24. Doce.

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Me siento confusa. No logro comprenderlo.
Acaricio mi cintura intentando recordar sus manos.
Hace sólo unos minutos estaba justo a mi lado, acariciándome.

Niego con la cabeza. Mis pensamientos no deben tomar esa dirección. No.
Unos ojos pardos comienzan a devorarme desde la distancia.

Miro a mi izquierda y veo a los ojos más desconcertantes que he visto en mi vida sobre mí.
Pero está hablando con otra chica.
Una sensación agridulce atraviesa mi ser.
¿Celos? No. No puedo sentir celos. Es... absurdo.

Dejo que los ojos pardos me abracen y me acaricien.
¿Qué es esto que siento? ¿Despecho?
Lo que más deseo en este momento es que éste chico me bese mientras esos ojos enormes y claros se clavan sobre mí, contemplando mi indiferencia.

Aunque dudo que eso a él le importe. Dudo que yo le importe lo más mínimo.
Finalmente, consigo lo que me propongo. El chico de ojos pardos coloca sus labios sobre los míos.

¿Me habrá visto? ¿Me habrán detectado esos ojos claros y misteriosos? Es lo único que me importa.
¿Le dolerá lo más mínimo?

De repente, se va fuera con esa chica.

Me hundo. No debería, pero me hundo.
Finjo estar bien, pero no es más que una mentira.
Todo es caótico.

No quiero amarlo. No puedo amarlo.
Me destruirá.

Los días pasan. Unos días son más duros que otros, pero lo sobrellevo.
Vuelve a ser once.
¿Ha pasado un mes? Qué deprisa.
Contemplo este número que hace sólo treinta y un días no significaba absolutamente nada para mí.
Ahora está lleno de recuerdos.

Odio los recuerdos. Son un arma de doble filo.
Existen recuerdos buenos, dulces, llenos de ternura. Incluso románticos.
Pero también existen recuerdos malos, amargos, repletos de desdén. Incluso hirientes.

Se fue de mi lado el día doce. Y, por otra de esas casualidades enormes y que jamás entenderé, o simplemente porque el destino realmente existe y me detesta, me habla el día doce.

Eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora