52. Marta

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Se acaba mi jornada laboral, el sol se está poniendo y ya son casi las nueve. Llegó la hora temida, tengo que ir al despacho de Santi a decirle que me voy y preguntarle si hay algo urgente de lo que deba ocuparme mañana. Me tomo mi tiempo organizando mis cosas, quiero retrasar todo lo posible mi encuentro con él. Debe ser que paso demasiado tiempo en mi mundo, porque Nacho se asoma al cristal de la puerta corrediza del gimnasio como para apremiarme. Yo le sonrío, para que vea que todo va bien. Me dirigo a la guarida del oso.
No está, y no debería de extrañarme, pues realmente él no tiene apenas trabajo que hacer. Me asomo a los alrededores y pregunto a Nicolás, el jefe de finanzas de la empresa, que tiene su despacho contiguo al de Santi. Nicolás es un hombre silencioso y apenas ruidoso cuando anda. Yo tardé tiempo en darme cuenta de que existía, porque él sí que trabaja todo el día con la puerta cerrada. Solo sale para ir al baño y tomar café. Me responde, sin levantar la vista del ordenador, que Santi ha ido a la sauna, a verse con un viejo amigo. Le doy las gracias y me mantengo a la espera unos minutos, rezando para que no tarde mucho.
- Pero, ¿qué haces ahí parada? Él no tiene prisa así que, si necesitas decirle algo, será mejor que vayas tú a buscarlo.- me dice, como si fuera obvio.
- Quizá le moleste. No se preocupe, le esperaré el tiempo que haga falta.
- Que no, niña. - Es curioso cómo ciertos apodos suenan de una manera u otra según quién lo diga, y el tono que utilice. Cuando Nicolás me llama "niña" es más bien un apodo cariñoso, como un hombre mayor que se refiere a los jóvenes como niños. Me recuerda a cuando Pedro me llama "chica". Sin embargo, la forma de Santi de llamarme "chica" es con aire de superioridad, como haciendo incapié en que me tiene a su servicio y cierto tono presuntuoso. Hazme caso que es mejor que vayas, sino él mismo té echará en cara no haber ido a buscarle.
- De acuerdo entonces. ¿Sabe en qué planta está la sauna?
- En la primera, y seguramente se encontrará en la sauna principal. Tú solo llama a la puerta y espera a que salga.
- Vale. Muchas gracias.
Me parece una tontería coger el ascensor para un solo piso, así que subo por las escaleras con los zapatos de medio tacón de Carol. Me ha estado dejando ropa para ir a trabajar, pero tendré que comprarme yo misma algún conjunto de oficina con lo que estoy ganando. No quiero abusar de su hospitalidad. Por suerte, encuentro a Santi en la puerta de la sauna principal, charlando con su amigo, que va en bata blanca.
- Perdona, Santi. Solo quería decirte que me marcho ya.- le digo, esperando no interrumpir demasiado y acrecentar su mal humor. Pero él parece tan jovial, tán risueño con su amigo, que me cuesta imaginarlo enfadado otra vez.
- No te preocupes, nosotros ya hemos terminado.- me dice con una sonrisa. No sé qué me da más miedo, si cuando se enfada o su repentina amabilidad. Termina de despedirse de su amigo, quien me saluda cortésmente, y nos apartamos un poco a una esquina.
- Era por si querías que preparase algo para mañana... no quería molestarte, pero Nicolás me aconsejó que mejor subiera a avisarte.- le digo, disculpándome.
- Has hecho bien, chica, no podías irte sin tener unas palabras conmigo.- Ahora habla serio, otra vez en su papel de jefe. Está claro que delante de su amigo solo estaba fingiendo.- Quiero dejarte una cosa bien clarita, - dice apuntándome con el dedo- y más te vale entenderlo a la primera. En este gimnasio se hace sólo lo que yo digo, lo que incluye no dejar pasar a gente como tu novio.- ¿Gente como ni novio? ¿Y eso qué quiere decir? Me entran ganas hasta de preguntárselo, pero me llamaría insolente. No pinta muy bien que se refiera a Nacho como un tipo de gente que no puede entrar en su establecimiento... Sin embargo, antes de que pueda decir nada, sigue hablando.- Y mira, guapa, en realidad sé que tú le habrás dicho que no entre, pero ya hemos visto lo testarudo que es. El caso es que no voy a despedirte por esta vez, porque los dos sabemos que no ha sido culpa tuya. Pero, y te juro que lo haré, como vuelva a ver a ese tío por aquí, a él le partiré la cara y a ti te despediré. ¿Entendido?- Da un poco de miedo... por lo que dice y por cómo lo dice.
- Claro, no volverá a pasar.
- Lo sé, y me alegro porque eres una buena secretaria y sería una pena despedirte.- Termina con una sonrisa, como si él fuera el bueno. Dejándome casi con la sensación de que la amenaza ha sido tan solo fruto de mi imaginación.
Por la noche estoy algo callada, y se debe sobre todo a que Nacho no para de hablar de lo ocurrido. Cuando me hace alguna pregunta al respecto o espera que participe, solo le cuento que me ha dicho que no iba a despedirme. Aunque sin contarle lo de la amenaza, le advierto que no vuelva a entrar.
- Marta, no puedes pedirme eso. Quiero decir, que no, no volveré a entrar sin motivo, eso te lo prometo. Pero no puedes pedirme que no entre bajo niguna circunstancia, porque pasas 7 horas diarias ahí, con un tipo como Santi, y me voy a volver loco como tenga que esperar fuera sin saber nada de ti. Alguna que otra vez podré ir a saludarte, a ver qué tal estás y eso, digo yo, ¿no?
- No.- respondo tajante. No es que no me siento halagada por todo lo que dice de "me voy a volver loco si no sé de ti". Claro que me siento, pero es algo ya tan frecuente que no le doy mayor importancia. Lo que no significa que me acostumbre, por dentro me sigue gustando que diga esas cosas.- Lo que tienes que hacer es buscarte una ocupación, un trabajo.
- Pfff- resopla, porque le fastidia asumir que es imposible conseguir trabajo en "In Shape".- Lo haré, pero solo por no dejarte a ti sola ganando dinero. Que, si fuera por mí, no me pondría a trabajar lejos mientras estás tú ahí con ese Santiago.- dice su nombre completo con retintín, y yo me río.
- No es tan malo, paga bien.
- Marta, no te lo tomes a broma, ese hombre no me gusta.
- A ti no te gusta nadie. - concluyo encogiéndome de hombros.- Bueno, el caso es que algún puesto habrá, así que ve mañana a preguntar otra vez a Pedro y a buscar algo.
- Eso haré, qué remedio.
Cenamos en el sencillo pero delicioso buffet del Hostal, y Nacho propone dar una vuelta por el paseo marítimo, pero estoy cansada.
- Ve tú.- le animo.
- No digas tonterías.- Y entonces me hace la zancadilla mientras subimos las escaleras, de tal modo que de milagro no me caigo. Bueno, de milagro y porque rápidamente su mano me agarra por la cintura. Entonces me acuerdo de sus piques como este en la selva, cuando me hacía de rabiar un poco para que sonriera. Sé que no fue hace tanto, pero me parece una eternidad. Será porque entonces pensábamos que estábamos perdidos, que cuando nos encontraran o encontrásemos la salida volveríamos a casa. Sin embargo, ahora nos sentimos más bien atrapados, e intento recordármelo todo el rato porque a veces se me olvida. A veces, me acostumbro demasiado y no odio este sitio lo suficiente. Me acomodo en la simple vida de estar con Nacho, trabajar, dormir y comer, y entonces no soy consciente de que no debería estar a gusto, de que debería luchar. El caso es que me vienen todos los recuerdos de la selva, y una vez más pienso en la suerte que he tenido de pasar esta... ¿aventura? ¿infierno? con Nacho. Es más, de la suerte que tengo de que Nacho sea como es, de que me haga tonterías como la zancadilla para que no me olvide del mundo real, de que para él soy una chica, y de que las hormonas que se me empezaron a revolucionar a los trece años aún no se han relajado.
- Ay Nacho, qué haría yo sin ti.- le digo medio suspirando, echándole un poco de teatro y exageración para restarle sentimentalismo al comentario. Aún así, sonrío.
- Pues... alquilar una habitación más lujosa con el dinero que tú ganas y yo gasto comiendo. Por ejemplo.
- No seas tonto.- me río un poco, y le empujo por el hombro. Quizá con demasiada fuerza, porque le estampo contra la pared un poco. Así que me río más.
- Ja ja, qué gracioso. ¿Si yo también te empujase sería violencia de género o algo así?- me pregunta retóricamente, haciéndose el pensativo, aunque se le escapa media sonrisa.
- Prueba a ver- le digo desafiante y riéndome.
Pero en vez de eso, me coge de repente por las piernas y me lleva al hombro como un saco de patatas. Yo pego un chillido y una señora que entra en su habitación nos mira con cara de susto. Yo le sonrío, para transmitirle que todo va bien y que no me están raptando, entonces ella suspira como diciendo "jovenzuelos", y entra en su habitación. Mientras, Nacho abre la puerta y hace amago de lanzarme hacia la cama a una distancia demasiado lejana.
- Uno...- me balancea.- Dos...- me balancea otra vez y yo entre risas le digo que ni se le ocurra, en parte algo asustada de que lo haga.- Y...- deja pasar unos segundos. - ¡Tres!- Me lanza, pero no hacia la cama, sino dando un pequeño brinco para que vuele un segundo hacia arriba y después recogerme, haciendo que me muera del susto.
- ¡Estás loco!- le suelto en cuanto me deja en el suelo. Pero, cómo no, ha tenido gracia.
- Es una pena que no tengamos el río de la selva, - me dice, ignorando mi comentario.- porque entonces podría hacer un lanzamiento de verdad.- Es obvio que se está acordando de cuando me cogió rodeada en la manta y empezó a salpicarme por todo el río. Esa manta aún la tenemos, en la habitación, y es nuestra única pertenencia de la selva.
- Te recuerdo que no soy una pértiga.
- Ah, es verdad, lo olvidaba.- me sigue el rollo con tono irónico.
Finalmente se da una ducha y yo le espero en la cama. Con demasiado sueño como para permanecer despierta.
- ¡Te espero dormida!- le grito para que pueda oírme a través de la puerta del baño.
Se ríe ante la contradicción y me grita un "buenas noches". Yo aprovecho que tengo para mi solita la cama de matrimonio para estirarme a mi gusto, ocupándola casi toda. Hace mucho calor, como siempre, y me encanta esa sensación en verano de espatarrarme por toda la cama, separando todos los miembros del cuerpo, para no sentir ningún contacto y que corra el aire. No tenía la intención de dormirme así, solo de estar unos minutos y después retirarme para hacer hueco a Nacho. Pero estoy tán cansada del trabajo que me duermo enseguida. Minutos después me despierta la sensación de tener que haberme despertado antes. Hace un rato que Nacho ha entrado en la ducha y ya debería haberme despertado sin querer al meterse en la cama. Pero no, estoy demasiado cómoda aún y eso es precisamente lo que hace que abra un ojo. ¿Y Nacho? Está en el pequeño sofá, único mueble junto con el armario. Me río ante lo absurdo de su actuación, pero a la vez adorable.
- Nacho, no pensarás que puedo dormir sola después de tanto tiempo. Anda, ven.
- No quería despertarte.- susurra.
- Eres demasiado bueno.- le digo con una sonrisa.- Pero, si lo hacías por mí, olvídalo. Prefiero mil veces dormir contigo a ocupar toda la cama yo sola.
- Como quieras.- se encoge de hombros y viene a mi lado.
- No te hagas el duro, machote. Sé que tú también estabas deseando venir.
- Más bien por la incomodidad del sofá, ya sabes.
- Lo que tú digas, Nachete.
- Si tengo que reconocer que quería dormir contigo para que no vuelvas a llamarme así, lo haré.- Me mira fijamente y algo me llama la atención en sus ojos negros, tiene una mirada intimidante.
- Sabía que funcionaría el mote.- le digo riéndome. Aunque, en realidad, obviamente no le he llamado Nachete por eso, tan solo porque ha surgido.
Se estira para apagar la luz de la mesilla.
- Que descanses, Marta.- me susurra. En parte conrtándome el rollo de la broma, en parte con una voz tan suya que sonrío en la oscuridad.
- Tú también.- me giro contra la pared para tener más espacio.
Él de repente me abraza por detrás. Y yo, como siempre cuando hace algo así, me contengo para no decir nada. Ahora sí que sonrío.

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