32. Respuesta.

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Intento calmarme y respondo de forma directa y firme.

-No. No creo que pudiera enamorarme de tí.

Temo decirle que sí y que me rechace.
Claro que podría enamorarme, claro que podría sentir. Pero no debo.
Él no sabe amar.

-Pues yo no podría hacer esto sin sentir nada.

Dice con una seriedad que me atraviesa el alma.
¿Qué ha querido decir? ¿Siente algo por mí?
De repente me siento mal. Quiero gritar que hay un atisbo de sentimientos naciendo en mi interior contra los que no paro de luchar.

Me observa.

-Soy tu juguete -Dice -Y tú eres el mío, ¿No?

Quiero decir que no, pero... Ambos sabemos que no me ama. Soy un simple capricho.
Un capricho sin fecha de caducidad. Este juego es eterno.
Vivimos en una montaña rusa sentimental constante.

Un año y medio lleno de juegos, de idas y venidas.
Tanto tiempo juntos... ¿Cómo no sentir?
Lo contemplo. Es una obra de arte. Es perfecto.

Su mirada se clava sobre mí y vuelve a besarme.
Seré lo que él desee. Su compañera, su amiga, su amor, incluso podría ser su juguete.

Vuelvo a casa con una sonrisa atravesando mi rostro. Algo está cambiando entre nosotros.
Algo es más intenso.

Tal vez no necesitaba la luz. Puede que nunca la haya necesitado.
Tal vez aquéllos ojos claros que me hacían sentir algo inexplicable nunca hayan sido para mí.
Lo que me transmitían esos ojos claros era todo lo que buscaba. Pero a veces lo que buscamos no es lo que realmente necesitamos.

Me meto en la cama sabiendo que mañana no podré contemplar esos ojos oscuros y penetrantes.
Abren una discoteca en un pueblo cercano y quiere ir. Y quería que fuera.
Pero no puedo ir.

Amanece y me preparo. No puedo ir a la apertura de esa nueva discoteca, pero tengo un cumpleaños al que debo asistir.
Y además, esta celebración tiene lugar en el pueblo del chico con los ojos más desconcertantes que he visto en mi vida.

Eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora