41. Marta

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-Marta...- suspira Nacho al entrar y verme llorando de esta manera.
- Vete- le digo con urgencia. No quiero que me vea así, ni me apetece su compañía ahora. Que venga y me consuele no me va a servir de nada. No podemos regresar, y punto. Esto es lo que hay, y por eso ahora solo quiero que me dejen llorar en paz.
Pero él se acerca, como si me no me hubiera escuchado. Lo oigo a tan solo unos pasos de mi, y le grito que se vaya otra vez. Él me ignora y se acerca, pasándome una mano por la espalda. Agradezco que quiera ayudarme y venga a intentar consolarme, pero ahora de verdad que no quiero a nadie. Automáticamente, me sacudo su mano.
- He dicho que quiero que te vayas.- repito con la patética y horrible voz que sale cuando uno está llorando. Pero él se sienta en la cama a la altura de mis pies.
- Vale, ya te dejo en paz. Te prometo que no te molestaré, pero no voy a dejarte así.- Al oír eso me arrepiento un poco de haberle hablado mal, cuando solo intenta que me sienta mejor. Pienso en que va a quedarse ahí, sentado un buen rato mientras lloro. Me entra un poco de risa. Quizá no tiene mucho sentido reírme ahora, ya que sigo llorando. Pero me sale solo al imaginármelo sentado en la cama quieto.
- "No va a dejarme así", qué mono.- pienso mientras sonrío. Y lo digo en voz bajita, pero él me oye y se ríe también.
- Sí, bueno. Monísimo.- exclama con ironía. Y por su voz noto que está sonriendo.
Entonces suspira, y se tumba en el lado pegado a la pared, y yo me muevo un poco para dejarle espacio. Pero me echo a un lado con cuidado, volverme a caer ahora no es una opción. Se queda así, boca arriba mirando al techo. Aunque eso no lo veo, sólo lo noto, porque yo estoy girada al lado contrario de donde está él. Poco a poco se me pasa el llanto, hasta solo sollozar un poco, y después me entra algo de hipo.
- ¿Sabes qué? Cuando me giré en el río, no fue por ningún motivo concreto. Simplemente me giré porque sí. Me dije: "voy a hacer una estupidez" y, como se hacía de un pequeño gesto, la hice.
- ¿Y eso a qué viene ahora?- le pregunto, porque con todo lo que está pasando eso ya da igual, no viene a cuento. Pero en realidad he prestado atención a lo que ha dicho. Porque es importante. A partir de ese momento en el río, sucedió todo. Me perdí, me capturaron, me rescató, nos fuimos, andamos, llegamos a este sitio. Y ahora no podemos salir.
- A nada, pero quería decírtelo. Fue un impulso estúpido, y de verdad que todos los días me he arrepentido.
- Bueno, tampoco hay que exagerar. En realidad fui yo la que reaccioné demasiado mal, es una tontería.- Lo digo porque, hablándolo ahora, me doy cuenta de que no tiene más importancia de la que yo le di en el momento. Y tampoco es como para que se arrepienta "todos los días". Creo que monté un numerito por nada y que, aunque me molestase, no es para tanto. Sin embargo, recuerdo lo que me ofendió en ese instante, más que nada porque traicionó mi confianza.
- No, Marta. Sé que para ti era importante ese gesto, porque aún no sabías del todo si podías confiar en mí.- me dice como leyéndome el pensamiento.- Y supongo que cuando en la selva empezaste a creer que sí, yo lo eché todo a perder ese día. Y, como te he dicho, era consciente de que era hacer una tontería innecesaria y, aún así, lo hice solo por el hecho de que me apetecía.
- Bueno, te agradezco que me digas eso. Pero de verdad que no tiene mayor importancia. Soy yo, que me ofendo a la mínima por una tontería.- Empieza a darme un poco de vergüenza seguir hablando del tema. Y no es de extrañar porque, aunque ya conozca bastante bien a Nacho y tenga mucha confianza con él, al fin y al cabo es un chico y estamos hablando de que me vió en ropa interior. Así que está equivocado todo el que piense que por conocer mucho a una persona, ya no te va a dar vergüenza nada de lo que habléis.
- No te empieces a culpar ahora tú. Fue un error mío, y lo siento.- Al decirme esto me giro, mirando hacia arriba como él. Durante la conversación he estado dándole la espalda, y no me parece correcto ahora que me ha pedido perdón.
- No hace falta que te diga que estás más que perdonado.
- Me alegro.- responde.
Se hace un silencio, y seguimos mirando hacia arriba. Digo algo por dar un poco de desenfado a este tema.
- No sabía que fueses tan... no sé si decir correcto, educado o qué.- Me rió.- Creí que eras más bien el típico tío que pasa de todo. Ya sabes, que no le importa mucho lo que piense una desconocida.
- Marta, para mí eres de todo menos una desconocida.- "¿Hay que darle un doble sentido a la frase?", me planteo. Enseguida descarto ese pensamiento, pues, sinceramente, me da igual la respuesta.- Y... ¿tan malo parecía en el insituto? Típico monstruo sin sentimientos.
- Haber, no. Yo no he dicho sin sentimientos.- digo sonriendo.- Ni monstruo.-añado.- Si cuando te veía con tus amigos parecías en el fondo, y bastante en el fondo, un buen tío. Pero por fuera eras tan... machote, que parecías menos comprensivo.
-Machote.- repite, reflexionando sobre la palabra. Y se ríe.
- Sí, ya sabes. De eso que van por ahí sin pensar en los estudios, sólo en hacer el tonto con los amigos, el deporte, las chicas...- aclaro.
- Sí, en realidad ese soy un poco yo.-dice, y se ríe otra vez.
