62. Nacho

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- ¿Ahora? ¿Estás segura?
- Sí, ¿y por qué no?- me responde.- Ya te dije que me gustaba correr por la noche.- Afirma, con un tono que hace parecer obvio que se vaya a ir ahora a correr por ahí. Son las once y pico de la noche. Hace horas que anocheció.
- De que te guste a que debas... pero bueno, haz lo que quieras. Pero tened cuidado.
- Claro que voy a hacer a lo que quiera, ni que fueras mi padre.- me responde de mala leche, indignada. Parece que no le hace mucha gracia que le dé permiso, simplemente por el hecho de que no lo necesita. Se pone a buscar ropa en el cajón, y escoge de entre sus escasas camiseta una de tirantes, y unos pantalones cortos de deporte.  A directa al baño.
- Ni siquiera tienes zapatillas de deporte.- grito, desde la cama, para que me oiga dentro del baño.
- Carol me va a dejar unas.- responde, la sabiondilla. Acaba de salir del baño y me quedo atontado por un momento. El conjunto le queda estupendo, y no la había visto antes con ropa de deporte pues no ha tenido la ocasión de estrenarla.
- Ten cuidadillo no se vaya a enamorar Jaime de ti.- suelto.
- ¿A qué viene eso?- me recrimina, en realidad sin prestarle demasiada importancia. Parece más centrada en que esa trencita le quede bien colocada en la coleta. Si hasta se ha peinado "mona"... ni que fuera a una cita más que a correr.
- A nada, como veo que te peinas tanto y tal...
- Yo siempre me hago peinados, y ya lo sabes. No te pongas celoso.- Me mira con sonrisa pícara y se prepara para salir.
Suelto una carcajada, cuando llaman al timbre.
- Es Carol.- dice mientras va a abrir.
Carol entra y nos saluda, no sin antes admirar a Marta y hacer un comentario sobre lo guapa que está con la coleta y la ropa. Ya decía yo que no era cosa mía. Se ha puesto guapa. Y si se da cuenta también Carol, cómo no se va a fijar Jaime. "Bueno, qué más da", pienso. A ver si va a ser verdad que estoy algo celoso.
Tras ponerse las deportivas, Marta me hace un saludo con la mano y sale por la puerta. Ni siquiera me ha dado tiempo a preguntarle a qué hora volvería, ni a repetirle que tuvieran cuidado. Sigue sin parecerme muy razonable correr por las calles en mitad de la noche. Ni aquí ni en ningún pueblo o ciudad. Carol sigue dentro cuando se va.
- Oye, Carol, ¿tú conoces a Jaime?- supongo que sabe a quién me refiero. Porque Marta le ha contado lo de correr para pedirle las zapatillas.
- Ya sabes que aquí todos nos conocemos aunque sea de vista. O casi todos. Con vivir aquí un año se te quedan todas las caras. A Jime lo veo más por eso del bar en el que trabaja. Me parece un camarero muy simpático y agradable, pero de ahí a conocerlo... - se queda pensativa.- Parece buen chico.- añade al final. Parece que como para consolarme, o quizá es mi imaginación.
- Estupendo.- respondo tan solo. Y me siento en la cama.- ¿Has cenado?- le pregunto, para sacar tema, pero vaya pregunta. Son más de las once, claro que ha cenado.
- Sí, ¿tú no?
- Claro que sí, era por si acaso. Aunque el restaurante de un hostal tampoco creo que pueda ofrecer comida mejor que la que haces en tu casa.
- Bueno, en realidad yo no cocino mucho.- Se rié.- Es Álvaro el que hace las comidas. Yo soy más de inventar ensaladas con cualquier cosa y, de vez en cuando, me da por la repostería.- Se hace un silencio, que empieza a ser incómodo, justo cuando vuelve a hablar.- Ten en cuenta que yo llegué aquí casi como vosotros, con dieciocho años. Yo entonces no sabía cocinar más que pasta y filetes, y aquí no he tenido a una madre que me enseñe a preparar comidas de verdad.
- ¿Y Álvaro sí la ha tenido?
- No, pero llegó el momento en que nos casamos y, aunque ya habíamos vivido juntos antes, deicidios que no podíamos comer siempre fuera. Así que alguien debía cocinar. Y como yo no mostraba mucho interés ni experiencia, él empezó a organizar las comidas y a probar. Se le daba bien, así que oficialmente él es el cocinero de la casa.
Nos quedamos un rato más hablando. Sobre Álvaro, sobre llevar un casa, y sobre Ariam en general. Es increíble lo sincera que es, lo cercano y comprensible que parece todo esto de las parejitas cundo de habla con alguien que parece que vivió una situación como la tuya. Aún así, yo no pasaré por eso de llevar una casa. Porque nunca la tendremos. Ni nunca nos casaremos. No viviremos en el lugar en el que nos secuestraron. Por muy acogedor que parezca.

Hasta que salgamos de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora