15. La pérdida.

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Intento dormir, pero me resulta imposible. Ayer fue un día terriblemente espantoso...
No soy débil, no quiero serlo, pero perderlo es algo que me supera cada segundo.

Sigo evitándolo durante todo el día. Esos cinco segundos que antes parecían milésimas de segundo, ahora simplemente parecerían eternos.

Es un mal día, desde luego que lo es. Deseo hablar con él, como hago todos los días de mi vida durante los últimos veintiséis días.
Pero no debo hablar.

Debo pensar en él. Sí, estoy completamente enamorada, loca por esos ojos enormes que me tranquilizan y me enervan simultáneamente.
Pero él necesita espacio... y tiempo.
Los segundos parecen horas sin él. Los minutos parecen días.
¿Se ha ido para siempre? ¿Ya está?

Ahora que siento que no lo tengo, me doy cuenta de lo perdidamente enamorada que estaba de él. De que nada podría hacerme más infeliz que un mundo en el que no exista su luz enlazando a mi oscuridad en un abrazo eterno.

Lloro en silencio mientras miles de pensamientos ametrallan mi mente y me desgarran el alma.

Lo único que me acompaña es el insomnio y la agonía de no tenerlo.
El comienzo de un nuevo día no es más que la prolongación del día anterior. Como una pesadilla eterna de la que no logro despertar.

Comienzo a escuchar comentarios sobre nosotros en los pasillos. La gente me mira mientras camino con la cabeza muy alta y el corazón hecho pedazos.

Todo parecía indicar que volvería a ser un día largo y horrible. Otro día sin luz. Otro día sin él.
Pero estaba equivocada. Me llega un mensaje al teléfono móvil de los ojos más desconcertantes que he visto en mi vida.

Ver su nombre en la pantalla hace que sonría y olvide, durante escasos segundos, que nada volverá a ser como antes.
Lo necesito y, en parte, lo detesto por ello.

Le agradezco que vuelva y que se preocupe por mí.
"No me des las gracias, sonríe."

Te necesito.




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