21.Nacho

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Marta echa a correr adentrándose en la selva, llorando. Lo he echado todo a perder con este pequeño gesto, que para ella significa tanto. Significa que ya no puede confiar en mí, que desconfía de la única persona que tiene aquí y creerá que todo lo que me he ganado este tiempo, su confianza para contarme las cosas y la seguridad que le hago sentir, no eran verdad. Creerá que todo eso era una farsa, que no soy así y que lo he hecho para ganármela. Pero realmente sí he sido yo mismo con ella, es precisamente ella la que me ha hecho sacar el mejor Nacho que existe, pero ahora todo eso se acabó.
Me dejo caer en la hierba, hecho polvo. Me siento fatal, la pobre no se merece a un tío como yo, que en un segundo y por una tontería es capaz de echarlo todo a perder. Lo que de verdad me fastidia es que lo he hecho sin pensar, podría no haberlo hecho y que estuviéramos tan bien como antes. Pero ese es el problema, que lo he hecho. Y no sé cómo voy a recuperala, cómo voy a hacer para que me perdone, qué voy a decirle. Lo que si sé es que al menos debo intentarlo, y que no pararé hasta conseguirlo; no voy a dejar que esté ella sola, y yo amargado, todo este tiempo que sigamos aquí sólo porque un día al crack de Nacho se le ocurrió hacer una estupidez.
Me levanto sin pensar, dispuesto a disculparme. Entonces caigo en que no he pensado como encontrar a Marta, porque no es fácil encontrar a alguien en una selva que ni yo mismo sé lo grande que puede llegar a ser, y menos cuando ella no quiere que la encuentre. Y menos cuando llevará ya varios minutos corriendo, y quién sabe en qué dirección. Pero debo intentarlo, y empezar ya. Debe estar pasándolo mal y encima sola; y yo aquí sin hacer nada. Y es cuando se dispara mi instinto protector y me vuelvo paranoico pensando en si estará bien o si le puede haber pasado algo. "Nacho, no seas idiota", me digo. No tiene porque haberle pasado nada, pero estoy preocupado por alguna razón. Será simplemente porque llevamos aquí un mes y en todo ese tiempo no la he dejado ni un segundo sola, y ahora no me quedo tranquilo haciéndolo. Además, es una estupidez pensar que ella puede estar mal por otro motivo que no sea yo. He sido yo el que la ha cagado, yo y solamente yo he causado el malestar de Marta; así que ahora debo asumir mi responsalibilidad e intentar arreglarlo.
Decido ponerme en marcha y dejar de comerme la cabeza yo sólo, me levanto y dejo que los árboles me oculten a medida que avanzo.
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