Cállate y bésame

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   -¿Ese chico acaba de darte su número telefónico?-Comentó Marc con tono de padre celoso.

        Solo asentí con la cabeza para seguir caminando.

-Amigo, esa muchacha se te está escapando de las manos-Comentó Michael- Las citas comenzarán a ser pan de cada día. 

-Creo que está bien, hace un año que está soltera, quizás sea el momento. Al fin y al cabo es una adolescente, además el tipo devolvió su celular, pudo habérselo quedado.

          Mientras Michael y Marc pasaban por las cajas Nick y yo nos dimos la vuelta para esperarlos.

-Encandilaste a ese muchacho-Dijo con voz amargada.

-Eso creo.

-¿Te gusta?

-¿Cómo? ¿Crees que con solo verlo me enamoraré perdidamente de él? Puede ser un psicópata o algo peor. 

            Creí que con esa respuesta se cerraba la conversación pero estaba más que equivocada.

-No me mientas, te has sonrojado. 

            Si que estuvo atento a mis movimientos, estaba celoso, podía verlo en su mirada, podía verlo en cada gesto de su cuerpo, en cada músculo tenso de rabia e impotencia. 

-¿Ah, si?

-Lo sabes, te he visto sonrojada y eso ha sido parecido a anoche.

-Nick- Dije poniendo la mirada fija en sus pupilas dilatadas- Ya te lo dije, tendrás que demostrarme que me quieres...

            Quise decir algo más pero mi hermano y Michael ya se acercaban cargados con las bolsas. Me sentía victoriosa, Nick me miraba con ojos encendidos en llamas de la impotencia. Podía sentir arder mi cuerpo ante su mirada, me quemaba, Nick estaba furioso.

            Cuando llegamos a casa cocinamos rápidamente y comimos viendo televisión. Era una de esas tardes de sábado en que ni siquiera tienes la energía suficiente para planear algo que hacer si no que te dejas caer en cualquier superficie acolchada y dejas que tu cuerpo se de a la pereza. 

             Cuando llegaron mis padres comimos pastel todos juntos y los chicos decidieron que ya era hora de irse, nos despedimos  casi como si se hubieran quedado una semana, un abrazo de oso para Michael  y un disimulado beso en la comisura de los labios para Nick, nada mejor para aumentar su impotencia, me encantaba verlo así pero me inquietaba pensar que si este juego se hacía más difícil el ya no quisiera jugar y se rindiera... ¿Y si no me quiere lo suficiente? Tenía que averiguarlo pronto o mi apéndice explotaría de los nervios.

            Volví a mi confinamiento voluntario para pasar horas pensando en Nick y viendo en la pantalla del teléfono su número sin tener el valor de llamarlo ni enviarle un mensaje cualquiera, aunque fuera para preguntarle por alguna cosa de la vida universitaria, no, no tenía el valor necesario.   Entonces caí en la cuenta que Marc tendría clases y exámenes constantes este mes, lo que significaba que no vería a Nick dentro de un largo tiempo, rayos.

          Pasaron los días  y seguí observando la pantalla para volver a sacudir la cabeza pensando que no era apropiado o que simplemente podría molestarle.  Así mismo comenzaba a pensar que quizás fuera una buena idea hablarle al chico del supermercado, suponiendo que tenemos una edad parecida y vivimos en el mismo barrio era bastante alta  la posibilidad de agradarnos.

          Unas cuantas  semanas después me encontraba en casa haciendo los deberes del colegio (que fuera algo berrinchuda y malcriada no significaba que no estudiara) tocaron el timbre, algo malhumorada fui a abrir, no podía creerlo, era Nick.

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