10. Nacho

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Marta se ha picado, y ahora no quiere hablarme. Sé que se está haciéndose la dormida. Intento dormir yo también, pero no es fácil. Me quedo con los ojos cerrados y, por su respiración, sé que se duerme sólo una hora después de nuestra charla, yo tardo bastante más.
Le despierto como a las diez de la mañana. Se queja.
- ¿Qué haces? Déjame dormir.
- Vamos, si duermes hasta las tantas esta noche te costará tanto dormir como ayer.
- Me da igual, déjame dormir- se tapa la cara con la manta. Se la quito de un tirón, destapándola del todo.
- ¡¿Qué haces?!- me grita, intentando inútilmente recuperar su manta.- Dámela, tú no eres quién para decirme cuándo debo despertarme.
- Vamos, si ya estás despierta del grito que me has pegado- esto la saca de sus casillas, y se abalanza sobre mí para intentar quitarme la manta. Yo la escondo debajo mío, y ella me la intenta coger por los costados.
Consigo quitarme a Marta de encima, me levanto, y echo a correr en dirección a la selva. Ella me sigue, loca de rabia, y juntos corremos por la selva.
- ¡Estás loco! Verás cuando te alcance- poco a poco se le va pasando el cabreo, y me persigue durante varios minutos intentando alcanzarme.
No lo consigue, se cansa y se para. Yo también me paro.
- ¿Ya te has rendido?- le pregunto divertido.
- No- me dice rápidamente, y aprovecha mi momento de despiste para correr hacia mí y quitarme la manta.
- ¡Eh!- protesto sorprendido.
Ella se escapa corriendo, invertimos nuestros papeles, ahora soy yo el que la persigue. Pero esta vez gana el cazador, y enseguida la alcanzo, agarro su cintura y la alzo por los aires. Pega un gritito, e intenta deshacerse de mí dándome en la espalda pequeños puñetazos, demasiado faltos de fuerza como para querer hacerme daño de verdad. Cuando se rinde la dejo en el suelo, y ella finge estar enfadada frunciendo el ceño.
- Sabes que si te enfadas, para ti no hay desayuno, ¿verdad?- la provoco.
- Me da igual- se cruza de brazos continuando con su actuación,- yo misma puedo conseguirme los plátanos.- Dice, y acto seguido me da la manta para tener las manos libres, y se acerca a un árbol intentando treparlo.
- ¿Qué haces?- me río.- Así no podrás.
- Sí que puedo.- Pero no puede.
- ¿Quieres que te enseñe?
- No, gracias, no acepto ayuda de un "roba-mantas".- Utiliza ese tono suyo para dejar claro que sigue molesta. Sonrío.
-Como quieras.- Espero lo mínimo y, al darse cuenta de que no puede sola, me mira con cara de buena.
- ¿Me ayudas?- sugiere.
- Creí que...
- Mmmm... ¿por favor?- se rinde.
- ...Está bien- digo después de hacerme esperar un poco.
Me acerco y le enseño como hacerlo, después ella lo intenta y le pongo las manos para que apoye el pie y se dé impulso. Aún así no sube mucho, y tengo que sujetarla por la cintura porque se escurre para abajo. Llega un momento en el que se rinde, porque no consigue trepar lo suficiente. Se baja frustrada.
-Bueno, mejor que lo haga el experto. Creí que era más fácil- me deja el sitio y escalo sin dificultad, cojo un racimo de cinco o seis plátanos y salto para caer.- ¿Dónde has aprendido?
- Aquí- respondo sin más.
- ¿De verdad quieres que me crea que no sabías trepar antes?
- Es que es verdad, aprendo rápido.
- Será en lo físico, porque en el instituto no es que te lo curraras mucho.
Ala, ya lo ha soltado. Ya ha hablado del colegio como si fuera algo cercano, como si nos conociéramos de ahí y estuviéramos dando una vuelta por un parque como amigos. Cuando en realidad el colegio es algo que ni siquiera sabemos cuándo volveremos a ver, y de no estar aquí no nos hablaríamos. Por primera vez en mi vida, estoy deseando volver al instituto.
- Bueno, ¿quieres ir al río?- digo esquivando el tema. No me gusta hablar de mis malas notas, ni siquiera sabría qué responder a lo que ha dicho Marta.
- ¡Claro!- responde sin pensárselo. Creo que ahora es su lugar favorito, al menos de los de por aquí.

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