Trigésimo Capítulo

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Mi respiración agitada resonaba por los pasillos solos de Hughroom, ya nadie se había atrevido a salir, tan solo esperaban la noche siguiente para escuchar el plan que Sascha prometió tener para entonces. Recorrimos cada uno de los ocho pisos a la velocidad que mis cortas piernas y mi poca condición nos permitieron. Mis ojos podían ver lo que estaba frente a mí, pero pareciera como si no les hubiera puesto la atención debida, mi mente estaba demasiado ocupada en David, tenía mucho miedo, deseaba a mi adentros que no le pasara nada, no me lo perdonaría, ya había perdido a una amiga, a An... la pequeña Anna.

No la había olvidado, ella dentro de todos mis problemas, se encontraba en mi mente, las imágenes llegaron de golpe a mi cabeza, su cabellera, su sonrisa, tan viva al principio...Me duele pensar en que, no pude hacer nada para salvarla y peor aún, que me marcharé sin haberle dado justicia a su muerte, sin haber encontrado al desalmado que le ha arrebatado la vida a jóvenes inteligentes, con ganas de salir adelante. Paré de golpe cuando recordé aquella terrible escena, esto será algo que jamás me perdonaré y ahora, probablemente la vida de David esté colgando de un hilo, ¿y si vuelve a pasar lo mismo? ¿Y si no soy lo suficientemente rápida y lo dejo morir? ¡No, no dejaría que eso pasara!

—Vamos Alex, no debemos detenernos— Sascha jaló repentinamente de mi mano, haciéndome reaccionar al fin; asentí y apuré el paso.

Los pasillos fueron analizados rápidamente, si no había nada fuera de lo común seguíamos subiendo, y solo indagábamos en las habitaciones con las que ya estábamos ciertamente involucrados.

El último piso de aquel edificio, el noveno, estaba oscuro como siempre, pero esta vez no tenía nada de extraño, dentro de lo horrible que ha sido aquel pasillo desde que llegué aquí; las paredes seguían rayadas, el crujido familiar de la madera, la puerta apenas visible al final; pero no habían agregado nada. Sin dudarlo, comencé a caminar decidida, sin embargo Sascha me jaló del brazo antes que pudiera seguir caminando.

—No sabes si hay alguien más detrás de esa puerta, déjame ir a mí— dijo mirándome seriamente a los ojos.

—No— contesté firmemente —No permitiré que otro amigo mío muera aquí, no me interesa si hay alguien más detrás de esa puerta, déjame encargarme a mí.

—Alex, no estamos jugando— insistió, con una fuerza superior a la que tenía, logré safarme de su mano y apresuré el paso y abrí repentinamente la puerta, escuché a Sascha gritarme, pero me quedé petrificada, al ver que tampoco había nadie ahí.

—¿Qué carajos?— susurré, el piso noveno era mi última opción, una angustia mayor me recorrió el cuerpo, esta vez no sabía dónde seguir buscando a David. Sentí la respiración de Sascha en mi espalda, volvió a tomar mi mano, para empujarme por el pasillo y volver a bajar las escaleras.

—¿Dónde carajos puede estar?— dije con los ojos fijos en la puerta, mientras él la cerraba.

—Alex, vamos.

—No, no, no— solté la mano de Sascha para llevarme las mías a la cabeza.

Repentinamente las imágenes volvieron a impactar contra mi cabeza, la primera vez que vi a Anna, a David en el camión, la desesperación de no poder salvarla, y próximamente David, muerto, ¡no! ¿Qué sería de mí si algo le pasara? No podría cargar con tanta culpa.

—Alex, escuchame— sentí las manos frías de Sascha en mis mejillas, y la cercanía de su nariz con la mía, sin embargo, no podía concentrarme en su rostro, mis ojos parecían diseñados únicamente para recordar cada tragedia ocurrida aquí adentro, voces, gritos, lágrimas, risas, buenos y malos momentos, parecían regresar en flashes.

—Escúchame a mí, no a tu cabeza, no permitas que este lugar te consuma, eres más valiente, más fuerte que este maldito lugar— presionó mis mejillas, y pude ver sus ojos, me clavé en ellos, pues parecían ser la ùnica cosa capaz de tranquilizarme —Estoy contigo, no dejaré que nada malo te pase ni a ti ni a David, te lo prometo— continuó cuando pareció percatarse que funcionaban sus palabras en combinación con sus ojos color miel y finalmente, en un movimiento rápido besó mis labios. Su piel fría me hacía arder por dentro y ante eso ni mis más oscuros pensamientos podían resistirse. Inmediatamente, mis brazos recorrieron su cuello para poder abrazarlo, y segundos después hundir mi cabeza en su hombro.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora