A la mañana siguiente, siento que todo ha cambiado, que nunca volveré a mi vida de antes y que me quedaré atrapada en este lugar con extraños, y con Nacho. Y es contradictoria esta sensación, ya que se supone que sería precisamente esta mañana en la que hablaríamos con el alcalde y conseguiríamos que nos llevasen de regreso a casa. Pero yo estoy más pesimista que nunca, sé que no volveremos, al menos no hoy ni mañana, pero lo que me desasosiega no es eso. Lo peor es que no estoy asustada frente a tal sensación.
Nacho está acostado mirando hacia el otro lado, aún duerme. Observo sus duras líneas de la espalda, "¿quién creó el perfecto cuerpo de los hombres?", me pregunto. Casi se me ocurre levantar la mano y tocar su dorso, me entra de repente una curiosidad enorme de saber cómo será su textura. Pero la parte prudente de mi cerebro descarta el pensamiento a tiempo. Espera... ¿su espalda?, ¿qué ha sido de la camiseta de Nacho? Me incorporo un poco y la encuentro más allá, tirada en el suelo de la habitación. Me entra un poco de miedo y como acto reflejo me miro mi pijama, sigue puesto. Qué estúpida soy, me empiezo a reír en bajito de mis repentinos y locos pensamientos y preocupaciones. Debió de quitársela anoche por el calor.
- ¿Qué es tan gracioso?- me pregunta mientras se da la vuelta bruscamente.
- ¡Ay!- exclamó.
Me doy un susto de muerte cuando se gira tán rápido, por lo que me separo un poco echándome hacia atrás. El problema es que ya estaba al borde de la cama, y esos cuatro centímetros para atrás han marcado la diferencia entre la cama y lo que hay más allá. En apenas unos segundos me veo en suelo. Entonces es Nacho el que empieza a reírse, y yo me enfado. ¿Encima de que me tira de la cama, se ríe?
- Dios mío, ¿cómo puedes ser tan patosa como para caerte sola de la cama?- me pregunta conteniendo la carcajada pero aún sonriendo. Nacho es de los que con ese cuerpo y una buena sonrisa se cree superior. Pero me fijo que en realidad no es tan guapo, y eso ayuda cuando quieres estar enfadada con él.
- ¿Patosa?- le suelto incrédula. - Lo primero que me he caído por tu culpa, me has asustado.- Siento unas ganas terribles de justificar mi vergonzosa caída.
- ¿Y lo segundo?- me pregunta con media sonrisa. Creo que se divierte.
- Pues que si me hubieras dejado más sitio en la cama, esto no hubiera pasado.- pongo toda la cara de enfado que puedo.
- Ay Marta, esque como eres tan delgadita y ocupas tan poco...- se encoge de hombros. Menuda excusa.
- Me tiras, y ahora me insultas llamándome... ¿Flacucha?- Quizá me cabreo muy rápido, pero no sé si se está riendo de mí o qué, y no me gusta un pelo el momento de duda.
- He dicho delgada, y es más bien un alago.- Sigue recostado en la cama, con cara de pícaro y exhibiendo su perfecto cuerpo. Me pone mala con ese tono "sabelotodo", no aguanto a los tíos creídos. Quizá por eso no me permito mirar mucho por la calle a los que son demasiado guapos. "Ya les miran demasiado", me repito siempre.
Para taparle un poco y que así imponga menos, aprovecho que estoy en el suelo para alcanzar su camiseta.
- Anda, quita esa cara de chulo y deja de exhibirte. -Se la lanzo a la cara lo más fuerte que puedo, que no es mucho.
- No me exhibía, quizá es que tú has mirado demasiado.- Mueve las cejas en expresión pervertida. Y yo le pongo cara de asco, aunque sé que solo lo dice para picarme, y lo está consiguiendo.
Enseguida bajamos a desayunar, pues estoy hambrienta. Pero al bajar las escaleras Nacho me hace la zancadilla, para enseguida sujetarme y evitar mi caída. Siempre me he preguntado: "¿Y si algún día no son tan rápidos para sujetarte?" En algún momento tendrán que fallar, digo yo. Porque los chicos siempre hacen esas tonterías con las chicas; te empujo para atrás y te agarro a tiempo, o te hago la zancadilla, como ahora Nacho. La verdad, no entiendo esa precisión para agarrarnos a tiempo, y alucino que nunca fallen. Llego a hacer yo eso, y la persona acabaría en el suelo a la primera. Pero yo simplemente refunfuño un "ayyy" con tono molesto y esa voz aguda que sin querer me sale siempre con esa expresión. Sé que suena algo tonto e incluso cursi, de "rubia tonta", como dirían mis amigas para reírse cariñosamente de mi. Pero yo soy así. Y resulta contradictorio, ya que suena a que me molesta pero a que en cierto modo me "gusta" ese tonteo, cuando en realidad siempre quiero dar la imagen contraria delante de los chicos; soy más de hacerme la dura y no dejarles camelarme. Él sonríe, y una vez más me regaño por ceder a sus encantos.
El caso es que al llegar abajo me llevo otra sorpresa, un desayuno delicioso y variado se extiende por toda la mesa, con un florero decorando el centro y servilletas a juego con el mantel. Álvaro y Carol están de pie delante de nosotros, y nos dan a su modo el típico "Buenos días dormilones, mirad lo que os hemos preparado".
- Guau- exclama Nacho,- que... mono. Como diría Marta.- añade después. Álvaro se ríe.
- Ja-ja- le respondo, pero después me río un poco.- ¿Y esto a qué se debe? No teníais por qué.
- Oh, claro que teníamos.- me dice Carol.- ¿O acaso no sabéis qué día es hoy?
- Pues... no. ¿Es el cumple de alguien?- pregunta Nacho mirándome.
- Mío no.- le digo levantando las manos.
- No, no es ningún cumpleaños. Hoy es el primer día de vuestra estancia aquí.- Nos aclara Álvaro.
"¿Acaso eso hay que celebrarlo?" piensa esa parte mía que odia (o mejor dicho odiaba, antes de esta mañana) este sitio. Pero la mayor parte de mí se alegra. Ojalá mis padres me hubieran preparado este manjar para desayunar algún día, no hay mejor despertar.
- En Ariam es tradición dar la bienvenida a los nuevos con un buen desayuno en su primera mañana.-prosigue Carol.
- Bueno, gracias. Pero será la primera y la última. Hoy nos vamos.- réplica Nacho, no con mala intención. Aunque lo que ha dicho ha sonado más bien grosero.
Carol y Álvaro se miran mutuamente con cara de "no saben lo que dicen". Con una sonrisa como cuando un niño dice algo y piensas "qué iluso". Pero a pesar de su expresión yo sigo feliz en esta rara mañana, tengo ganas de empezar a desayunar ya. Así que nos sentamos y, una vez servidos todos y con nuestras respectivas leches, cafés o zumos, Carol añade algo.
- Precisamente esta bienvenida es para contaros la historia de nuestra ciudad, el alcalde o quien haya hospedado a los nuevos en su casa suele explidarles como empezó todo.- introduce Carol con una sonrisa.
- Genial, y... ¿cómo empezó todo? -digo con una sonrisa divertida. Nacho me mira incrédulo, creo que es ahora él el que se siente traicionado ya que yo les sigo el juego en lugar de revelarme contra todo como suelo hacer. Yo le doy la mano por debajo de la mesa para tranquilizarlo.
- Pues todo empezó hace ya cincuenta y pocos años, cuando llegaron Ana y Alonso. Solo estaba aquí el alcalde, dispuesto a recibirlos y explicarles todo. - cuando habla del alcalde, la voz de Álvaro detona una gran devoción y orgullo por él.- Ellos dos se querían mucho, y según lo que contaron el experimento de la selva les había abierto los ojos, y estaban muy enamorados. Nada más llegar se asentaron en una de las pocas viviendas que había, y reiniciaron su vida, siendo esta vez mucho más felices ya que podían vivir juntos.- ¿Enserio? Esta frase de "reiniciaron su vida, siendo esta vez mucho más felices" me confirma lo que suponía.
A estos les han hecho un lavado de cerebro pero grande, seguro que todos los habitantes de este pueblo están igual de locos y piensan como ellos respecto a lo "maravilloso" que es este lugar, a que están "destinadas" todas las personas que llegan nuevas, etc. Mira que estos dos chicos son buena gente, pero resulta casi ridículo lo estupidos que parecen al pensar así. Esto parece una de esas películas futuristas en las que la sociedad tiene una manera de pensar completamente opuesta a la nuestra, y solo el protagonista se da al final cuenta de que su precioso mundo no es tán bueno como creía. Bueno, el caso es que Nahco y yo nos miramos y nos entendemos, y en un segundo veo que él piensa lo mismo que yo respecto al "lavado de cerebro". Pero Álvaro prosigue, por lo que dejamos de mirarnos para centrar nuestra atención en él.
- En tan solo tres semanas llegó otra pareja, en un tiempo tan temprano como inusual. Enseguida se hicieron los cuatro amigos, y la pareja ya no se sentía tan aburrida en esta solitaria ciudad. Así, poco a poco llegaron más parejas; en un mes, cuatro meses, al cabo del año y medio, cinco meses después... Nunca llegan de forma regular. Formaron sus vidas y crearon negocios, asentando la economía de esta ciudad y creando ocio donde no lo había en un principio. Nuestro alcalde estaba muy satisfecho. Hoy en día, Alonso y Ana tienen dos hijos y cuatro nietos, y viven felizmente jubilados con ya setenta años. A ellos y otras parejas veteranas suelen acudir los habitantes de Ariam cuando necesitan consejo sobre su relación, o sobre cómo adaptarse a su nueva vida.
- Creo que sería buena idea que vosotros fuerais a consultarles a ellos o a otra de las primeras parejas, os ayudarían mucho. - nos aconseja Carol amablemente. El problema es que no lo entiende, y esa frase tan amable es para nosotros una patada en la cara, una muestra más de que no ven lo que nosotros vemos. De que no quieren aceptar que no vayamos a quedarnos.
- No necesitamos el consejo de nadie, gracias. Tenemos claras nuestras ideas. - defiende Nacho, sonriendo para no ser descortés. Aunque, de nuevo, lo es.
A estas alturas, Carol y Álvaro deben de creer que somos unos ariamistas.Comentad qué os ha parecido este capítulo!
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Hasta que salgamos de aquí
Genç KurguUna noche, Marta se despierta en el campo. No sabe dónde está, ni quién, cómo y por qué la han enviado allí. Sólo sabe que está en un claro, tiene una manta y una cantimplora vacía, y no está sola. Luego está Nacho, justo después de aquella pelea se...