49. Marta

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Primer día de trabajo. Nacho me acompaña hasta el gimnasio, y se queda toda la mañana esperándome en el banco de un parque de enfrente. Dice que para tenerle cerca por si me pasa algo, tengo algún problema, o simplemente decido en el último momento que no quiero el trabajo. Yo le respondo que no diga tonterías y se vaya a dar una vuelta, a buscar trabajo o algo así.
- De verdad que no me aburro.- miente.- Siendo el primer día no quiero irme muy lejos por si acaso. Ya sabes que sigo sin fiarme de este sitio y de su gente. Y, ya que tú querido jefe no me deja estar contigo en la secretaría, me quedaré lo más cerca posible. Si todo va bien esta mañana, por la tarde mientras trabajes sí iré a buscar trabajo.
En realidad, yo me quedo muy aliviada al saber que estará a tan solo unos cuantos metros, que no estoy sola en este primer día de trabajo de mi vida. Estoy nerviosa pero también ilusionada, me apetece bastante ponerme ya en actividad, dejar de vaguear por el pueblo en busca de soluciones imposibles a nuestra situación. El trabajo me mantendrá la cabeza ocupada, e dejará menos espacio para esos pensamientos melancólicos, asustadizos y preocupados que me asolan desde que llegué el primer día a la selva.
Carol me ha dejado unos shots y una camiseta arreglada pero no demasiado formal. No podía presentarme ante Santi con la misma ropa que ayer... Supongo que algo habrá que hacer para solucionar el problema de la ropa si voy a venir aquí cada día. Pero eso me hace pensar en que me estoy acomodando demasiado en este sitio, que estoy pensando en comprar cosas que utilizaré a largo plazo... Y no me pienso quedar un largo plazo, claro que no. Empiezo a preocuparme de nuevo por lo surrealista y sinsentido de nuestra situación, por querer volver a mi vida normal, salir de aquí... "Pero para ya, Marta", me digo a mí misma. Pues voy a entrar ya en despacho de Santi y debo relajarme.
- Buenos días, guapa. Me alegra que hayas llegado puntual.- me sonríe y me invita a pasar. Yo lo hago, pero no me siento.- Esta es la lista de tareas de la que te hablé, me urge que te encargues de esto cuanto antes así que puedes empezar hoy mismo con ello y, si te sobra tiempo al final del día, empieza a organizar la agenda de horarios y pagos de los clientes. Tienes todo el material necesario en tu despacho, ayer ordené que te trajeran nuevos archivadores y demás. Cualquier duda me lo dices.- Habla con un tono neutral, aunque muy amable, y mirándome fijamente mientras se toma su humeante café.
Yo me despido y salgo a la recepción, donde se encuentra mi gran mesa con una estatería a cada lado y tres detrás, formando así un pequeño despacho abierto. Me siento en la cómoda silla y comienzo a leer las tareas, que no parecen muy complicadas. Sobre todo tratan de revisar y reorganizar el horario de las sales e instalaciones y de las clases, enviar correos electrónicos a todos los profesores de las distintas actividades presentándome como nueva secretaria y ofreciéndome "para todo lo que me necesiten", llamar algún que otro técnico para que arregle averías, llamar a los limpiadores y fijar su horario de cada día, responder demasiados e-mails de clientes (que obviamente Santi no se ha molestado en contestar), revisar que la carta y el menú de la cafetería siguen los estándares de salud y proteínas establecidos por Santi, etc. Es mucho, muchísimo trabajo. Es obvio que no me va a sobrar tiempo hoy, e incluso creo que necesitaré más días para completar toda la lista. Me pregunto cómo se las ha apañado todo este tiempo Santi sin secretaria, pues no parece que él se haya ocupado mucho de la administración de su empresa... Y al cabo de dos horas miro hacia su despacho, sin entender qué hace ahí metido todo ese tiempo si desde luego no es encargarse del negocio. O al menos eso me parece a mí, pues me ha mandado tantas tareas que no logro adivinar qué más puede quedar por hacer de lo que se ocupe él... Entonces aprovecho una duda que tengo para adivinarlo.
Llamo y enseguida abro un poco la puerta de su despacho, y observó que está frente al ordenador y con los cascos puestos. Apuesto a que está viendo una película, escuchando música o algo así.
- Perdona, solo quería preguntarte...
- Pasa chica, pasa.- me interrumpe, quitándose un auricular. Me empieza a molestar un poco que nunca me llame por mi nombre, sino con apodos como "jovenzuela, guapa o chica"
- Esque tengo una duda respecto a un cliente. Me pide si puedo pasarle el número de la profesora de Zumba, pues fue a probar una clase y quiere preguntarle si da clases particulares. Sé que en el reglamento que me pasaste pone que debemos dar total información a nuestros clientes sobre el profesorado y sus horarios....
- ¿Entonces?- pregunta enarcando una ceja, quizá algo impaciente.
- Pues que este chico, el cliente, pide su número personal, al que solo tenemos acceso el personal del gimnasio. Ha llamado insistiendo en que necesita ese número pues la profesora le ha causado una muy buena impresión y, bueno, en realidad todo esto lo ha explicado usando adjetivos algo indecorosos que deja ver que quiere el número personal de la profesora para algo lejos ser las clases de Zumba. Me preocupaba dárselo y que pudiera ser pesado y molestarlo porque, bueno, al fin y al cabo es su número personal y nosotros somos responsables de dárselo o no.- La verdad es que me estoy expresando bastante mal, pues no sé cómo explicarlo ya que ni yo misma sé que es lo correcto. Mi experiencia con clientes así es nula, por lo hablar de mi esperiencia como secretaria en general. Santi ha esperado impaciente a que terminara, jugando dándose golpecitos al bíceps aunque sin dejar de mirarme.
- Mira, nosotros no somos responsables de lo que haga o deje de hacer con su número de teléfono. Si el chaval dice que es para preguntarle por clases particulares, tú se lo das y punto. El gimnasio no debe meterse en la vida de los clientes, sino mejorarla y facilitársela en todos los sentidos, ¿entiendes? Es importante que entiendas eso en un principio y, por otro lado ¿cómo crees que debes actuar si tenemos en cuenta que queremos agradar a los clientes, y no cabrearles?- lo pregunta como un acertijo para niños, con un tono de pregunta retórica y obvia.
- Supongo que dándole el número.- murmuro sin rechistar.
- Pues ale, y aplicate esto que te he dicho para situaciones parecidas, siempre agradar al cliente. Que no se oiga ni una sola queja en la ciudad sobre "In Shape". En los últimos años me he ganado una muy buena reputación que por nada del mundo estoy dispuesto a poner en juego.
- Entendido. Siento molestarte.- digo, siempre con una sonrisa, acercándome a la puerta.
- Tú no me molestas, guapa.- Y se vuelve a colocar el auricular y centrar los ojos en la pantalla.
Tras llamar al cliente y darle lo que quería, sigo respondiendo e-mails de todo tipo. En algunos me piden información que, a pesar de estar perfectamente detallada en la página web, yo tengo que molestarme en facilitarles en el correo porque decirles un "viene en la página web" sería demasiado grosero. Y, tal y como ha dicho Santi, mi trabajo consiste en facilitarles la vida todo lo posible, que nada se interponga entre ellos y este gimnasio para que estén del todo satisfechos.
Y así transcurre la mañana, atope de trabajo. Sin embargo, me resulta entretenido e incluso me gusta. Siempre he sido muy ordenada y me ha agradado dedicarle cierto tiempo a la organización. A la 1 menos diez, cuando tan solo me quedan unos minutos para terminar, sale Santi de su despacho con su ropa de deporte habitual, una cantimplora en mano, y una toalla sobre un hombro. Se despide de mí con un saludo de mano rápido y se dirige a la principal sala del gimnasio. Está acristalada, por lo que puedo verle coger pesas y utilizar las máquinas, camuflándose entre sus clientes.
Como con Nacho un bocadillo donde Pedro, quien insiste en invitarnos y nosotros en pagar. Finalmente nos convence con la excusa de "para celebrar el nuevo trabajo de Marta". Ante su insistencia, les cuento con detalle qué he hecho hoy y cuáles son mis tareas. Nacho dice que es mucho trabajo y muy intenso, que así normal que me pague tan generosamente. A mí no me parece para tanto, hoy he acabado satisfecha y nada cansada aunque claro, es mi primer día. Después de comer me apetece estar un rato solo con Nacho. Aunque parezca una tontería porque solo han sido unas horas, le he echado de menos esta mañana y el sentimiento se agrava al saber que esta tarde tampoco estaré con él hasta la noche, y mañana por la mañana y tarde, y pasado mañana... Así que le propongo ir a la playa, más que nada porque la playa es el único sitio en el que no hay gente, y en el que podemos estar a nuestro rollo, en un paisaje natural y solos, como en la selva.
La selva, qué tiempos aquellos. Me parece que han pasado meses, recuerdo esas semanas con Nacho como algo cercano, pero no reciente. Y mucho más tiempo me parece el que llevo sin ver a mi familia, a mis amigos, sin ver mi ciudad. Cómo te pueden cambiar las cosas de repente, dormirte un día pensando que al siguiente te levantarás y no harás nada como un día más en el verano, pero despertarte en medio de la selva. O creer que en cuanto salgas de ese terreno silvestre interminable, que en cuento veas gente y civilización, estarás salvada, podrás volver con los tuyos, se acabará la pesadilla. Pero no. El fin de la selva significó el comienzo de algo peor, quizá no más incómodo, pero sí más extraño, que te hace replantearte todo y donde no encuentras más que preguntas sin respuestas. ¿Qué hago aquí? ¿Qué es eso de que Nacho y yo estábamos predestinados? ¿Cómo sabían de nosotros? ¿Cómo nos han encontrado? ¿Cómo nos secuestraron sin que nadie se enterara? ¿Nos drogaron? ¿Cómo sabían que vendríamos? ¿Cómo es posible que al llamar por teléfono a mi casa me digan que el número no existe? ¿Cómo es que este sitio está tán incomunicado? ¿Es posible que exista una pequeña ciudad en la que nadie sabe cómo salir, pero donde tampoco nadie se queja? Una ciudad que une parejas, un experimento... Las dudas son demasiadas, me agotan, sobrepasan y exasperan. Así que intentó echarlas a un lado, refugiarme en Nacho y olvidarlas por el momento. Me agarro en su brazo mientras andamos, y apoyo mi cabeza en su hombro. Él responde abrazándome con un brazo, y con el otro me coge la mano. No hace preguntas por mí suspiro, no comenta mi mala cara ni mi repentino acto de cariño, solo responde con su protección, con su forma de decir "aquí me tienes". Eso es lo que me gusta de Nacho, no habla cuando no te apetece hablar, sino que actúa. En la playa le digo que estoy agotada físicamente, por el calor, el trabajo y el camino hacia aquí. El me dice que no está cansado de físico, sino más bien harto de todo, agotado de luchar sin conseguir, de no comprender nada pero fingir que todo va bien, que es esta nuestra vida. Se apoya en una palmera y yo me siento entre sus piernas, me abraza por detrás y yo miro al mar. Sintiéndome afortunada de tenerle, de que sea tán genial y me haga sentir tan bien. De que estar con él sea sinónimo de descanso, paz, protección y esperanza. Y doy gracias a Dios por haberle conocido en circunstancias tan duras como esta; e intento pensar positivo y lo consigo, pues caigo en lo mal que esta alguna gente en países en guerra, en cómo vive la gente pobre, en lo mal que lo pasan los niños huérfanos, las mujeres en otros países. Entonces me doy cuenta de que no estoy tán mal, de que tarde o temprano volveremos a la normalidad, estaremos en casa y contaremos esto a todo el mundo como una anécdota increíble, una experiencia que daría para escribir un libro. Y entonces volveremos a la tán odiada rutina de estudiar, y será duro este año pues es el último en el colegio. Y me preocuparé de cosas sin importancia como qué ponerme para una fiesta, qué nota sacaré en un examen, o cómo va a ser mi relación con Nacho ahora que hemos vuelto a la normalidad y al instituto. Pero qué lejanas me parecen todas esa cosas, y cuánto hecho de menos preocuparme por cosas vanas y estúpidas, tener cerca a mis padres y quererlos lejos, acostumbrarme a tener un plato de comida en la mesa y ropa para cambiarme todos los días.
- Me aburriré esta tarde sin ti.- me confiesa Nacho.
- Hhmm.. Así que solo me quieres para eso, para entretenerte.- me hago la pensativa y pongo voz triste.
- Sabes que no.- responde tan solo, sin acompañar la frase de nada más, alguna palabra reconfortante, un gesto, un cumplido... Y yo sonrío porque me gusta así, me gusta que sea tan " duro", que nunca deje ver sus sentimientos demasiado, que sea difícil sonsacarle un gesto más cariñoso. Siempre me han gustado las cosas difíciles, no es interesante ni tiene gracia alguien que te adula todo el día, que te lo den todo hecho. Me llama más la atención un Nacho que para mí es un misterio, que nunca llegaré a comprender del todo.
- Es verdad, también para tener a alguien a quien molestar por las noches con tus ronquidos.
Los dos nos reímos, sabiendo que no ronca. Pero empieza a imitar los ronquidos, exagerándolos como si fuera un cerdo, y yo ya no puedo más de la risa. Aunque en realidad le digo entre carcajadas que pare, que es asqueroso. Pero no lo es, es gracioso la verdad.

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