Trigésimo Cuarto Capítulo

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Sussane, o lo que parecía su reflejo, logró tomar la mano de Sascha.

El tiempo se detuvo completamente dentro de mi ser, y estaba ensordecida por una especie de zumbido retumbante, producto de los múltiples ruidos a los que se había expuesto mi oído; sentí la fuerza dentro de mi cuerpo y mis palpitaciones bombeando por segundo. Quizás, lo último en lo que podía pensar era en el plan de la noche siguiente, pero simplemente no podía imaginarme tratando de salir de aquí, sabiendo que pude haber huido junto con el hombre que amo.

Respiré hondo y abrí los ojos. De repente, la adrenalina recorrió mi cuerpo y esta vez los sentidos se me agudizaron. Reaccioné, corrí, caí sobre mis rodillas y me aferré a la figura borrosa de Sascha, tomado a la mano de Sussane, estaban a punto esfumarse juntos. Le rogué a mi cuerpo un esfuerzo más, uno, suplicaba que, por última vez, pudiera tomar la poca fuerza que mi delgado cuerpo podía ofrecer.

No fui capaz de pronunciar ninguna palabra. Tan solo pegué la cabeza a su espalda y abracé su torso tan fuerte como pude, mientras las lágrimas comenzaban a desbordarse descontroladamente sobre mi rostro.

La mano de Sascha actuaba como un imán atraída hacia el espejo, haciendo que su cuerpo se distorcionara, parecía que su alma se estaba separando de su cuerpo como si de polvo se tratara. La lucha comenzó a ser más difícil, sentí que perdía, por más que pudiera abrazar su cuerpo físico, no podía retener su alma.

De pronto mi delgado y esquelético cuerpo se había convertido en una armadura que ninguna espada podría traspasar, porque yo tenía una fuerza intangible más fuerte que aquella presencia maligna que trataba de alimentarse de él, lo amaba con tanta pasión y con el dolor que implica sentir que mueres por alguien, dispuesta a hacerlo realidad. Esto era una lucha, una guerra, el bien contra el mal y yo no permitiría que el hombre que había despertado en mí lo que nunca me imaginé, me fuera arrebatado por aquello.

—No la escuches a ella, escúchame a mí, yo te amo y quiero que te quedes— le susurré débilmente al oído, esperando que aún pudiera escucharme.

—¿Alex?— él susurró, como si lo hubiese dicho inconscientemente y luchando por no estarlo.

Aquel susurro me hizo levantar la mirada.

El reflejo de Susanne entonces reveló su verdadera forma, su rostro colorado se desfiguró, abriendo su boca hasta proporciones inhumanas, dejando escapar un grito ensordecedor que resonó en cada uno de los seis espejos, rebotando y creando una especie de vibración dentro de aquel hexágono, provocando que éstos reventaran en mil pedazos, aventando los trozos de vidrio en todas direcciones. El brazo de Sascha cayó con fuerza al piso.

Y de la nada, sólo quedó silencio y aquel zumbido.

Parecía que mi cuerpo tembloroso se había quedado trabado, mis brazos seguían rodeando el cuerpo de Sascha, mi cabeza seguía hundida y tenía los ojos completamente cerrados a presión.

Poco a poco comencé a desprenderme de Sascha. Los músculos y articulaciones me dolían por la fuerza que ejercí al tenerlo sujetado. Mis ojos tardaron unos segundos en adaptarse al cambio de luces y a la especie de densidad que había creado aquel portal. Rápidamente me hice a un lado para girar el cuerpo de Sascha y verle a la cara, al lograrlo, mi mundo se derrumbó, él estaba completamente inmóvil.

Greta parecía haber corrido hasta David.

—¡Está respirando!— dijo mientras lo desataba desesperadamente —Bien David, eres fuerte, aguanta un poco más.

Al escuchar esto me arrastré hasta poder poner mi oído contra el pecho de Sascha. No escuchaba su corazón. Inmediatamente me incorporé, recargando su cabeza en mis piernas incadas, le quité el cabello revoltoso que cubría su cara. Siempre fui una inútil, jamás entendí cómo podía sentir el pulso de las personas con los dos dedos, no perdía nada con intentar. Nada. Llevé mi mano a su nariz con la intención de sentir su respiración. No hubo respuesta.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora