48. Nacho

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Por la tarde nos acercamos de nuevo al gimnasio para terminar de firmar el contrato. Marta firma dos o tres documentos, los cuales me empeño en leer después de ella, en los que se detallan el salario, el horario y las tareas de la empleada como secretaria. Pregunto a Santi si puedo estar los primeros días con Marta en la secretaría, ayudándola con su trabajo y acompañándola mientras yo no tengo ocupación. Su respuesta es clara, un rotundo no. Alude a que es ilegal que dentro de su horario de trabajo se le ayude, pues es ella la empleada y la que posteriormente cobrará. Además me dice que sería una distracción para ella y para los clientes, y que tras la mesa de secretaría solo debe encontrarse la secretaria. A mí no me parecen razones de mucho peso, pero no insisto pues él es su jefe y tiene todo el derecho legal de imponerle las condiciones que quiera.
- Tomad este adelanto, para que esta noche durmáis como se debe.- nos dice cuando nos disponemos a marcharnos. Nos entrega un sobre.- Un pajarito me ha dicho que dormís en la playa como mendigos, y no quiero que la reputación de mi secretaria se estropé incluso antes de empezar.- dice entre risas. Supongo que quiere que suene a broma, pero yo estoy seguro de que lo dice completamente enserio, no creo que nuestro bienestar le preocupe demasiado.
- Muchas gracias- respondemos nosotros. Pero Santi solo mira a Marta, como durante toda la entrevista de ahora y de esta mañana. La impresión que me ha dado este hombre es de alguien alegre pero no por ello feliz, amable pero solo para caer bien en la primera impresión. Seguro que más adelante le conocemos como un tipo borde y malhumorado cuando las cosas no suceden como él quiere. Me lo imagino regañando a Marta, enfadado por sus errores de novata, con las venas de su musculoso brazo hinchadas y los brazos cruzados para contener su puño tembloroso de rabia. La frente arrugada, dándole un aspecto de hombre algo más mayor. La escena no me hace ninguna gracia, espero que el Santi cabreado no sea tan malo como me lo imagino. Quizá estoy exagerando, pero esta ciudad me transmite una gran desconfianza hacia todo y todos. Va a ser el jefe de Marta y tarde o temprano tendrán sus más y sus menos, pero espero que sea tan correcto (por no decir educado, porque no lo es) como lo ha sido hoy con su nueva secretaria.
- Te espero mañana a las 10, jovenzuela.- la última palabra la dice sonriendo y como con retintín. Qué humor más raro tiene este tío. Santi me ha caído mal desde el principio, aunque obviamente delante de Marta intentaré disimularlo pues no quiero transmitirle este sentimiento hacia su jefe tan pronto.  Debo ser yo, que lo juzgo demasiado sin apenas conocerlo, pero la verdad es que no me ha causado muy buena impresión.
Al salir del gimnasio Marta está entusiasmada, y se alegra aún más al pensar que esta noche volverá a dormir en una cama. Nos pagamos una habitación en el "Hostal" de la otra vez, que es barato y no está nada mal amueblado. Cenamos en el buffet (esta vez pagando), y la recepcionista, Luna, nos saluda alegre de volver a vernos.
- Creo que voy a intentar dormirme ya, mañana debo despertarme a las 9 para no llegar tarde.- me informa Marta cuando estamos en la habitación.
- Vale, entonces me voy a la cama también.
- Es un gusto volver a dormir una habitación, cerrada con llave y con una temperatura perfecta. Era incómodo dormir a la intemperie, ahí con la inseguridad de estar en la calle, el frío de la brisa marina y el abrasador sol que nos despertaba por la mañana...- Reflexiona como para sí misma en voz baja, acurrucándose entre las impecables sabanas.
- Bueno, pues en la playa tampoco te quejabas.- le reto con una sonrisa. Me tumbo en mi lado de la cama, a casi un metro de ella.
- Quizá porque en realidad no era tan malo... lo digo ahora porque tengo algo mejor donde pasar la noche, pero en la playa no se estaba tan mal. La arena blanda y calor humano para quitarme el frío.- lo dice mirándome de reojo y con una media sonrisa, que no distingo si es de vergüenza o picardía.
- Sí, no puedes quejarte. Ya les gustaría a muchas estar en mi compañía una noche en la playa.- Por dentro me río al decírselo pero, como siempre, me contengo de que se note que estoy de broma. Creo que cuando digo las cosas con aparente seriedad puedo resultar muy convincente.
- Y aquí está el Nacho creído, arrogante y orgulloso que desde el principio he conocido.- me dice negando con la cabeza y poniendo los ojos en blanco. Parece algo molesta.- ¿Es que acaso crees que causas algún tipo de atracción en las chicas? Yo, cuando te veía en el instituto, sinceramente, no me fijaba mucho en ti.- Pone cara de compasión y por un momento me parece ver en sus ojos que se está partiendo de risa por dentro. Ya somos dos.
- Es que tú no te fijabas en ninguno. Siempre demasiado centrada, sin tiempo para otra cosa que no fueran las risitas con tus amigas y las clases. Pero te informo de que el resto de chicas alguna miradita sí que me echaban. De echo, algunas de tus amigas se quedaban en los recreos a vernos jugar al fútbol babeando.- En realidad, nada de lo que he dicho es mentira, todo eso es cierto que ocurría. Pero por supuesto lo digo como exagerando para que Marta no me considere un chulo. Aunque, en realidad, ya me lo considera y siempre lo ha hecho. Confiaba en que estas semanas que llevamos juntos se estuviera dando cuenta de que no soy tan inmaduro y prepotente como aparento en el colegio. Es una opinión que muchos tienen acerca de mí, y que supongo que me merezco, ya que no hago otra cosa más que jugar al fútbol todo el día con mis amigos y hacer que me echen de las clases por mala conducta. Quizá los chicos con los que me junto y mis amigos (amigos como Edu, que se junta con malas compañías como esa novia suya, Sofía) sí que estén este año únicamente centrados en lo superficial y se pavoneen por el colegio fardando y silbando a las chicas. Sin embargo, yo en el instituto soy más callado, más de hablar solo con mis amigos o para decir y hacer tonterías en público y conversar de fútbol con las chicas que me preguntan. Pero es normal que me etiqueten como un chico igual que los de mi grupo. La propia Marta tenía esa visión de mí, y no es que yo me esforzara por aparentar otra cosa.
- Bueno, esque mis amigas tienen las hormonas un poco revolucionadas.
- Y seguro que tú también, aunque sabes ocultarlo mejor.- Sé que Marta también se fija en los chicos del curso, que no le es indiferente un chico con buen cuerpo que otro normal. Solo que creo que ella es más madura, o al menos eso parece, y que intenta aparentar que los chicos que se fijan en ella no le importan para hacerse la dura.
- Quizá.
- Uyyy, pues entonces debería preocuparme que tu jefe esté tán mazado... No vaya a ser que te desvíes del trabajo por distracciones.- esta vez sí que se lo digo riendo.
- No digas tonterías, me saca por lo menos diez años.- me responde a la defensiva.
- El amor no tiene edad... - empiezo a canturrear, y le echo la sábana sobre la cara para molestarla más. Se empieza a reír debajo de la sábana y luego se la quita de encima para intentar dame con ella.
- Pero parece que la estupidez sí. - dice negando con la cabeza y sonriendo.- A ver si maduráis ya los chicos del curso, que no todo en la vida es el sexo opuesto.
Yo sonrío y me doy media vuelta, dándole la espalda a Marta. Parece que el gesto le molesta algo (objetivo conseguido), pues apaga la luz y se acurruca lo más lejos posible sin decir palabra. Dejo que pasen unos minutos antes de decir nada.
- Buenas noches, guapa.- No lo digo como piropo para que no se enfade, sino que me sale solo el cumplido. Es más, creo que preferiría no habérselo dicho. Aunque qué más da, es una tontería y guapa sí que es.
- No me llames guapa y duérmete ya.- Y ahí está la Marta que conozco. Lo dice con cierto tono molesto pero sin ser borde.
- Vale.- susurro. Me acerco más a ella, que me da la espalda, y le echo un brazo por encima. Ella no lo aparta, pero tampoco me da la mano como hace a veces. Al poco tiempo suspira y susurra un "buenas noches".

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