Capítulo 36: ¿Quién te crees que eres?

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Amanda

5 palabras:

Iba

A

Sufrir

Un

Infarto

Todo había pasado tan rápido que apenas mi cerebro lo estaba procesando. Yo estaba molesta, MUY molesta. Y si, sorprendida, nunca había visto esta faceta de Gustavo...

Por el amor a Dios, ¡Él estaba actuando como si lo hubiese engañado con Santiago! Y en primer lugar: ¿Qué le daba derecho a portarse de esa forma?

Él ya no tenía nada que ver conmigo.

Ese pensamiento hizo llorar a mi corazón, sin embargo esa era la verdad, y yo no iba a dejar que él viniera a adueñarse de mi cuando quisiera, simplemente no iba a permitirlo.

-Usted y yo no tenemos nada de qué hablar—Dije tratando de sonar lo más distante posible—

Acto seguido, tome la manilla de la puerta del auto e hice el intento de salir.

Palabra clave: intento.

Si, solo fue un intento, porque apenas abrí la puerta, cuando Gustavo ya estaba sosteniendo mi muñeca.

-Bro, creo que deberías dejarla ir ¿no? —Dijo una voz masculina desde los asientos traseros—

Me sobresalte y casi lanzo un grito descomunal, pero me di cuenta de que detrás estaban Javier y Marcos, los mejores amigos de Gustavo, supongo que estaba tan enojada y concentrada en salir que no los note. Me gire lentamente, achique mis ojos y mire en su dirección.

-Ho-ola A-amanda—Saludo Javier un poco intimidado—

-¿Qué hay? —Dijo Marcos tratando de ser natural—

-Ustedes dos—Los señale— ¡Pensé que eran buenos chicos! Se suponía que eran buenos—Mi voz era un reproche— ¡No puedo creer que sean parte de esto!

-Nosotros, uhm, en realidad.

-Ellos no tienen nada que hacer aqui—Puntualizo Gustavo— bajen de la camioneta chicos, ustedes saben cómo volver a casa.

Ellos parecían consternados, sin embargo comenzaron a bajar. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando comencé a tratar de retenerlos, en serio trate. Y con tratar me refiero a: gritar como loca e intentar zafarme de Gustavo, amenazarlos, suplicarles y finalmente hablar con voz nostálgica.

-Chicos... no hay nada que tenga que hacer yo sola con Gustavo, no hay nada que ustedes no puedan ver—Trate de alcanzar la puerta trasera— ¡Por favor!

-Luego agradecerás—Bromeó Javier—

Ellos bajaron de la camioneta y Gustavo encendió el motor, en un acto de desesperación seguí insultándolos mientras sus figuras desaparecían en la noche oscura.

-¡Hijos de Snow! ¡Mutos sin facción! ¡Ojala vengan los arum y ustedes no tengan obsidiana! ¡Ojala contraigan la llamarada! ¡Muggles! ¡Hijos de fruta! ¡Ustedes, ojala nunca más puedan comer chocolate! ¡Que nunca consigan nutella! ¡QUE LA PIZZA SE VUELVA INVISIBLE ANTE SUS OJOS!

Luego de haber soltado mi sarta de insultos, mire hacia Gustavo, el muy idiota tenía una sonrisilla en sus labios, mi cara se calentó de ira, y sin pensármelo dos veces le di un gran puñetazo en el brazo.

-¡Que pasa contigo idiota! ¡Idiota idiota idiota!

-Te extrañaba.

Mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas y mi corazón estaba confundido. No, no iba a caer como tonta de nuevo.

¿Y si me enamoro de una Cristiana?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora