38. Nacho

87 22 2
                                    

La mañana transcurre tranquila. Álvaro y Carol son gente muy serena, y no se desesperan con nosotros por mucho que estemos en contra del sistema. Y lo que es peor: incluso nos repiten que es normal nuestra actitud, que los nuevos al principio suelen no aceptar la realidad, pero que luego recapacitan. Yo preferiría que fueran menos comprensivos, así al menos no tendría que oír que soy solo un caso más y que acabaré cediendo como el resto de parejas. Es más, Marta y yo no somos ninguna pareja, estoy harto de que utilicen ese término para referirse a nosotros.
Tras desayunar, subimos a la habitación a hablar. Marta no parece tan decidida como yo a acabar de una vez con esto y hablar con el alcalde, y temo que haya cambiado de opinión. Pero enseguida corrijo mis pensamientos, es Marta de quién estamos hablando. Nunca se dejaría convencer así, ni aceptaría vivir según le han impuesto; ella es más de desobedecer aunque solo sea por el mero hecho de demostrar que nadie toma decisiones por ella.
- Marta.- llamo su atención, porque esta distraída tocándose el pelo.
- ¿Sí?- me mira, pero sigue jugueteando a enrollarse un mechón en el dedo.
- Se suponía que era esta mañana cuando íbamos a ver al alcalde, ¿no? Ya hemos esperado suficiente.- le digo, quizá algo molesto. Pero esque me desespera llevar tantas horas en este estúpido pueblo sin recibir respuestas.
- Claro- se limita a contestar sonriendo. Y yo en parte me relajo un poco al ver que está de acuerdo, temía que se le hubiera ido la pinza y no le importase estar aquí. En el desayuno parecía haber dejado a un lado esa rebeldía suya que mostraba ayer.
- Vale, pues vamos.- salgo de la habitación enseguida. Quiero ver a ese hombre ya y acabar con este ridículo juego.
Marta me sigue por detrás, y al bajar por las escaleras informa a la pareja de a dónde vamos. Ellos no parecen querer impedírnoslo, y eso me pone nervioso porque significa que están convencidos de que nuestra visita no cambiará nada. Pero antes de irnos, Marta añade "Vendremos a despedirnos antes de marcharnos". Y entonces me alegro de que, al igual que yo, tenga claro que si vamos a ver al alcalde es para marcharnos sí o sí.
Yo ando rápido por las callejuelas, inventándome un poco el camino para acortar. Marta me sigue el rápido paso, y no hace preguntas sobre por qué no sigo las indicaciones de Álvaro. Llega un momento en el que me coje de la mano y me para.
- Eh, tranquilo ¿vale? El alcalde no se va a ir a ninguna parte, y en cuanto lleguemos exigiremos hablar con él.- Intenta tranquilizarme, pero yo no puedo deshacerme de esta ansiedad de llegar cuanto antes. Tengo una sensación muy extraña de que algo saldrá mal, y no quiero dejar que esta oportunidad se me escape. Pero Marta tiene razón, nada puede salir mal, antes de lo que creamos estaremos en casa. Así que le cojo la mano y seguimos caminando, esta vez algo más despacio.
Llegamos al edificio, ayer no me fijé de lo bonito y campestre que lo tienen decorado por fuera. Con banderas de España y todo, como si de verdad fuera un pueblo como cualquier otro... Sin embargo, un gran cartel en el Ayuntamiento señala que se trata de una ciudad, por muy ridículo que sea su tamaño, Nos miramos antes de entrar, pues necesitamos saber que contamos con el otro. Suelto la mano de Marta antes de cruzar el marco de la puerta, solo faltaba que creyeran que somos pareja y entonces todo se iría al traste. Nos recibe la secretaria de la voz excesivamente amable y, al recordar que me llamaba "chico" y me miraba como a un niño, le pongo mala cara.
-Queremos ver al alcalde.- pide Marta con voz cortés pero firme.
- Claro.- sonríe Matilde.- Ahora mismo está con una cita, pero si esperáis aquí puedo avisarle y no creo que tarde mucho.
Marta se sienta donde nos indica sin pensarlo, yo en cambio hecho una mirada desconfiada a la secretaria. Al final, termino por sentarme también, porque Matilde se ha ido y ya no tengo a quién mirar con mala cara.
- No seas maleducado.- me reprocha en voz baja Marta. Entonces me doy cuenta de que un poco maleducado sí que soy pero, como no, se lo niego.
- Esa mujer no me gusta. Seguro que nos está tomando el pelo, no creo que el alcalde esté con nadie.
- Anda, no seas mal pensado. Seguro que no tarda mucho.
- Bueno, si en cinco minutos no nos atiende, iremos nosotros.- decido.
Marta se queda como en su mundo y luego se ríe un poco. Yo le miro enarcando una ceja, que por cierto es esa una de mis formas de llamar la atención de las chicas. Una vez una amiga me dijo que este simple gesto las volvía locas, que muy pocos sabían hacerlo y quedaba muy "sexi". A mi sinceramente me parece una tontería, pero si funciona bienvenido sea. El caso es que hago el gesto con Marta, pero esta vez porque de verdad estoy extrañado, y no para llamar su atención. Lo prometo. Entonces ella niega con la cabeza y dice: "nada, cosas mías". Me encojo de hombros y lo olvido, pero sigue sonriendo. Me aburro tanto que al final acabo insistiendo y ella me lo termina contando. Resulta que con mi forma de actuar le ha recordado a mi yo del colegio, según ella "maleducado, estúpido e inmaduro"; y le ha hecho gracia porque lo había escondido muy bien durante estas semanas con ella.
- Debería sentarme mal que me consideres todo eso.- me hago el pensativo.- Pero en realidad me da igual, tú eras una pija, enchufada, sabelotodo y escandalosa.- Me siento satisfecho cuando he terminado con los adjetivos. Realmente he exagerado un poco, pero así conseguiré picarla durante unos minutos.
- No me lo puedo creer.- abre la boca como simulando sorpresa. O quizá no está simulando, no lo sé.- Para empezar, yo no soy nada de eso. Y has dicho cuatro cosas, yo solo te he llamado tres.- Pone esa cara suya de "estoy enfadada y no me quieres ver enfadada", que realmente da un poco de miedo. Pero yo me río para fastidiarla más.
- Tienes razón, solo he dicho cuatro porque tenía que acortar... pero cuando tengamos tiempo te cuento el resto.
Pone expresión de incredulidad y temo haberme pasado, cuando quiero actúo demasiado bien y relamente parece que voy enserio. Pero luego me doy cuenta de que en realidad le gusta que la haga de rabiar, por mucho que lo niegue.
- Eres increíble.- niega con la cabeza con cara de odiarme.- Lo de sabelotodo y enchufada es la envidia, que es muy mala. Pero... ¿Pija? ¿Escandalosa, yo?
- Claro. Te pasas el día por los pasillos riéndote a voces con tus amigas, tocándote el pelito y soltando grititos. A eso lo llamo yo una pija montando escándalo.- Quizá ni yo me había dado cuenta de cuánto me fijo en su comportamiento. Quizá demasiado, teniendo en cuenta que ni me sabía del todo su nombre.
- Reírse no es ser pija, sino ser feliz.
- Ya.- la interrumpo para rebatirle eso.- Pero tú te ríes muy a lo "jijiji"- imito su forma de reírse poniéndome una mano cerca de la boca como hacen las chicas.
- Y de montar escándalo tú me ganas, recuerda quién va corriendo por ahí, pegándose con sus propios amigos, rompiendo interruptores de un golpe... - añade al final un hecho que sucedió hace unos meses, y que no fue realmente así.
- Bueno, en realidad el interruptor ya estaba roto, y yo solo lo rocé y se cayó al suelo. - aclaro.
- Ya, seguro que así es como pasó. En cualquier caso, te he visto más de una vez en el despacho del director, y eso sí que es por montar escándalo.- El caso es quedar ella siempre por encima, tiene que tener la razón como sea. Y como justo a eso no tengo nada que responder, le contesto centrándome en otro aspecto que ha nombrado antes.
- Y no me pego con mis propios amigos, solo hacemos un rato el tonto. Porque sino para qué está el cambio de clase si no es para despejarse.
- Clarooo, tienes tooooda la razón.- Se pone asentir.- Creo que se lo propondré a mis amigas: "Chicas, pegémonos un poco para despejarnos de las clases".
Yo me río, Marta es realmente divertida.
Pero por ahí viene Matilde, creo que es hora de ponernos serios.

Comentad qué os ha parecido este capítulo!

Hasta que salgamos de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora