61. Marta

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Hoy he conocido a Jaime, un camarero del bar en el que trabaja Nacho. Resulta que él no llegó con una pareja, sino que nació aquí. Sus padres son de la generación anterior, son ellos los que llegaron juntos de la selva. Me he enterado de que "Ariam" lleva ochenta y muchos años en marcha, por lo que hay habitantes que son ya abuelos. Parece mentira que la ciudad fuera construida hace tanto, pues resulta tan nueva, limpia y acogedora. Pero dicen que eso es porque la cuidan mucho y el alcalde hace plan de renovación cada diez años; se tiran algunos edificios antiguos y se crean nuevos, se modernizan las instalaciones, etc.
Jaime es un chico bastante atractivo. De esos que cualquiera diría que es guapo, pero que a mí, precisamente por su perfección, nunca me llamará la atención en ese sentido. Es innegable que está muy bien de cara y cuerpo, pero yo tengo mi propia política con esos chicos. Para empezar, yo siempre he pensado que cuanto más guapa o más agradable es una persona, y esto lo aplico para ambos sexos, menos atención hay que prestarle pues ya se la prestan mucho los demás. No es que por ello me caiga mejor o peor esa persona, es solo en cuanto a la atención extra que se le debe mostrar. Así, mi política anti-chicos-demasiado-guapos se basa en lo siguiente: cuando un chico es muy atractivo, es obvio que tendrá muchas seguidoras, por lo que yo no debo ser una de ellas (por eso de la atención que he explicado antes). Además, por lo general la gente excesivamente guapa se cree superior, por lo que, si es posible, nunca debo dejarme caer en las redes de uno demasiado perfecto pues siempre pensará en su interior que puede dejarme cuando quiera y conseguir algo mejor. Sé que estos pensamientos míos son un poco paranoicos, y quizá demasiado orgullosos, pero es así como yo lo veo. Pero, repito, no por ello cambio mi trato de amistad con los chicos y chicas muy agraciados físicamente.
En cuanto a personalidad, Jaime es como el típico chico de gimnasio que la cabeza no le da para mucho más. Me sorprende no haberle visto por "In shape", será que se va a la competencia. Lo que está claro es que se entrena, y muy a menudo. Sus brazos musculosos lo confirman. Y sé que iba a hablar de personalidad y no de físico, pero esque lo del gimnasio tiene mucho que ver. Parece, como he dicho, el típico que se pasa el día en el gimnasio, y además bastante corto de neuronas. No es que lo primero vaya siempre unido a lo segundo, pero en este caso claramente sí. No me gusta juzgar sin conocer, pero con Jaime desde la primera conversación lo he notado: es despreocupado, alegre pero a la vez impulsivo y algo palabrotero, mira mucho a las chicas que entran en el bar, ha afirmado que solo trabaja porque lo necesita y que lo dejará en cuanto se saque el título de entrenador personal, no le interesan mucho los asuntos intelectuales y, aparte de temas superficiales, sus conversaciones tratan sobre todo de experiencias heroicas o graciosas que ha vivido. Con todo esto, me cae bien. Al menos por ahora. Espero conocerlo mejor.
Lo hemos conocido al ir a merendar al bar-restaurante de Nacho. Al parecer, Jaime trabaja las mismas horas de Nacho pero en fin de semana, así que es como si le supliera. Es él quién nos ha atendido como camarero, y la conversación ha empezado cuando a Jaime se le ha olvidado ponerle nata a mi batido.
- Perdóname, ahora mismo te la pongo. Y no es que se me haya olvidado, es por la máquina de nata. Funciona cuando le apetece, y antes he probado y no salía bien. Iba a decírselo a uno para que la arreglara pero se me ha ido la cabeza y, entre unas cosas y otras, te lo he traído sin nata. Voy a probar a ver si funciona ya.
- Si no funciona, díselo a Marcos, él sabe arreglarla en un pis pás y le he visto por ahí.- ha intervenido Nacho, señalando.
- Ah, conoces a Marcos, ¿trabajas aquí?
- Sí, entre semana. Me pasa lo mismo con la nata.
Y así, han empezado a reírse y a intercambiar experiencias entre pedido y pedido que hacíamos a Jaime. Al final, le hemos invitado a sentarse para que pudieran comentar sobre sus compañeros, el resto de camareros. Se han puesto a hablar un rato sobre los clientes: los impacientes, los maleducados, los que dejan demasiada propina, las chicas que les tiran los tejos delante de su pareja, los que piden demasiado y se dejan la mitad, etc. Parece que Nacho y él han congeniado genial. Así que, al final, Jaime ha terminado por contarnos su historia y, para mi sospreaa, no ha hecho preguntas sobre nuestros días en la selva ni nuestra relación, como suele hacer el resto.
- Yo, y no os lo toméis a mal, estoy feliz de no ser una de esas parejitas que llegan de la selva. Es horrible, llegan todas taaan acarameladas... o casi todas. Estos últimos, los casos extraños, son mis favoritos, esos que llegan y no se soportan, o a la chica le da asco el chico y a él le gusta ella... Al alcade estos casos le exasperan, pero yo me parto de la risa. Y casi siempre soy de los pocos que convence a la pareja de que ignoren al resto, que si no quieren no estén juntos y se vayan con quien les dé la gana. Una vez llevé a un amigo, que había llegado hace poco, al gimnasio a buscar chicas para él para que así olvidara de su pareja de la selva, que no le correspondía. El propio alcalde vino a visitarme y me echó una charla, muy indignado, porque decía que yo "no fomentaba la unión natural que se desarrolla con el tiempo entre las parejas recién llegadas".- tras esto, Jaime suelta una carcajada.- Bueno, el caso es que eso, que es genial ser nativo y no nuevo. Porque así puedo ir por ahí libremente teniendo la novia que me dé la gana, y no me arriesgo a que la gente me mire mal si no me caso con mi pareja de la selva. Eso es decidir por tí mismo tu destino.
Y así seguimos, Jaime hablando sin parar y nosotros dándole la razón y riéndonos con sus críticas a todos. Además, nos enseña varias frases echas de la ciudad, todas con temática amorosa como: "quien espera, bien recibe" (dedicado a aquellas parejas que en un principio no congenian pero con el paso del tiempo se dan cuenta de que están echas el uno para el otro) o "no esperes que la selva vuelva" (esta frase se utiliza mucho cuando la gente se lamenta de inconvenientes de la ciudad, o de la vida en general. Se refiere a que no esperes que las cosas sean tan buenas como lo eran en la selva, donde estabas solo con tu pareja y podías hacer lo que te diera la gana. Según Jaime, este refrán lo utilizan mucho las madres y las abuelas cuando sus hijos se quejan de algo.)
- ¿Pero sales a correr todos los días?- pregunto, interesada. Antes de que me secuestraran iba de vez en cuando a correr. A veces con un amigo, pero casi siempre sola. Lo prefiero.
- Más bien todas las noches. En verano es horrible correr con el sol y, por las noches, aunque hace también calor, el clima es como más cómodo... y más húmedo también.- explica. Y yo en ese momento siento que me ha leído el pensamiento. Siempre he adorado correr por la noche, sobre todo en la playa. Allí salgo en cuanto anochece y hago deporte con ese ambiente cálido y pegajoso que tanto me gusta. Se suda más en la playa, sí, pero también se respira mejor. Sin embargo, cuando corro en Madrid no es tán reconfortante. Salgo por el carril bici o por la acera de cerca de mi casa, que es una zona puramente residencial. Esto facilita que haya menos coches, pero también menos gente. Y, por eso, en verano, que no anochece hasta tarde, no me dejan salir a correr por la noche. "Es peligroso correr por ahí sola a las once de la noche, Marta", me dice mi madre. Y lo peor es que ella no sabe que a mí me gustaría incluso correr aún más tarde, a la una o las dos de la madrugada. A esas horas no hay gente, y el calor de verano se convierte en un ambiente cómodo y reconfortante. Me encanta la sensación de calma, paz, y a la vez cierto misterio, que proporcionan las luces de las farolas en contraste con la noche cerrada, donde la luna es la única estrella. Es sabido entre mis amigos que además adoro el calor, por lo que mi hobby preferido en verano es andar por las noches. Sé que suena algo extraño, pero hay pocas cosas que me hagan tán feliz como las noches cálidas. Sin embargo, mi sueño se ve pocas veces cumplido debido a los miedos y prohibiciones de mis padres. Por eso, por esta incompresible tendencia que tenemos todos a querer lo prohibido, muchas noches en mi cama sueño con escaparme por la ventana y salir a andar por ahí, yo sola con la noche. Además, ese deseo de salir aumenta al tener tán fácil escapatoria, pues vivo en un piso bajo. Sé que ya me habría escapado alguna vez de no ser por las rejas de las ventanas. Bueno, las rejas y mis padres. Yo soy, por decirlo así, una buena hija. Si algún día hiciera algo así ellos perderían la confianza en mí y no me dejarían cierta libertad nunca más. "Pero, oye, que aquí no hay padres", pienso. Así que en realidad puedo correr siempre que quiera por la noche; o dormir alguna vez en un banco por gusto, como si fuera una sin techo; o salir a dar una vuelta por la playa hasta las tantas... Solo de pensarlo sonrío, y finalmente terminó proponiendo a Jaime salir a correr alguna noche juntos.
- Pues cuando quieras, ya sabes que yo salgo todos los días. Nunca falto, si alguna noche he quedado con amigos, pues salgo más tarde, o antes, depende del caso. Mira, hoy mismo voy a salir a las doce, si quieres te apuntas.
- ¡Sí!- exclamó, quizás demasiado emocionada para alguien que no comprenda mi "amor por la noche".
- ¿Tú te vienes?- pregunta Jaime a Nacho.
- Yo no soy mucho de correr, tengo problemas de corazón.- responde. Lo miro rápidamente.
- ¿Enserio? No lo sabía.- él asiente, aparentemente sin expresar ninguna emoción.- Menuda mierda.
- Sí, pero bueno. Lo tengo controlado. Eso no me impide jugar al fútbol ni nada, siempre y cuando pare si noto que me va a dar un chungo.- se ríe.
- No tiene gracia.- le digo, en realidad también riéndome un poco.- ¿Alguna vez te ha pasado algo grave?
- Sí, el año pasado, sin ir más lejos. Y además en el instituto. Estaba en el recreo jugando al fútbol y me empezó a doler el pecho cuando iba directo a la portería. Ignoré el dolor solo unos segundos, los justos para conseguir chutar el balón. Pero debería haber parado, porque al final me dió un ataque y me desmayé. Vino la ambulancia y todo eso, pero tampoco fue luego para tanto, en unos minutos me desperté y el dolor había pasado. Me hicieron pruebas toda la tarde y al día siguiente me dieron el alta.
- Qué chungo, tío.- se lamenta Jaime.
- ¿Vino la ambulancia al insti?- pregunto yo.- Ay, es verdad. Ya me acuerdo. Me dijeron que había sido por un chico del curso, pero no supe quién.
- Pues ahora lo sabes.- se rié un poco.

Hasta que salgamos de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora