Capítulo 30: Día de lluvia (Parte 1)

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AVISO: Lean la nota de autor, ES IMPORTANTE. Después no digan que no les dije....

Amanda

Una sonrisa tonta se deslizo por mis labios, y aun tenía el teléfono presionado contra mi oreja analizando las palabras que acababa de oír.

«Tal vez»

-¿Y dices que son amigos? –Dijo Wendy sonriéndome a través del retrovisor–

-Uh, ¿Quiénes?

-Gustavo y tú, duuh.

-Amm, jaja. Pues somos amigos–Dije cortada–

-¡Vaya! ¿Ahora los amigos tienen citas? –Dijo riendo–

Me sonroje.

-Él te gusta–Dijo, más como una afirmación que como una pregunta–

-Yo...–Desvié mi mirada– Ok. Si. Él me gusta–Era extraño admitirlo en voz alta– Pero... yo no le gusto a él.

De nuevo obligue a mi corazón a calmarse dentro de mi pecho. Era mejor ser realista.

Wendy rio sonoramente.

-Que... ¿Qué es tan gracioso?

-Nada. Solo ustedes dos.

Okay... claro, muy normal.

Me dispuse a jugar Candy Crush en mi teléfono, mientras esperaba que llegásemos a donde sea que fuéramos.

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Luego de como media hora de estar en el auto y haber perdido todas las vidas en Candy Crush (Si, no era muy buena en esto) empecé a impacientarme.

Levante mi cabeza para mirar por la ventana. A través de las gotas de lluvia, pude ver que nos rodeaba una frondosa vegetación.

-Hemos llegado–Anuncio Wendy–

Baje del auto y mi corazón se detuvo inmediatamente.

Allí estaba Tavo.

Vestía unos jeans oscuros y una camiseta que hacia juego con mi vestido. ¿Casualidad? No lo creo.

Se quedó mirándome–Casi se podría decir–impresionado. Sus ojos no dejaban los míos, y la intensidad de su mirada provoco mi sonrojo.

-El azul definitivamente es tu color–Dijo en un susurro para mí–

Mi corazón hizo un raro movimiento en mi pecho, como un giro.

Gustavo

Hermosa.

Simplemente, completamente y definitivamente hermosa. Su vestido azul, hacia resaltar su tez blanca y su cabello estaba suelto, justo como me gustaba.

Hoy tenía que hacerlo. No podía contener por más tiempo lo que sentía, aun si ella no sintiese lo mismo, debía intentarlo.

Tome su mano y comencé a dirigirla por una hilera de árboles, ella caminaba con gracia y elegancia, como si estuviese flotando. Parecía sorprendida ante la belleza del paisaje, y me gustaba que le gustase.

Los arboles hacían un "techo" natural sobre nuestras cabezas, y excepto por algunas gotitas de lluvia que se filtraban, no nos mojábamos.

Una gotita cayó sobre la nariz de Amanda provocando que la arrugase.

¿Y si me enamoro de una Cristiana?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora