Cuadragésimo Tercer Capítulo

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SUSSANE

Aquella tarde, después de soportar varios meses de violentos tratamientos, y medicamentos que no hacían más que dormirnos y mantenernos tranquilos, Jack estaba hablando de nuevo acerca de lo agradable que le parecía la canción con la que nos torturaban, me ponía feliz el hecho de que al menos él no sufriera tanto como el resto. Nos encontrábamos reunidos en la sala común, riendo a escondidas de la directora y Evans, pues no les gustaba que hiciéramos demasiado ruido durante los recesos.

Nuestras risas fueron interrumpidas, siempre que alguien nuevo llegaba y nosotros estabamos los suficientemente despiertos para darnos cuenta, el silencio y el miedo volvía a recorrernos el cuerpo, pues sabíamos que aquel ser indefenso, tendría que pasar por lo mismo que nosotros cuando llegamos aquí. Como solía pasar, la reja que dividía la sala de estar del vestíbulo contenía la aglomeración de pacientes ansiosos por ver quién sería el nuevo acompañante. Algo llamó mi atención. Esta vez fue una chica la cruzó las puertas de Hughroom, sus mejillas estaban rojas de lo mucho que había llorando y por los golpes que probablemente había recibido al poner resistencia. A diferencia de mí, ella ingresó únicamente atada de las muñecas y tobillos a una silla de ruedas. Volteaba a todos lados, por lo cual pude notar que estaba demasiado confundida y asustada.

–¿Qué está pasando?– gritó.

Sus ojos se encontraron con los míos, y pude ver que sus labios me pedían piedad. Sentí la necesidad de correr a defenderla, de pedirles que no la hirieran, de interponerme entre ella, la jeringa y la serie de ideas enfermas que cruzaban por la cabeza del doctor Evans. Pronto me levanté del sillón en el cual reposaba mi cuerpo, di unos cuantos pasos hasta que mis palmas se apoyaron completamente en la reja. Repentinamente el rostro de la directora intervino en mi visión, notando mis intenciones.

–¿Peterson? ¿Hay algo que te moleste? ¿Algo que pueda hacer por ti?

Eché un vistazo hacia atrás, mis camaradas al igual que yo, habían desfigurado sus sonrisas y sus manos comenzaban a temblar. Jack, al igual que Bumby y Jerry negaron con la cabeza. Cualquier acción mía, podía repercutir igualmente en ellos, por lo cual, me pensé dos veces cualquier respuesta posible que pudiera dar.

–La chica– contesté –¿Ella que padece?– proseguí.

–Es algo que determinaré en un momento. Ahora regresa con tus amigos los locos, no queremos crear un escándalo, ¿O si? – me miró a la vez que se decidía por dar la media vuelta.

Negué con la cabeza impaciente.

–¡Es sólo una niña! – grité por fin haciéndola sobresaltarse. Se detuvo de golpe. Inmediatamente las miradas de todos se posaron en mí, una expresión de asombro en coro acompañó mi acción. Todos habían quedado incrédulos ante lo he había hecho, incluso yo.

Rápidamente la directora, sin cambiar del todo la dirección de su camino, volteó y me miró detenidamente, como si la distancia que había entre su altura y la mía fuera inexistente, tanto que sentí su grandeza y poderío dentro de aquel lugar más que nunca.

–No sabes lo mal que te irá a ti y a tus amigos enfermos por lo que acabas de hacer – dijo entre dientes y me esfumó con la mirada para después seguir su camino.

Cerré los ojos un momento un tanto arrepentido y volteé hacia los rostros de mis compañeros, estaban boquiabiertos. Me dirigí de nuevo a mi lugar en la sala común, me sentía apenado.

–Chicos... Lo siento, yo...

–¿Estás bromeando Sascha? ¿O debería decir...señor "Peterson"?– dijo Bumby mofándose de la directora – ¡Eso fue asombroso! Nadie se había atrevido a enfrentar a esa perra – dicho esto, los demás lo acompañaron con risas y sonidos de alegría.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora