La tarde se me hace insoportable, lo que me recuerda al pensamiento que últimamente tanto me ronda de qué haré cuando volvamos. Cuando todo vuelva a ser cómo antes: qué haré sin Marta, sin verla todos los días. Eso no significa que no quiera regresar, lo deseo ahora mismo más que nada del mundo y voy a hacer todo lo posible por llevarnos a Marta y a mí de vuelta cuanto antes. Sin embargo, todo este tiempo me ha hecho cogerle tanto cariño que ya se me hacen eternas las horas que no paso con ella. Aunque sea sin hacer nada, sentados y sin hablar, pero al menos con ella. Pero es normal, ¿no? Podría multiplicar las horas que tiene un día por la cantidad de semanas que llevamos desaparecidos, y me saldría un número increíble de horas a su lado. Horas duras, de confusión, miedo e impotencia, pero en las que sólo he encontrado el consuelo en ella, las fuerzas para no desmoronarme.
Y míranos ahora, ella trabajando y yo aquí, frustrado y aburrido. Quién iba a decirnos hace unos días cuando llegamos que acabaríamos buscando trabajo en este lugar que tanto odiamos, que nos ha quitado nuestra libertad. Solo de pensarlo me pongo malo, siento que estamos cediendo y nos estamos resignando a aceptar nuestro supuesto "destino", ese destino que, sorprendentemente, todos y cada uno de los habitantes de esta ciudad ha terminado por aceptar. Pero nosotros no somos así, seremos la excepción. No nos dejaremos convencer. Lo juro.
Pero ahora debo buscar trabajo, hacer algo para arreglar esto de dormir y comer como mendigos. A mí, sinceramente, no me importaba la situación de antes porque significaba estar más con Marta y recordarme constantemente que este pueblo (lo seguiré llamando pueblo aunque sea una ciudad) nos tiene aquí presos, que no es nuestro amigo. Acomodarnos en el Hostal es como ponernos cómodos para quedarnos un largo período de tiempo, y eso no va a pasar. Pero obviamente no voy a negar la parte fisiológica, no negaré que mi cuerpo ha agradecido dormir en una cama, comer de verdad; y que mi conciencia está más tranquila ahora que no abusamos de la hospitalidad de Carol y Álvaro, ahora que Marta está más segura no durmiendo en la calle.
Creo que volveré a pedirle a Santi que me dé un trabajo, que insistiré y me ofreceré para lo que sea, cargar material del gimnasio de un lado a otro, fregar los suelos, yo que sé. Pero lo que sea para tener un trabajo al lado de Marta, para verla todos los días y, ya de paso, asegurarme de que está bien. Esque no me imagino en un trabajo, y Marta en otro bien lejos (aunque solo sean unas calles de distancia). Desde que llegamos a la selva hemos estado juntos, hemos afrontado esto unidos, y ahora no deberíamos separarnos durante el día, ni aunque sea por la buena causa de ganarnos la vida.
Por otro lado, no paro de ver a chavales mazados entrar al gimnasio, y me apuesto lo que sea a que echan miraditas a Marta. ¿No puedo entrar ahí? ¿Aunque sea para sentarme en la sala de espera y hacerme pasar por un cliente? Según Santiago no, no puedo y me lo prohíbe. Pero en este momento a mí me importa bien poco lo que me prohíban o no, ¿qué puede hacerme? Ni siquiera tiene poder sobre mí si no trabajo para él. Así que entro.
Sonrío a Marta y miro hacia los lados, no hay monos en la costa.
- ¡¿Qué haces aquí dentro?!- me susurra sorprendida, mirando hacia los lados para segurarse de que no me ven. Intenta poner cara de reprimenda, pero se ha alegrado al verme.
- Quería verte. Pero no te preocupes que me siento ahí y me pongo a leer unas revistas o algo para pasar desapercibido.
- Estás loco, si te ve Santi te mata. Cree que puedes ser una distracción para mí y, en realidad tiene razón. Aunque a mí eso no me importa, pero la cuestión está en que como te vea es capaz incluso de echarme.- Parece realmente preocupada, me da que que en un solo día ya conoce a su jefe mejor que yo.
- No lo creo, no te va a despedir por una tontería que ni siquiera es culpa tuya. Yo me siento y no hablo, lo prometo.
- No lo entiendes, Santi pasa por aquí de vez en cuanto para ir a la cafetería o al gimnasio. En serio Nacho, vete. Por favor.- Su súplica es sincera, así que accedo. Pero no como ella espera.
- Vale, me voy.- Comienzo a andar hacia el despacho de su jefe. Ella sale corriendo de su escritorio para detenerme.
- ¿Qué haces?- parece enfadada, como si la estuviera sacando de quicio.
- Me voy, pero a hablar con Santi. Le voy a pedir que me dé un trabajo aquí. Le diré que un sueldo mínimo, que me ponga a hacer los peores trabajos, pero que trabajar voy a trabajar aquí.
- No aceptará, no le faltan empleados y seguro que para él es un inconveniente por si me desvías de mis tareas.
- Déjate ya de las tonterías de las distracciones, si no quiere que trabaje contigo no será porque te malinfluyo, sino porque soy tu supuesta pareja y no me quiere aquí.
- En cualquier caso, no vayas a hablar con él. No conseguirás nada más que que nos coja manía. Enserio.
Pero justo se oye cerrarse la puerta del despacho del susodicho. Marta me grita en silencio que me vaya corriendo ahora que puedo. Yo me quedo donde estoy.Comentad qué os ha parecido este capítulo!
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Hasta que salgamos de aquí
Novela JuvenilUna noche, Marta se despierta en el campo. No sabe dónde está, ni quién, cómo y por qué la han enviado allí. Sólo sabe que está en un claro, tiene una manta y una cantimplora vacía, y no está sola. Luego está Nacho, justo después de aquella pelea se...