22. Viejas costumbres.

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Intenté huir. Intenté volver a empezar. Intenté enamorarme de alguien que mereciera la pena.
¿Y para qué? Ahora hay mucha más oscuridad que antes.

Los ojos más desconcertantes que he visto en mi vida me advirtieron que era ruina, que destruye.
Tal vez tenga razón.
Tal vez me haya destruído.

Ya da igual. Ahora nada me importa lo suficiente como para luchar.
Es de noche, y estoy aquí, en medio de la nada.
La temperatura no es la ideal pero tengo el calor de esos ojos oscuros e irresistibles.

Me acaricia, me besa, coloca sus labios y sus manos en cada rincón de mi pequeño y delicado cuerpo.
Hace que tiemble y que pierda el control.

Con él las palabras y la ropa sencillamente sobran.
¿Para qué? ¿Por qué ser prudentes? ¿Por qué prometer cosas imposibles?
Vivamos el presente y dejemos que la luna sea testigo de nuestros errores.

Cuando estamos juntos, esos ojos claros desaparecen de mi mente. Sólo existe él.
Busco complacerlo. En todo. Soy suya. Y él es mío.
Durante un par de horas le pertenezco, y él me pertenece a mi.

Él es mi cura y mi enfermedad.
Él es mi dicha y mi desdicha.
Él es mi felicidad y mi agonía. 
Él es pura pasión y locura.
Él es todo. Simplemente todo.

Me dejo hacer, le hago.
Enredo mis dedos en su pelo perfecto y suspiro con cada caricia.
Respiro su aire con dificultad y contemplo sus ojos.

Sus ojos nunca dicen nada. Están vacíos.
No siente. No por mí. Ni por nadie.
Él es superficial, cruel. Egocéntrico. Narcisista.

Jamás dice algo agradable o romántico. No.
No me llena de esa forma. Eso no forma parte de nuestra relación.
Soy un objeto. Un objeto que sólo existe por y para saciar sus necesidades más oscuras.

Para mí él no es sólo un objeto. Es algo más.
Una vez lo amé.
Es un juego que nunca acaba. Es un bucle infinito.

Eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora