Amanda
Hay momentos en la vida que pasan y nisiquiera tienes tiempo para asimilarlo, simplemente debes levantarte y guardar el dolor para cuando haya tiempo de derrumbarse, bien sea porque no estás preparado para caer o porque simplemente no estás en el sitio correcto para caer. En esos momentos necesitas de toda tu cordura y de toda tu fuerza de voluntad para mantenerte de pie y no caerte en mil pedazos, debes extender tus brazos y agarrar con fuerza tu interior para mantener tus pedazos juntos.
También hay otras veces donde el dolor es tan intenso como un disparo que te golpea justo en el pecho, a quemarropa, y en ese instante sabes que necesitas desviarlo de alguna manera para poder sobrevivir. Asi que lo desvías y te escondes en tu propia seguridad dejando ese dolor para cuando puedas "soportarlo". Yo estaba justo en el intermedio de esos momentos.
Me encantaría decir que le grité a Gustavo, que lo insulté y lo corrí de mi casa, que saque toda la rabia que sentía en mi interior y le di un par de cachetadas, pero esa no era la verdad. La verdad era que me había quedado parada sin habla, mirándolos a ambos y sintiendo una urgencia de escapar de este momento, justo ahora. Sentía como mi interior se desmoronaba y lo único que pude hacer para sostener mis pedazos fue quedarme callada, hablaría más tarde, cuando "pudiera soportarlo" me decía a mí misma. Me forcé a dar una sonrisa y a decir lo que ella quería escuchar, al fin y al cabo, era obvio que ella no lo sabía.
La historia se repetía de nuevo
-Eso es maravilloso—Intenté sonreír—
-Amanda, yo—lo miré despiadadamente—
-¿Qué pasa aquí? —La duda era evidente en la voz de Ester—
-Nada—me apresuré a decir—Ya te lo diré más tarde.
-Supongo—ella me apretó las manos— Estoy nerviosa por ver a papá.
-Oh claro—dije recordando— espéralo aquí, voy a traerlo primero para que te vea. Mientras tanto, llevaré a Gustavo a la fiesta.
No dejé que Gustavo hablara, no deje que dijese absolutamente nada, no podía escucharlo porque sabía que a la primera palabra que dijera rompería en llanto y empezaría a golpearlo. Me las arreglé para lanzarlo rápidamente en la fiesta y alejarme lo más rápido posible de él, no dijo nada, nisiquiera me siguió o me molestó y en otra situación quizás le hubiese agradecido, pero por ahora era lo menos que él podía hacer después de arruinarlo todo.
Me acerqué a papá con un nudo en la garganta. Viéndolo sonreír desde esta distancia, se sentía tan seguro y tan confortable que luché contra mí misma para no irme corriendo a llorar en sus brazos como una niña pequeña. Supongo que necesitaba esa seguridad que el único hombre que no me había fallado en el mundo me podía dar, sin embargo él no se merecía que le arruinara la fiesta por mis malas decisiones amorosas, ni tampoco merecía que le dañara su reencuentro con Ester, asi que me forcé a mí misma a poner mi mejor cara.
-Papá te tengo tu segunda sorpresa—Dije tratando de sonreír—
-¡Genial! —Él parecía realmente feliz— Creo que yo...—miro a mi tía— había olvidado lo bien que se puede sentir uno en familia.
Le sonreí con nostalgia.
-¿Estás bien mi bebé? —Había algo de sospecha en su voz—
-Perfectamente—mentí— es solo que me pone algo sentimental estas cosas, supongo. Soy una tonta.
-No digas eso—me beso en la mejilla— Ahora ¿dónde está mi segunda sorpresa?
Lo tomé de la mano y lo dirigí hasta la entrada de la cocina, una vez ahí le tape los ojos.
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¿Y si me enamoro de una Cristiana?
Teen FictionGustavo es un chico manipulador, lindo y rico que siempre obtiene lo que quiere, bueno... casi siempre. Lleva una vida desenfrenada de lujos, vicios y placeres. Sin embargo estas vacaciones no serán lo que él planeaba... ¿Y si llegase a enamorarse d...