Recorro el perímetro conocido, es decir, los lugares por los que pasamos cuando vamos al río. Es la única zona que hemos explorado, así que Marta debe de estar por aquí. Hago todo el recorrido del río a nuestro claro y de nuestro claro al río, me lleva casi dos horas, pero nada. Apenas llevaba diez minutos ya he comenzado a estresarme, pero me he obligado a centrarme en la búsqueda y a no preocuparme antes de tiempo. Pero ese tiempo ya ha pasado, según ando voy gritando su nombre, pero no hay respuesta.
Que no esté en la zona conocida sólo puede significar una cosa, se ha perdido. Quizá haya querido hacerlo para esconderse de mí, pero ahora no sabrá regresar. Empiezo a agobiarme pensando en lo difícil que será ahora encontrarla. Tendré que perderme yo también y buscar por toda la selva... imposible encontrar a alguien por una zona desconocida que puede medir nosabemoscuantos kilómetros. Me imagino a Marta, corriendo por la selva llorando, sin apenas fijarse por donde va, sólo huyendo. Huyendo de mí. El sentimiento de culpabilidad vuelve a acaparar toda mi mente, todo esto es por mi culpa. Marta está perdida en una selva por mi culpa, y en unas horas anochecerá y ya si que será del todo imposible encontrarla. Me vengo abajo, literalmente. Mis piernas ceden y me encuentro arrodillado en el suelo, con lagrimas en los ojos. ¿Con lagrimas en los ojos? Por un momento, la sorpresa sustituye al miedo y la culpabilidad. Nunca había llorado por una chica... Nunca me lo habría permitido, y ahora mira. Pero no estoy llorando por una chica cualquiera, no lloro porque una chica me haya dejado ni nada por el estilo, yo no soy así. Estoy llorando por Marta, porque la he metido en una situación imperdonable; eso es diferente así que no me castigo por llorar por ella, pero me advierto mentalmente que sólo me lo debo permitir con ella... La imagen de Marta sola en este sitio por la noche hace que reaccione, que me ponga en marcha. No puedo dejar que la debilidad me gane, debo dar con ella antes de que sea tarde en vez de estar lamentándome por lo que pueda pasar, porque si la encuentro podré evitarlo. En realidad no sé por qué pienso que pueda pasarle algo, en la selva no hay nada más que oscuridad y... Bueno, en realidad no lo sé, porque nunca he estado en la selva de noche, solo en nuestro claro.
Aunque llevo horas andando, es lo que necesito. Si me paro volveré a caer y no me lo puedo permitir. Estaré toda la noche despierto, si es necesario, hasta encontrarla. Su nombre no para de repetirse en mi cabeza, y mi voz lo exterioriza en un grito de urgencia. Estoy muy perdido, hace tiempo que salí de la ruta que lleva al río, pero no me importa. Si Marta se ha perdido yo me perderé para encontrarla. En esto oigo un grito ahogado, pero en apenas un susurro. Tengo que pararme para comprobar que lo he oído y no es fruto de mi imaginación. Se repite, es Marta que grita mi nombre. La alegría y urgencia de encontrarla hace que me mueva más rápido, guiándome por la voz. Al principio no es nada fácil, porque si apenas puedo oír el grito, cómo saber de dónde viene. Pero poco a poco la voz es más clara, y puedo moverme más rápido. Al cabo de unos minutos la distingo perfectamente, y puedo apreciar en el tono de su voz que está llamándome desesperada, y está llorando. -¡Marta!- grito todo lo fuerte que puedo cuando estoy lo suficientemente cerca. Ella me sigue llamando, pero creo que no me ha oído.- ¡Marta!- repito.
Entonces sí hay respuesta, y noto la desesperación en su voz. ¿Qué le puede estar pasando para que me llame así? Su tono de voz no suena a que simplemente esté perdida. Me intento mover más rápido, llegar lo antes posible hasta ella y hacer que aquello que le esté haciendo daño cese. Me viene un mal presentimiento, no me gusta nada la urgencia de ese grito. ¿Qué te están haciendo? Se pregunta mi mente constantemente, pero se supone que esa pregunta no tiene sentido, pues no hay nadie en la selva. Bueno... quizá sí sea la pregunta acertada y resulta que sí que hay alguien más en la selva. Y cada llamada de Marta me lo confirma, es imposible que ella sola esté así de mal, debe estar con alguien. Suena como si la torturasen, y es una idea que me resulta insoportable, y que en una milésima de segundo dispara mi rabia, convirtiéndome en un animal enfurecido.
Llego al sitio, y de algún modo me esperaba lo que veo; bien, tengo algo con lo que desatar mi ira, algo que destruir. Aunque lo primero que habría echo hubiera sido ir a por Marta y asegurarme de que está bien y todo eso, a ella no puedo prestarle atención en este momento. Así que no dejo que la sorpresa de la escena, las ganas de ir con ella o mi propia furia me detengan. En vez de eso, pongo todos mis sentidos en ese instinto animal que se ha disparado en mi interior, el que me deja ciego de rabia y me hace actuar dejándome llevar por lo que quiere mi cuerpo, ignorando por completo mi mente. Me avanzo sobre él sin pensarlo dos veces.Comentad qué os ha parecido este capítulo!
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Hasta que salgamos de aquí
Teen FictionUna noche, Marta se despierta en el campo. No sabe dónde está, ni quién, cómo y por qué la han enviado allí. Sólo sabe que está en un claro, tiene una manta y una cantimplora vacía, y no está sola. Luego está Nacho, justo después de aquella pelea se...