Camino deprisa. Apretando mi teléfono móvil contra mi pecho.
Es tarde, bastante tarde. Salir de casa ha sido complicado.
Una mentira piadosa ha sido la causa de mi salida nocturna y sospechosa.
Siempre quedamos en el mismo lugar. Hace frío, y está oscuro.
Me quedo junto a una farola y espero a que aparezca una silueta delgada y elegante entre las sombras.
Oigo pasos frente a mí. Lo veo aparecer.
La luz escasa hace que se acentúen los rasgos más destacados de su rostro perfecto.
Su mandíbula marcada y cuadriculada, sus ojos enormes, su pelo perfecto y, su figura envidiable.
Caminamos juntos hasta un muro de piedra. Nuestro muro.
Desabrocho lentamente los botones de mi abrigo negro. Me observa como un gato observa un ratón.
Deleitándose con mi figura. A punto de atacar.
Me besa, y me sorprende. Nosotros no nos besamos.
Nos vemos envueltos en un torbellino de pasión constante, nos desnudamos, perdemos la timidez, nos sentimos de todas las formas posibles.
Pero jamás nos besamos.
Me encuentro envuelta en un beso tierno y cálido. Al terminar, me muerde el labio inferior.
Sonrío. Ha sido... inesperado, espontáneo. Ha sido romántico.
-Ya está -Dice con una media sonrisa que hace que me derrita por dentro y que lo desee -Ya me has atrapado.
Vuelve a besarme.
Podría acostumbrarme a esto. Podría acostumbrarme a sus besos.
Sus ojos oscuros y vacíos me llenan.
¿Quién eres? ¿Qué has hecho con ese chico prepotente que juega conmigo?
Besa mi cuello y me deleito con la sensación cálida que me produce.
Hoy todo se resume en ternura, caricias inesperadas, dulzura y, besos. Miles de besos.
Podría congelar este momento y vivir en él eternamente.
Podría ser suya para siempre. Me gusta esto.
De repente para. Me observa y lanza una pregunta.
-¿Podrías enamorarte de mí?
¿Qué? Me da pánico responder. No lo sé, ¿Podría?
¿Qué es lo que él desea escuchar?
Sólo quiero mantenerlo cerca de mí. Sólo quiero seguir perdida en esos ojos oscuros eternamente.