Le miro y sonrío. Me seco las últimas lágrimas que quedaban en mi cara. Pasan unos segundos, quizá un minuto. Decido acurrucarme, poniéndome de lado con las manos entre la mejilla y la almohada. Nunca es mal momento para estar en la cama, cómoda, sin hacer nada...
- No creo que sea hora para dormirse, ¿no?- observa.
- No. Pero estoy muy a gusto. No me quiero levantar.
-  Me parece bien.- responde solo.
Y se acomoda a mi lado, pasándome un brazo por encima. Yo me acerco más a él, apoyándome sobre su pecho. Desde que he descubierto lo cómodo y confortable que es dormir con Nacho, me pregunto cómo dormiré cuando regrese a casa. Las sabanas, cojines o almohadas no hacen el mismo efecto, por mucho que te abraces a ellos o te sientas genial en invierno con tu edredón de plumas... No es lo mismo. Claro que, antes de estar con él, nada me parecía más reconfortante que llegar a casa por la noche y tumbarme en mi blando colchón con mi almohadón y mi suave sábana. Ahora prefiero mil veces el duro suelo mientras sea con Nacho.
Sé que nadie entendería nunca, ni pretendo que lo haga, que aunque la situación fuerce a que sienta algo por Nacho, no siento nada. Si se lo cuento a una amiga, me dirá que sí o sí lo que yo describo son síntomas de amor. Que si estoy muy a gusto a su lado, me siento tranquila y protegida en su compañía, y no puedo dormir una sola noche sin él, es porque me gusta. Pues no. Me gusta él como persona, como chico; le tengo un aprecio increíble; y físicamente me siento muy cómoda a su lado, más que nada porque soy una chica y no estoy ciega. Pero, de sentimientos amorosos nada. De verdad que no. Sé que no es muy fácil de creer y, como he dicho, no espero que nadie lo comprenda. Pero es así. Quiero mucho a Nacho, pero a mi manera. Nunca me han entrado ganas de besarle ni nada por el estilo. Eso prueba que no siento nada por él en ese sentido. Así que, "asunto explicado", me digo a mí misma.
- Bueno, y ahora ¿qué?- Nacho interrumpe mi reflexión.
- ¿Qué de qué?
- Que qué vamos a hacer ahora... Se está muy bien aquí tirados, pero estamos en casa agena y no nos podemos quedar mucho tiempo encerrados después de haber montado un numerito a los dueños.
- Jo, no me cortes el rollo. Yo estaba aquí muy bien haciendo como que nada pasaba... no me quiero levantar.- Le protesto, como si dependiera de él que tengamos que levantarnos o no.
- Ya, ni yo.
- Además, no hemos montado ningún numerito. Yo me he subido al cuarto discretamente.- le recuerdo.
- Bueno... más bien lo he montado un poco yo.- me dice, con ese tono que usan los niños cuando saben que les van a regañar.
- Nacho, ¿qué has hecho?- le miro más bien con curiosidad, y no con reproche. Me alucina cómo unas veces se comporta como un niño al dejarse llevar por los impulsos, y otras es él el más sensato de los dos. Nacho es siempre lo que tiene que ser en cada momento. Responsable si la situación lo requiere, pero no pierde oportunidad de mostrarse inmaduro y superficial.
- En realidad, nada. Cuando te has subido llorando he querido ir enseguida. Pero Álvaro me ha agarrado del brazo para retenerme. "Déjala, ahora solo necesita que se le pase", me ha dicho. Yo me he soltado de su brazo, y le he respondido que no poder salir de aquí no es algo que se te pueda pasar. Él ha contestado: "Míranos a nosotros, aquí estamos tan felices. Enseguida se le pasará". Y yo me he enfadado y le he llamado cobarde y otras cosas, por quedarse aquí y no hacer nada. Por aceptar la vida que le han obligado a vivir. Además, creo que no le ha sentado muy bien que llamase a su ciudad "puta cárcel."
- Seguro que no.- Me río. Aunque más bien debería estar enfada o preocupada, ha metido la pata hasta el fondo ya que ellos son los únicos que podían ayudarnos... Además, no debe tratarlos así después de todo lo que han hecho por nosotros. Con esto muestra Nacho su lado impusivo e imprudente. Pero es mejor tomárselo con humor, que sino me derrumbo porque la realidad es grave.- ¿Y qué han hecho ellos?- pregunto indagando, y temiendo la respuesta.
- Bueno, Carol estaba en la cocina. Álvaro ha reaccionado señalando la puerta y diciendo "Vete de mi casa ahora mismo".- Nacho imita malamente la voz de Álvaro. Yo me río, aunque sé que no debería. Es una situación similar a cuando alguien imita a un amigo tuyo y te ríes porque relamente tiene gracia, pero enseguida te arrepientes.
- Y por lo que veo, no te has ido.- apunto.
- Le he dicho que no hasta que me ayudase a descubrir cómo irnos de aquí. Me ha respondido enfadado: "Ya te dije que yo no lo sé". Yo le he dicho: "Ya, pero el que sí lo sabe es ese calvo al que llamáis alcalde". Entonces me ha gritado que ya vale de insultar su ciudad y, menos al alcalde. Que o me iba o me echaría él mismo. Y, como no me he movido, me ha empezado a coger del brazo y conducir hacia la puerta. Yo le he pegado un empujón y entonces ha llegado Carol, que se ha disgustado con nuestro comportamiento. Nos hemos separado y yo he dicho que no me iba sin ti. Ella me ha dejado subir a ver cómo estabas, y Álvaro ha añadido que en cuanto bajásemos nos iríamos de su casa.
- Vaya. Te has lucido con tu comportamiento, Nacho.- le reprocho.- Pero entonces, si nunca bajamos nunca nos tenemos que ir, ¿no?- digo riéndome.

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