39. Nacho

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Tomamos asiento en los sillones. Sillones en los que nos informaron de la mayor sorpresa que hayamos podido recibir en nuestras vidas. Sillones en los que nos sentimos engañados, traicionados y manipulados por el gobierno de una insignificante ciudad. Sillones que, nada más verlos la primera vez, creímos que nos darían las respuestas que tanto ansiábamos. Qué equivocados estábamos.
Pero esta segunda vez, somos algo más conscientes de a lo que nos enfrentamos, sabemos de qué madera está hecho este hombre, y cuáles son sus intenciones para nosotros. Pero a eso hemos venido, a negarnos a obedecer sus decisiones. O como él lo llama, a negar "nuestro destino".
- Ya sabrá por qué estamos aquí.- Me dirijo a él nada más sentarme. Mirándole casi con desprecio, como al hombre que pretende arrebatarnos nuestras vidas de antes. Pero, como él no dice nada, prosigo.- Vamos a irnos de Ariam, y no venimos a pedirle permiso, solo a que nos muestre el camino de regreso a... - ¿qué digo? ¿a casa? ¿a Madrid?...ninguna palabra parece la correcta.- al mundo normal.- concluyo por fin.
- Mira... Nacho, ¿verdad? - Asiento, pero enseguida me arrepiento. Todo gesto que me sonsaque me parece que es ponerme de su lado.- Me parecéis muy buenos chicos. Así que creo que si me escuchais me comprenderéis, y llegaremos a un acuerdo.
No me puedo creer lo que oyen mis oídos. ¿Un acuerdo? ¿Un acuerdo de qué? Nos vamos y punto. Solo tiene que esnseñarnos el camino de regreso. Pero nada de acuerdos.
- Para, para.- le interrumpo, mirándole con asco.- No hay acuerdo al que llegar, ya te hemos dicho que nos vamos.
- Nacho, tan sólo escúchame.- dice con voz convincente y suave. Creo que al entrar en esta ciudad, lo primero que enseñan a la gente es a usar esa voz amable y persuasiva, pues todos parecen saber usarla muy bien.- Esto no funciona así. Habéis superado El experimento con mucho más éxito que otras parejas, y habéis llegado aquí sanos y salvos. Y cuando os veo cómo os tratáis... el aprecio se nota de lejos. Si estáis aquí es por algo, el destino lo ha querido.- Miro hacia Marta y, más que con expresión seria como yo, parece asustada, como cohibida con tanta palabrería.- Estáis destinados a vivir juntos y felices en este precioso lugar, negarlo solo os pondrá más difícil vuestra instalación. Date unas semanas y verás como entras en razón, pronto os querréis de verdad y lo comprenderéis todo. Todos lo hacen tarde o temprano.
Impulsivamente, me levanto de la silla de un salto, tirándola hacia atrás. Al caer hace un ruido espantoso que sobresalta a Marta. Esto es el colmo. Ya no puedo oír más. He estado intentando escucharle sin interrumpir, pero con eso solo he acumulado el odio que me produce cada una de sus palabras. Retrocedo unos pasos, pegándome a la pared, pues sé que con este cabreo o me alejo del alcalde o le pegaré una paliza.
- ¡¿Que me dé unas semanas?!- grito incrédulo.- ¡¿Que pronto lo comprenderemos todo?! ¿Comprender el qué? ¿Que nos has encerrado aquí para manipularnos? Oh, no, créeme que a nosotros no nos convencerás con tu mierda.- Dejó de hablarle de usted, por muchos años que tenga es igual de canalla.
- Nacho, por favor. Cálmate.- Se levanta, y enseguida sé que ha sido una mala idea por su parte. Pues, sin darme cuenta, me acerco al escritorio que nos separa.
- ¡¿Que me calme?!- debe ser que estoy fuera de mis cabales, porque me mira con horror, o quizá miedo, y se vuelve a sentar.- ¿A qué estás jugando? No voy a permitir que nos cojas así de repente y nos digas que tenemos que vivir aquí, y que estamos destinados y toda esa verborrea tuya.
- Pero, Nacho...- intenta hablar.- No os cojemos así de repente, superasteis El experimento.
- ¿De qué experimento estás hablando?, ¿de esos putos días en la selva? ¿Quizá de que podríamos haber muerto de hambre? ¿De que cogeis a chavales, les hacéis sobrevivir en medio de la selva sin ayuda, y lo llamáis experimento? ¿Es eso?
- Vamos, no exageres. Morirse nadie se muere, es un sitio seguro.- Vuelve a hablar serenamente, lo que me enciende aún más. Sus palabras me hacen estallar, si es que se puede estallar más de lo que ya lo estoy.
- ¿Seguro?- Recuerdo la tarde en que Marta se perdió. Doy una patada a la silla del suelo. Marta pega un chillido.- En tu puto experimento había un hombre, un depravado que raptó a Marta. ¿Te parece eso un sitio seguro?
- No te digo que allí no haya algún que otro nómada. Pero no creo que fuera peligroso, estaría solo queriendo relacionarse con alguien. Se encuentran muy solos.- Habla con la voz algo más agitada que antes, pero aún así convencido de sus palabras. Seguro que sabe que eso no es verdad, pero se creerá sus propias mentiras. "Relacionarse" dice...
Rodeo en dos pasos el escritorio que nos separa. Cojo al hombre por el cuello de la camisa.
- Lo que iba a hacer ese cabrón no era precisamente relacionarse con Marta, al menos no de forma amistosa.- Le tengo tan cerca que bien podría acabar con sus estúpida cháchara de un puñetazo. Pero decido no hacerlo, he aprendido que dejarse llevar por los impulsos no trae beneficios a largo plazo. "No, Nacho, no bebes pegarle un puñetazo al degenerado que tienes delante", intento convencerme.
- Vamos, tán malo no sería.- Suelta una risa, mitad sarcástica, mitad desesperada. Entonces rectifico: sí, creo que sí debería pegarle. Lo hago. Al instante se queda inconsciente el muy débil, y le suelto de la camisa cuando noto su peso muerto.
- Marta, nos vamos.- Aún sigo igual de airado, por lo que salgo primero sin siquiera mirarla. Tengo que alejarme de aquí y bajarme los humos o daré otro de mis impetuosos golpes al primero que se me ponga delante. Pero cuando cruzo el marco de la puerta y noto que Marta no me sigue, echo un vistazo al cuarto.
- Vamos, Marta.- Sigue sentada, anonada.
- Voy.- Se levanta despacio y me sigue. Esta vez dejo que vaya ella delante para tenerla a la vista.

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