Dieciochoavo Capítulo

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Esa noche parecía haber conspirado para crear un ambiente de tristeza y terror, las gotas de una tormenta golpeaban fuertemente en las paredes y el tejado de Hughroom, acompañada de fuertes truenos que volvían aquel lugar más tétrico de lo que ya era.

Estaba sola, a ratos parada, a ratos sentada en mi cama, viendo al vacío, pensando en todo y nada a la vez. Al sentarme en mi cama por milésima vez,  tomé mi maleta para acomodar mis cosas, no quería retrasarme más para cuando llegaran los camiones, la abrí y había cosas desordenadas que no había sacado, entre ellas un espejo; me miré, no recuerdo la última vez que me había maquillado, definitivamente me veía demacrada, tenía ojeras de lo poco que había dormido, mis ojos estaban rodeados por un tono rojo y morado, mis labios estaban pálidos y secos, mi piel estaba reseca y pálida, definitivamente había descuidado mi apariencia.

Comenzaba a pensar que quizá todo estaba saliéndose de control, quizá nosotros no éramos los indicados para descubrir lo que había pasado en Hughroom, afortunadamente la directora, que  hasta cierto punto parecía rara de vez en cuando, estaba tomando cartas en el asunto. Pensar en salir con Sascha me ilusionaba, presentárselo a mis padres, ir a una plaza por un helado, al cine, en muchas cosas, lejos de ese lugar, de todas las visiones, y así volver a ser yo.

Un sonido interrumpió mis pensamientos, se escucharon pasos provenientes del otro lado de la puerta, alguien se acercaba, con miedo, abracé mis piernas y hundí la cabeza en las rodillas, la puerta se abrió de golpe, levanté la cabeza y vi a Sascha entrar. Una felicidad me inundó al verlo pero esta sensación pronto desapareció, estaba lastimado, sus labios y mejillas estaban hinchadas al igual que debajo de sus ojos, su nariz sangraba.

—¿Qué te ha hecho?— pregunté angustiada.

—Tienes que irte, ahora— me ordenó. Rápidamente caminó hacia mi cama.

—¿Qué carajos pasa?— pregunté pero me ignoró. Comenzó a meter las prendas desacomodadas que estaba dispuesta a ordenar, cerró la maleta—Sascha, te estoy hablando— insistí.

—Andando— alcanzó mi brazo y me jaló bruscamente haciéndome levantar de la cama y comenzar a caminar hacia la puerta.

—¡Sascha!— grité deteniéndome.

—¿Qué?— gritó sin soltarme el brazo y encontrándome la cara.

—¿Qué carajos te pasa?— contesté viéndolo seria.

—¡Tienes que irte, ahora!— insistió.

—¡No! ¡Ya todo se terminó Sascha! Iremos a casa y...

—Realmente te has tragado todas esas porquerías, ¿no es así?— me interrumpió.

—Tienes que dejar esa idea, nada malo nos pasará ya, iremos a casa— repetí pero él volvió a jalar mi brazo—¡Sascha escúchame esta vez tú a mí!

—¡No!— tiró más fuerte de mí caminando de nuevo.

—¡Sascha basta me lastimas!— se detuvo abruptamente y aflojó su mano. Por unos segundos quedamos en silencio, con el sonido de la tormenta, escuché su respiración acelerada que iba desfasada a la mía —Sascha, mírame— pedí pero él no volteó. Acerqué mi mano a su mejilla para provocar que volteara, me fue imposible, él alejó su rostro—Sascha—repetí acercándome más, tomé su rostro, después de resistirse unos momentos volteó. Tenía la mirada tensa, acaricié sus heridas, él hizo una mueca de dolor.

—Alex...

—No— interrumpí— Escúchame a mí esta vez. Nos iremos, ¿de acuerdo? Se acabó Sascha, se acabó.

—Alex por favor.

—Sascha, se acabó, saldremos de aquí, nos encargaremos de que todos los que causaron daños se vayan al diablo.

SASCHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora