Trigésimo Sexto Capítulo

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Sascha parecía distraído a cada peldaño, me hubiera gustado haber podido adivinar lo que por su mente estaba pasando. Me lo imaginaba pensando en el cambio de plan que la ausencia de las llaves había provocado, en el cual, fuese el plan que fuese, probablemente alguien podría arruinarlo.

Nuestros pasos se dirigieron nuevamente a la tercera planta, donde seguramente se encontrarían Greta y David. Los pasillos de Hughroom continuaban vacíos, con una especie de sensación en el ambiente de miedo y muerte. La polvosa alfombra ocultó el sonido de nuestros pasos, a comparación del crujir de la madera del noveno piso.

El silencio seguía interponiéndose entre Sascha y yo, nuestras miradas no se habían vuelto a cruzar en ningún momento; después de lo que vi en el sótano, aquella parte de Sascha que, prefería no haber visto nunca, decidí no ser yo quien rompiera el silencio por miedo a una reacción parecida. Sascha tocó tres veces la puerta de la habitación 37.

—¿Quién es?— se escuchó una voz amenazadora del otro lado. Era Greta.

—Sascha.

La puerta se abrió rápidamente, mostrando la figura de Greta con lágrimas recorriendo sus mejillas, se lanzó a Sascha y lo abrazó fuertemente. Él le correspondió sorprendido, dejando caer uno de sus brazos en los hombros de Greta. Mi corazón se detuvo.

—Cuidado. Puedes lastimarlo— dije inmediatamente en un arranque de celos, esperando que se separaran.

—Lo siento— dijo Greta bajando la mirada y deslizando sus dedos por la espalda de Sascha a la vez que lo soltaba. Segundos después me miró y fingió no darme importancia.

—David...— dijo Sascha.

Greta se hizo a un lado para hacernos pasar, dejando ver la oscuridad del cuarto siendo ligeramente opacada por una lámpara de tocador entre las dos camas. David, acostado, parecía estar luchando por su vida, por él; en la otra cama su también moribundo compañero, quien había salido con la esperanza de no volver a este lugar.

—No le ha bajado la temperatura, está hirviendo. Necesita un doctor— indicó Greta.

El posible inicio de una explicación por parte de Greta fue interrumpida por el golpeteo de la puerta. Los ojos de Sascha y los míos se dedicaron una mirada de extrañeza y nerviosismo; lo que más miedo me daba era no saber quién se encontraba detrás de cada puerta cerrada, en este lugar solo y con un asesino entre nosotros.

—Tranquilos— dijo Greta. Abrió la puerta y la chica que se había comprometido a quedarse al cuidado del compañero de David, entró rápidamente cerrando la puerta detrás de ella.

—Sólo soy yo, Janine— dijo —He traído un par de medicamentos que Chris y yo encontramos en el servicio médico de aquí, está completamente abandonado pero esto le servirá en lo que salimos. Aún así, necesitará un doctor pronto.

La chica rompió el sello de seguridad de dos jeringas y se arrodilló al lado de la cama de David.

—Espero que ninguno de los dos sea alérgico a estos medicamentos— susurró para sí, inyectando el contenido de la jeringa en el brazo de David y asumiendo los riesgos que implicaba.

—Escuchen— dijo Sascha en voz baja y parándose casi al lado de la puerta. Greta y yo nos acercamos a él —No puedo perder más tiempo. Alguien tomó las llaves...

—¿Qué?— dijo Greta interrumpiendo a Sascha e inmediatamente volteando a ver a Janine por sí su expresión hubiera tenido el suficiente volumen para distraer a la chica.

—Evidentemente nuestros planes llegaron a oídos del hijo de puta que no quiere que nos vayamos— continuó Sascha.

—El asesino de An— susurró Greta para sí.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora