba a divagar y sentí que mi alma se esfumaba, como si de humo se tratara. Sentí paz por un instante.

—No, no, no. Alex, estás conmigo. No te vayas por favor— dijo una voz.

Entonces fue cuando aquella voz me trajo de regreso. Sentí una fuerza ajena a la mía, la cual me arrastraba hacia un lugar, de pronto mi espalda se apoyó tiernamente en la pared. Las sensaciones de la vida son más complejas que las que tendría un sueño. Tenía la boca seca, necesitaba agua.

—Sascha... — dije débilmente, no podía ver su rostro, pero estaba segura de que era él —Tenía miedo de que te hubiese matado. Lo desconozco completamente— dije mientras sentía que las lágrimas me empezaban a brotar. Él cubrió mi boca instantáneamente con su mano.

Aquella cosa que se había apoderado del cuerpo de aquel chico seguía cerca, podía escuchar su respiración con gruñidos, los huesos tronando y pequeños gemidos que denotaban la lucha interna que David estaba llevando.

—Creo que hay un forma de hacerlo volver en sí— confesó la voz a mi lado susurrando.

Era él, era mi Sascha. Lo sabía, conocía su presencia, su piel, su voz. Sentí aquellas palabras como una carga de energía, pues aún había esperanza para David, mi mejor amigo.

—No será fácil, pero podemos intentarlo, ¿de acuerdo?— añadió.

Estaría dispuesta a hacer lo que fuera por salvar a David, era el que más fé había tenido desde que llegó aquí, y aún con todo lo que ha pasado en Hughroom, jamás perdió la esperanza de volver a casa con sus padres.

—Bien, necesitamos encontrarlo y atarlo a una silla, que se encuentra en uno de estos salones.

—¿Eso es todo?— susurré preguntando, él negó con la cabeza.

—No— su manera de decirlo denotó que, como si el simple hecho de imaginarlo ya fuera horroroso.

Intenté abrir los ojos, tomé su mano y la apreté, me miró, posó un pequeño beso en mi frente y me abrazó con ternura. Inmediatamente se paró decidido y me ayudó a levantarme, rodeando mi cuerpo por debajo de mis brazos.

—¿Segura que puedes seguir Alex?— preguntó cuando ya estaba completamente de pie, pero mis manos temblorosas aún sostenían las suyas.

—Sí— mentí —Salvaremos a David y saldremos todos— dije, como si aquellas palabras fueran las únicas que lograran mantenerme de pie. Sascha asintió.

—Bien— dijo para después enlazar su mano con la mía y empezar a caminar.

Inmediatamente unos gritos nos sobresaltaron, esta vez eran los de Greta, Sascha me miró con el ceño fruncido al deducir que ella también había entrado.

—Mierda— pronunció negando con la cabeza —Sube a mi espalda ¡Rápido!

Sascha me cargó, me dio la linterna y comenzó a correr. Los gritos provenían de una sola dirección.

—Se había quedado por la entrada, probablemente los gritos vienen de ahí— dije tratando de aportar algo, pero Sascha no dijo nada, sólo seguía corriendo, como si estuviera seguro de dónde provenían, sin miedo, como si hubiera recorrido aquel lugar anteriormente.

Paró repentinamente, cuando la silueta de Greta apareció en el pasillo, la luz le iluminó el rostro aterrado, las pupilas dilatadas y cristalinas. No traía su linterna.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora