54.Marta

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- ¿Qué tal se ha portado hoy el jefe?
- Bien. Quiero decir, que casi no le he visto. Esta mañana ha sido agotadora y me espera un tarde peor. Ha venido un grupo de empresarios que va a ha apuntarse al gimnasio por algo así como "ponerse en forma con los compañeros". Y Santi me ha utilizado de guía turística, así que he estado casi tres horas andando y mostrando a esos veinte gordos las instalaciones y cómo funcionan. Y, para colmo, han quedado tán satisfechos que van a decir a sus clientes que se pasen esta tarde, y voy a tener que explicarlo todo oootra vez.
- Vamos, que has hecho demasiado bien tu trabajo.- se ríe Nacho.
- Supongo. ¿Y tú qué tal?
- Pues he encontrado trabajo.
- ¿¡Enserio!?- exclamo emocionada, sin dejarle continuar.
- Sí, e incluso he empezado ya ha trabajar. Es en un bar-restaurante, trabajaré mañana y tarde, pero no en las comidas.
- Genial.- me encanta su horario, porque es igual que el mío.
- Y he conocido a Marcos, un tipo muy agradable. Y...
- ¿Y qué? - le apremio.
- Pues que me ha contado una cosa que, la verdad, me ha sorprendido mucho.
Nacho me cuenta su conversación con Marcos, añadiendo tras cada frase lo que pensó en ese momento. Y yo me río, porque parece incluso que hace aposta las gracias. Pero no, es su forma de ser. La noticia me pilla un poco desprevenida, pero no me sorprende tanto como a él. Y eso me entristece, pues parece que significa que él ha olvidado ya que no vamos a quedarnos. A mí poco me afecta el si estamos obligados a enamorarnos o no, pues no tenía pensado quedarme aquí a vivir. Obviamente. Parece que como aquí la gente nos trata bien hemos olvidado que nos secuestraron, que nos trajeron aquí a la fuerza y que hemos desaparecido durante semanas, meses, de nuestras casas. Parece que Nacho ha olvidado que nuestras familias deben estar desesperadas, sin tener idea de dónde estamos...
La comida pasa de forma normal, mónotona, casi aburrida. Por dentro estoy un poco de mala leche y eso se nota en mi relacción con Nacho. El también está afectado por lo ocurrido, pero por fuera es mi Nacho de siempre. Y yo lo admiro, porque una vez más me demuestra que unas horas a su lado no pueden ser del todo rutinarias. Me doy cuenta de ello al terminar el postre, el último flan de huevo del buffet. Nacho se queda mirándome media hora, y yo me río, nerviosa.
- ¿Qué pasa?- le digo, fingiendo molestarme.
- Nada.- Y se encoge de hombros.
- Entonces, ¿qué miras?
Me sigue mirando y no responde, entonces yo me agobio un poco y le tapo los ojos con la mano riéndome.
- ¡Para!- le digo, pero él me aparta la mano. Es algo intimidante su mirada. Bueno, la suya, y para mí que la de todos los chicos. Pero la de Nacho, con esos profundos y oscuros ojos marrrones, te hace sentir especial. Pero yo no quiero que me hagan sentir especial, pues no lo soy. Por eso me pongo nerviosa si me mira así, y por eso trato de taparle los ojos. Pero la verdadera diversión de Nacho llega cuando nos levantamos, con la idea de descansar un rato en la habitación. Nacho tira "sin querer" (evitarlo), la bandeja a una camarera. Yo me llevo las manos a la boca, sorprendida pues lo ha hecho aposta, y horrorizada por su grosería. Pero él me mira con una mirada que solo yo entiendo, con ojos divertidos. Entonces la camarera pone cara de fastidio pero, al levantar los ojos hacia él, cambia a una sonrisa.
- ¡Lo siento! No sé por donde miro... de verdad, perdóname.- le dice Nacho, con una voz horriblemente encantadora. Y se agacha a recoger la bandeja.- Espera, déjame ayudarte.
La chica no hace más que sonreír y perdile que no se disculpe, mientras intenta recoger las cosas torpemente debido a su embobamiento. Es rubia, pero no rubia como yo, que con el tiempo ya no tengo un rubio brillante. Sino rubio de verdad, natural como si fuera extranjera. Me doy cuenta que de es guapa, además, y entonces me entra cierto recelo al ver a Nacho hablar con ella. Han dejado la escena de "lo siento" y "no pasa nada", para llegar a una dinámica conversación acerca de diosabequé. Finalmente ella deja la bandeja en la barra, y juntos se acercan a mí. Yo sonrío, aunque cada vez me cuesta más a medida que se acercan y veo que es aún más guapa de lo que creía. Aunque la envidia sea mala, es algo inevitable para mí.
- Alejandra, esta es Marta.
- Encantada.- le digo, esta vez sonriendo de verdad.
- Marta, ¿sabías que Alejandra, aún siendo tan joven, llegó aquí hace ya más de nueve años?- me dice Nacho, sorprendido. O quizá más bien fascinado.
- ¿Enserio? ¿Y dónde está tu pareja?- Pregunto, intrigada. No quería que sonase como una pregunta acusadora, pero es justo lo que parece.
- Es Lucas,- me responde de buena gana.- luego si queréis os lo presento.
- Y... ¿os queréis?- la pregunta es algo atrevida, pero tengo demasiadas ganas de conocer los diferentes casos de este pueblo como para reprimirla. Miro de reojo a Nacho, esperando una mirada reprochadora por mi impertinencia. Pero no me mira, parece también intrigado en la respuesta. Ella, ante mi mirada atónita, empieza a reírse.
- Claro.- nos dice.- Estamos realmente enamorados, ¡y ya tenemos un hijo!
A pesar de su cara de Barbie, Alejandra ya tiene veinticuatro años. Y, al parecer, es la edad normal para tener hijos. Nos cuenta su vida con Nico, su peque, e incluso se muestra abierta a explicarnos con detalle su llegada a la ciudad y su paso por la selva. Lo relata cómo quién cuenta cómo se conoció con su actual marido, con un envidiable brillo en lo ojos... Por cierto, ellos dos no están casados, y eso no es reprochable en absoluto. Aquí la gente tiene hijos incluso a partir de los viente años, por eso no es de extrañar que la gente no se case debido a su juventud. Lo que es algo paradójico, pues en realidad se comprometen a estar toda la vida juntos (o al menos a vivir) con el mero hecho de vivir aquí.
- Esque llegamos a los quince años, y aquí la gente cuanto antes llega antes tiene hijos, pues unos pocos años con tu pareja son suficientes para querer formar una familia.- explica Alejandra a Nacho, antes su misma duda sobre los hijos.
Poco a poco mis envidias hacia Alejandra se disipan, me cae muy bien. Me recuerda en cierto modo a Carol, tán receptiva y paciente con nuestras dudas de principiantes. Aún así, sigo sin entender la intención inicial de Nacho al fingir que tropezaba con ella.

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