3. Marta

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Me despierto a la mañana siguiente, y nada ha cambiado. Sigo atrapada en este sitio que ahora veo con claridad, es una llanura rodeada por árboles que empiezan un bosque sin fin. Parece mentira que nada más despertarme me haya acordado tan bien de dónde estoy y lo que me está ocurriendo. Debería haberme sentido desorientada y sin recordar nada, pero no es así, soy completamente consciente de que me encuentro en el campo sin razón alguna, y de que el hombre de ayer sigue allí, y aún no ha despertado. Y además resulta que no era un hombre, sino un chico. Pero por su cuerpo se acerca más a lo que pensé anoche. Al fijarme en su cara me doy cuenta de que le conozco, no me lo puedo creer, es Nacho.
Nacho es ese tipo de persona que odio, esos chicos que parece que en la cabeza en vez de cerebro tienen un balón de fútbol. Siempre me ha parecido uno más de esos chicos insoportables que parece que mentalmente siguen en primaria, que se pasan el día corriendo por los pasillos detrás de otro para pegarle, que casi nunca asisten a clase, de esos que sacan malas notas y realmente no les importa. Pero tampoco es que sea de esos "malotes" que salen en las pelis, que son guapos y se enamoran de la chica nueva, ni mucho menos.
Yo, personalmente, creo que ese chico es tonto; nunca le he oído decir nada coherente y para mí ese no forma parte de los chicos de mi curso. Simplemente, no me importa, a los chicos como él ni siquiera les considero chicos, en mi vida él es un cero a la izquierda. Está en la otra clase y, afortunadamente, nunca he tenido que dirigirle la palabra, para qué. Sólo una vez pasó a mi lado corriendo y me tiró los libros que llevaba en la mano, yo le grité su nombre con rabia. Pero por supuesto, él ya se había ido entre risas tras aquel al que estuviera persiguiendo.
Por desgracia, es la única persona a la que puedo recurrir ahora mismo, justo cuando tengo un problema como este. No porque no nos llevemos y piense en él de esta forma voy a quedarme de brazos cruzados, no. En cuanto despierte me acerco y le pido explicaciones, me tienen que llevar de regreso a casa. Ya.
Mientras espero, curioseo a mi alrededor. Al lado del tronco en el que ayer estuve sentada hay una manta -que obviamente anoche al dormirme no vi-, una cantimplora y una caja de cartón. Muy a mi pesar, enseguida descubro que la cantimplora está vacía. El que la puso aquí podría haberla llenado, no le habría costado nada. Abro la caja sin pensármelo dos veces, lo que haya en su interior no puede ser peor que lo que ya estoy viviendo.
En una solapa de la caja pone "3 días" con rotulador rojo, no sé lo que significa, pero ya eso no me sorprende, teniendo en cuenta que tampoco sé qué hago aquí. En su interior hay latas de comida. Están tan bien distribuidas que puedo contarlas rápidamente, hay dieciocho, seis de cada tipo. Unas en las que pone "desayuno", y en la fotografía del envase aparecen una especie de cereales. Ni siquiera sabía que existieran cereales enlatados. También hay otras de judías y más de arroz, seis de cada tipo también. Me pongo a reflexionar sobre las tres diferentes comidas, la cantidad de latas, y el "3 días" escrito en la caja. Llego a la conclusión de que cada lata debe ser para un día, con tres comidas en cada uno. Pero entonces estas provisiones durarían seis días, no solo tres como se indica en la caja. Ah, entonces caigo en la cuenta de que también está Nacho, él también tendrá que comer. Vale, entonces sí son latas para tres días. En realidad lo encajo todo demasiado bien, y no tiene sentido, pues estoy perdida en medio de la nada y me siento en cierto modo agobiada. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no me acuerdo de nada? Pienso en que esto es...una broma, un experimento, o como un campamento. Sí, eso es, pensaré que es un campamento de tres días. Sé que después de ese tiempo saldré de aquí, y podré pedir todas las explicaciones que quiera. Así que decido resignarme a mi destino, escrito con rotulador rojo en una caja: "tres días". No voy a dejar que el miedo me ahogue, ni voy a ponerme a llorar de lo desorientada que estoy. Aunque tenga ganas. El pavor no sirve para nada y está claro que por ahora no voy a encontrar respuestas, así que acepto quedarme aquí por ahora, a ver qué pasa. Seguramente venga alguien por aquí antes de que termine el plazo, alguien que me lo explique todo. Pero miro a mi alrededor y la llanura con árboles conduce a más llanura con más árboles... Pero bueno. "No puedes hacer nada Marta", me convenzo, "más que esperar". Así que me siento.
Pienso que ya que dispongo de lo necesario para estar aquí, no tengo que hablar con Nacho cuando despierte. No creo que él pueda darme explicaciones, si también hay comida para él es porque se encuentra en mi misma situación. Decido sacar mis latas correspondientes y dejar las suya en la caja, así verá lo que pone en ella y entenderá como administrase la comida para que le dure ese tiempo. Si es que es lo suficientemente inteligente para llegar a las conclusiones adecuadas, claro. No estoy muy segura de ello, pero no me preocupa, él se las puede apañar solito. Con cuidado para no despertarle, me acerco a su posición y le dejo a unos pasos de su tronco la caja.
Mientras me tomo una lata de "desayuno" pienso en por qué no despierto a Nacho, por qué no intento aclarar qué está pasando hablando con él. Pero la respuesta es simple para mí, no quiero tener que pasar este tiempo con él, con un chico así. Además, no me gusta la compasión, y cuando dos personas se encuentran en una situación como esta, obviamente se compadecen. Sé que es una reflexión fría, pero no quiero ni tener que decirle una palabra a Nacho. Para qué. Prefiero estar aquí y esperar a que pase lo que quiera que tenga que pasar. Quizá es por orgullo, no sé. Pero la razón en realidad me importa bien poco, solo tengo claro que estoy aquí y puedo fingir que él no está, fingir que nada ha pasado cuando salgamos. Sí, así será mejor.

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