Ronrroneo

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    Mientras Nick ordenaba algunas cosas en la habitación me acerqué al gatito que me miraba desde el suelo y, arrodillándome a su lado saqué su plato nuevo y un poco de alimento para quitar esa mirada triste de su rostro. Me volteé para ir hacia la ventana que llevaba al balcón, sonreí, la brisa se sentía agradable y el sol hacía todo su esfuerzo para brillar. Me llevé las manos al cabello para ordenar algunos mechones mientras unos brazos rodeaban mi cintura, podría quedarme aquí para siempre y no podría cansarme de sus manos en mis caderas ni de su respiración contra mi cuello, estaba contenta de vivir para este momento.

     Una vez que el frío me hizo estremecer entramos a la cocina donde reposaban unos sándwiches que Nick  había preparado, nos recostamos en el sofá para comer mientras veíamos la televisión y el gatito se acostumbraba a su nuevo hogar. Reí al verlo curiosear con ganas y me levanté para terminar de arreglarle su cama y caja de arena, estaba consciente de lo que significaba tener un gato, al menos lo suficiente para ser provisoria.

       Corrí al sofá y me acomodé en el pecho de Nick  mientras reía por el frío de los azulejos en mis pies. Me abracé largo tiempo a su cuerpo hasta que me volteó y presionó sus labios contra mi cuello una, dos, tres veces y comencé a derretirme en pequeños gemidos que me sacaban de órbita. Me giré hacia él, mirándole largo tiempo, aguamarina en sus ojos, deseo en sus labios, amor en cada centímetro de su piel.

-Me encanta mirarte- Dije sin pensar mientras acariciaba su cabello.

       No dijo nada, solo me miró hasta que algo se desató en él y sus labios me dejaron sin aliento, quería aferrarme a sus brazos pero en cuanto lo intenté se levantó y me tomó de la mano para llevarme a la cama. Nos sentamos y, lejos de lo que pude pensar, me tomó de las manos y acarició mi mejilla.

-No sabes cuánto te amo-Dijo casi en un susurro.

      Una flecha me atravesó el corazón, quise llorar de felicidad pero mis ojos estaban secos, no había lágrimas, no podía escuchar nada más que el latir de mi corazón acelerado que parecía taladrarme. Cómo amo a este hombre, con todo y sus mañas, con cada una de sus imperfecciones, las que conozco y las que aún no. 

     Me acerqué a besar sus labios lentamente, primero las comisuras, luego cada espacio hasta que me dejé atrapar por su deseo.

-Yo también te amo, Nick.

     No estoy segura de si era el calor de la tarde lo que nos había puesto en esta situación o si solo es uno de esos momentos en que todo parece perfecto...de cierta manera lo es. Estaba más contenta de lo que resulta humanamente posible, definitivamente estaba transfigurada en un minino entre sus manos, ronrroneando, dándome a su amor como los volantines al viento de septiembre. Nick, sigue amándome, has que cada día crezca este amor.

Huye ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora