9.Marta

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Me alejo de Nacho, y a sólo unos metros veo una parte en la que el río se ensancha formando una especie de lago. Me encantaría poder asearme del todo y quitarme aunque sea la camiseta y el pantalón, y darme un buen baño. Si se ha quedado allí es porque quiere dejarme esa intimidad. Miro para atrás, no veo a Nacho y por mucho que mire por los lados tampoco; no puede verme. Me quedo en ropa interior y dejo las prendas en la rama de un árbol.
Con cuidado para no resbalarme, me meto en el río. Es un gustazo poder zambullirme por completo y sentir cómo mis músculos se relajan y mi piel se limpia por fin. El agua está bastante fría, pero no me importa. No puedo parar de sonreír, de entrar en el agua y salir sólo para coger aire. Es la primera vez que me siento feliz en estos tres días. Por eso me tomo mi tiempo, y me quedo un rato largo sin importarme que esté Nacho ahí esperando. Hasta que oigo su voz.
-Mmm... ¿María?- me grita con voz insegura.
Que extraño, ¿por qué me habrá llamado María?
- ¡Ya voy!- respondo de todas formas.
Me visto lo más rápido que puedo, aunque mi cuerpo sigue mojado. Ando un poco y enseguida le veo.
- Te has tomado tu tiempo- me dice con cara divertida.
- Ya, es que estaba en la gloria. Oye, ¿por qué me has llamado María?
- ¿María?- Me pregunta extrañado.- No, he dicho Marta.
- No... Has dicho María- insisto, cada vez menos segura.
- Bueno, me habrás entendido mal- responde quitándole importancia. Y se da media vuelta para que le siga.
Por el camino recoge más plátanos para la comida y, cuando le propongo coger unos frutos de un árbol que tienen muy buena pinta, no me deja. " Podrían ser venenosos. ¿Es que no has aprendido con las pelis a no coger lo que encuentres por el campo?"- Me dice. Yo sólo quería variar, creo que vamos a acabar hartos de plátanos si los comemos todos los días. Bueno, al menos nos proporcionarán la suficiente energía para hacer estas caminatas tan largas.
Después de esto no volvemos a hablar, y al llegar se sienta a unos metros de mí y come sin siquiera mirarme. Y yo que creía que a partir de ahora sería más fácil la comunicación entre nosotros... Supongo que me equivocaba. Al terminar,  yo también decido echarme la siesta, caminar al sol me ha dejado exhausta.
Me despierto enseguida, estoy sudando. He tenido una pesadilla, Nacho me miraba a los ojos y me decía: "María, no saldremos nunca de aquí, asúmelo ya." Supongo que parte de la pesadilla ha sido que me vuelva a llamar María, sigo sin entender por qué lo ha hecho y luego lo ha negado. ¿Es que echa de menos a alguna persona, y esa persona se llamaba María? Es difícil saberlo, apenas sé nada de él. Además, en realidad eso no es tan importante. Le estoy dando demasiadas vueltas a un simple malentendido.
Nacho ya se había despertado a causa de mis gritos y, en cuanto me despierto y me callo, se vuelve a dormir. Yo estoy demasiado despierta ya y no quiero volver a soñar pesadillas, así que me levanto y me pongo a correr alrededor del perímetro. Hay que ver lo que hace el aburrimiento. Descanso cada diez minutos para beber agua y, cuando se termina, paro. Iría a rellenar la cantimplora, pero no me sé el camino demasiado bien, seguramente me perdería.
Así transcurren las horas hasta la cena, yo inventando mil cosas para entretenerme y Nacho roncando. Aunque hay un momento en el que le miro y le veo con un ojo medio abierto y una sonrisa en la cara, en cuanto me ve vuelve a hacerse el dormido rápidamente. Me da la impresión de que me estaba observando a escondidas. Cenamos plátanos otra vez, pero ahora nos sentamos juntos. Yo intento romper el hielo diciendo lo primero que se me pasa por la cabeza.
- Las latas no estaban más ricas, pero al menos eran variadas.
- Sí, pero seguro que no estaban conseguidas con tanto esfuerzo como estos plátanos. - Dice, y se ríe al recordar su caída desde un árbol cuando intentaba arrancar el racimo de plátanos más alto. Según él, esos eran los más buenos y maduros.
- Eso no te lo pongo en duda.- Le respondo, y hago eco de su risa.
Estoy descubriendo una parte de este chico que nunca imaginé. El Nacho que veía nunca me pareció tan amable y atento como lo fue anoche cuando lloré, ni con este sentido del humor que tiene. Para mi sorpresa, al dormirnos no se aleja de mí, sino que se acurruca bastante cerca y me da las buenas noches. Pero no puedo conciliar el sueño, así que le hago una pregunta para comprobar si está despierto.
- ¿No tienes frío?- La verdad es que sí que hace una brisa un poco incómoda para dormir.
- Frío, no- No esperaba su respuesta, así que me sobresalto un poco al oír su voz.- Pero sí que hace un poco de aire.
- ¿Quieres la manta?- Se lo pregunto por cortesía, pero la verdad es que no creo que pueda dormirme sin ella. Tampoco le pregunto si quiere "un poco de manta", porque ni me planteo tener que acurrucarme a su lado para que llegue para los dos.
- No te preocupes, quédatela tú.
- Gracias- le digo con un poco de vergüenza.
Pasa un rato y esta vez es él quien empieza a hablar.
- Oye, tu tampoco te acuerdas de como llegaste, ¿no?
- No, lo último que recuerdo es acostarme en mi cama, y después me desperté aquí.- No quiero llegar a la parte en la que decimos que esto es muy raro, y que no sabemos cuándo volveremos, y pensar otra vez en eso. Así que no digo nada más.
- ¿Me viste esa noche?- susurra.
- Sí, pero no te reconocí.
- Aún así, ¿por qué no te acercaste?- cuestiona.
- Y tú, ¿me reconociste?- pregunto para esquivar la pregunta.
- No, pero no me has respondido- insiste. ¿Y qué le importa?, ¿acaso se acercó él?
- Pues no lo sé, también tú podrías haberte acercado.
- Sí, pero te habría asustado porque no sabías quién era. Y aunque lo hubieras sabido, seguro que también.- Lleva razón, pero me molesta que lo sepa tan bien.
- Bueno, lo mismo podría haber pasado si me acercaba yo.
Se ríe. Espero a que diga algo, pero como no dice nada, me frustro y acabo preguntado:
- ¿Qué?
- Pues que sabes perfectamente que a mí no me habría asustado que una chica se me acercara por la noche.- Me está poniendo de los nervios haciéndose el listillo.
No respondo y se vuelve a reír.
- Enserio, ¿qué te hace tanta gracia?
- Nada, deberíamos dormirnos.
- Tú haz lo que quieras, yo me dormiré cuando me de la gana.- le digo un poco enfadada. Su comentario me ha molestado insconscientememte más de lo que creía, y ahora me sale estar borde con él.
- Ey, ey, tranqui. Pero sé que eso significa que quieres seguir hablando, porque no te puedes dormir.- Otra vez acierta.
- Oye, y por qué no me cuentas tú lo que lo que pasó antes de despertarte aquí. ¿También estabas durmiendo en tu casa?- Le pregunto para cambiar de tema, y porque de verdad me interesa.
- Durmiendo sí, pero no en mi casa.
- Ah, ¿entonces dónde?- hay que sonsacárselo todo.
- Eso es de mi incumbencia.
- Vale- suelto lo más borde que puedo, me doy media vuelta para no mirarle e intento dormir.

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