Capítulo 37: Yo necesitaba llorar, llorar un montón.

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Amanda

Caminar sola hasta mi casa después de haber sido besada por la persona que me gusta, mientras tengo un lio de emociones sin resolver en mi mente y posiblemente estar perdida, definitivamente no era mi cosa favorita para hacer.

Sin embargo aquí me encontraba, caminando sola a casa después de haber pronunciado las palabras más duras que jamás creí decir.

Ya no hay un nosotros Gustavo. Ya no hay un nosotros... ya no hay....

¿Qué iba a hacer con mis sentimientos ahora? ¿Reprimirlos? ¿Olvidarlos? ¿Frustrarlos? Me enfurecía tanto el saber que Gustavo me gustaba más que nadie, y me enfurecía el hecho de no poder estar con él, pero me enfurecía muchísimo más el saber que él nisiquiera sentía la mitad de lo que decía, porque así era ¿no?

Por otro lado... ese beso... estaba tan lleno de necesidad, de anhelo... de... amor, nunca me habían besado de esa forma. Mi corazón, estaba estallando dentro de mi pecho, y mis manos picaban de emoción, todo en mi estaba revoloteando mientras Gustavo me besaba. ¿Él también lo sintió así? Cada parte de mi ser deseaba que él lo hubiese sentido así.

Pero... ¿De qué me serviría ahora? Ya nisiquiera estaríamos juntos.

Oh rayos, ya me estaba convirtiendo en una pesimista de asco... ¡Esto no podía ir mejor!

Yo necesitaba llorar, llorar un montón.

Seguí caminando, mientras intentaba no pensar en nada y no morir de hipotermia por el frio que había, pensándolo bien debí dejar mi orgullo a un lado un momento y aceptar que Gustavo me trajese a casa. Así al menos podría estar calentita.

El sonido de una bocina me sobresalto, y juro que casi me hago pis en mis pantalones. Los faros del auto se encendieron y reflejaron su luz desde detrás de mí. Me quede inmóvil, incapaz de poder hacer nada, mis manos temblaban descontroladamente.

-¡Amanda! ¿Eres tú? —Preguntó una voz masculina desde el auto—

Me voltee lentamente, mi corazón amenazaba con salirse por mi boca, y mis pulmones habían olvidado como funcionar.

-¿Papá? —Pregunté con timidez—

-¡Oh Dios Amanda! ¡Te busque por todas partes! —Él corrió hacia mi rápidamente y me estrecho en sus brazos— Oh mi bebé oh mi pequeña niña—Susurraba— yo, estaba tan asustado.

No sé si fue su calidez, o su aroma paternal, pero yo... solo comencé a llorar sobre papá. De pronto me sentí de nuevo como esa niñita que corría hacia su papá cuando se raspaba las rodillas, y eso me liberó por un momento.

-¿Estás bien? ¿Alguien te hizo algo malo? —La alarma en su voz era sorprendente— si alguien te hizo algo malo, yo juro que encontraré a ese mal...

-No. Papá sólo necesito contarte algo, y llorar en tus hombros y escuchar tu consejo paternal. Ah—Intente dar una media sonrisa— y que comamos chocolate juntos, como en los viejos tiempos.

Él me cargo hasta dentro del auto y me sentó en el asiento del copiloto. Siempre que era pequeña papá hacia lo mismo, él y yo habíamos sido unidos siempre, él era mi consejero, mi hermano y mi padre. Todos en uno solo.

Papá condujo hasta el supermercado más cercano y se bajó, él no dijo nada, parecía estar un poco pensativo acerca de todo esto. Luego de unos minutos volvió al auto con bolsas llenas de chocolate y algunas otras cosas. Mientras avanzábamos hacia casa intenté reordenar mis ideas y hacer un relato consistente para que papá pudiese ayudarme, y así sin más, el tiempo había pasado y habíamos llegado a casa.

¿Y si me enamoro de una Cristiana?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora