51. Nacho

25 12 2
                                    

- ¿De qué me sirve tener una secretaria si deja entrar a mi gimnasio a los no deseados? Y más cuando te he dicho muchas veces que no quiero a tu chico aquí.- Santi tiene el ceño fruncido y utiliza un elevado tono de voz para reprimir a Marta. Pero no es tanto enfado lo que expresa sino fastidio, está realmente molesto con mi presencia aquí.
- Lo siento mucho, de verdad. Le dije que no entrara pero...
- No es culpa suya, no me ha dejado pasar pero no le he hecho caso.- intervengo.- El caso es que quería hablar contigo.
- Genial, ahora resulta que lo que voy a necesitar no es una secretaria sino un gorila en la puerta. - me interrumpe con ironía.- Está claro que una mujer no es capaz de impedir que entre o no quién le venga en gana... debí suponerlo, me vas a obligar a tener que contratar un guardaespaldas, chaval.- Le miro con la mayor cara de repugnancia que me sale, la que me produce la gente como él. Está claro que mis sospechas no eran infundadas, me pone malo la forma que tiene de hablar de las mujeres, su machismo. Le cogia y le... "reprime esos pensamientos violentos, Nacho", me digo, recordando la voz de mi psicóloga y las veces que me lo repetía.
- Déjate de bromitas. Vengo a hablarte de algo serio. ¿Podemos pasar a tu despacho?- parece mentira que siga queriendo el trabajo, después de reafirmar lo horrible que es el jefe de Marta. Pero, obviamente, ella no va a dejar su nuevo trabajo por mucho que se lo pida, necesitamos el dinero y ella está dispuesta a hacer lo que sea para conseguirlo. Así que, si no puedo apartar a Marta de Santi, tendré que acercarme yo a ambos y así podré controlar a ese hombre más de cerca.
- Lo primero, no consiento que me hablen así en mi propio establecimiento, así que lárgate ahora mismo. Lo segundo es que no, no puedes entrar a mi despacho. Ni ahora ni nunca. Sé que vas a volver a pedirme trabajo y mi respuesta es la misma, así que sal de mi gimnasio ahora si no quieres que llame a seguridad para que te echen. - está realmente enfadado, he herido su orgullo al decirle que se deje de chorradas... A veces me pregunto por qué algunos deciden renunciar al cerebro para ganar músculo, cómo es que puede existir un tío de treinta y pico años con la arrogancia de uno de catorce.
Esto no es más que un rápido pensamiento que se me pasa por la cabeza, entre otros tantos similares que no hacen más que enfurecerme. Pero intento razonar por dentro, parece del todo dispuesto a llamar a que me echen. Por otro lado, no pienso irme y dejar a Marta con este... En un segundo pienso a qué parte de mi atender, y sin apenas darme cuenta opto por hacer caso a mis impulsos, a ese yo que está cada vez más cabreado. Pero Marta, que bien me conoce, se me anticipa y me pone una mano en el pecho cuando yo solo queda poco más de un metro entre Santi y yo.
- Nacho, relájate.- me dice por lo bajito, mirándome a los ojos y con un tono irreversiblemente enfadado.
- Ni se te ocurra ponerte farruco en mi gimnasio, no pienso arruinar mi reputación por un niñato. - me dice por su parte Santi que, al parecer, tiene tantas ganas de darme una paliza como yo a él. Sin embargo, creo que él sabe reprimirse mejor.
- Por favor, ¿puedo hablar un segundo con él? Será solo un minuto, te lo juro, y conseguiré que se vaya.- pide Marta a su jefe, con voz suplicante, casi para arrodillarse a pedírselo si hace falta. Aún así, él duda.
-Mmm... dile lo que le tengas que decir, y después que se vaya. Y reza para que no te despida después de esto.- Parece que solo cede para acabar con la escenita que estamos montando en su gimnasio. Se ve que no le hace ninguna gracia dejar a Marta que me hable. Todo esto ocurre mientras Marta aún me retiene con su mano, situada entre el hombre y yo, impidiendo que me abalance sobre su jefe.
Así que ella me coge del brazo y me aparta unos pasos. Lo suficiente para que no nos oiga.
- ¿Te has vuelto loco? Vas a llevarme a la ruina. No tienes por qué intentar pegarle un pueñetazo al primero que se te cruza, ¿sabes?- parece realmente decepcionada, incrédula incluso. Alucinando de mi repentino mal comportamiento.
Pero yo no digo nada, sigo lleno de rabia y demasiado enfurecido como para hablar. Así que Marta me pide "por favor" que me vaya, me dice que ya hablaremos luego, pero que ahora tengo que salir por la puerta. Yo me niego, pero su mirada es tán suplicante y tiene tanta razón con que la despedirán por mi culpa, que veo que debo irme. No sin antes dirigirme a Santi.
- Ella no ha tenido nada que ver, eso que te quede claro. Tu trato con tu empleada es independiente tus disputas conmigo, así que no puedes echarla. Nada de estupideces de parejitas y eso, ella no tiene nada que ver con esto.- le digo en tono amenazador, apuntándole con el dedo. Ni siquiera soy consciente de mis gestos, apenas de mis palabras. Solo le dejo claro que me voy si sé que no la tomará con Marta.
- Ni se te ocurra decirme lo que puedo y no puedo hacer en mi empresa, yo tomaré las medidas que me vengan en gana. Y ahora, márchate. - ya parece más sereno y concentrado, pero no por ello menos cabreado en su interior. Salgo por la puerta.
Me paso las horas restantes merodeando por la puerta del gimnasio, asomándome de vez en cuando para segurarme de que todo va bien. Pero como el máximo cuidado de que no me vea Santi, tampoco me ve ella. Gracias a Dios no se la lleva al despacho, y puedo escuchar lo que le dice. Simplemente le deja claro que ya hablarán y que "esto no se va a volver a repetir". Se marcha andando despacio, casi tranquilo, hacia su habitación.

Comentad qué os ha parecido este capítulo!

Hasta que salgamos de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora