Nervios de acero

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   Sentí un gran cansancio en mi corazón luego de tantas emociones, sin embargo, la prueba de selección universitaria se encontraba cerca y yo, bueno, me encontraba estudiando cada tarde, a cada momento para poder alcanzar el puntaje que necesitaba para ingresar en la universidad. Una parte de mí solo quería vegetar, quedarme en silencio y solo pensar en el color del techo, o bien, dormir un poco.    Nick intentaba animarme con mensajes y pequeñas visitas, ahora mismo suena mi teléfono, hablando del rey de Roma.

-¿Cómo te encuentras, pequeña?-Dijo al otro lado de la línea.

-Muriendo.

-¿Tanto así?

-Estoy cansada.

-Pero ya falta poco, la otra semana son las pruebas ¿no?

-No me lo recuerdes, después de eso dormiré hasta hartarme, pero bueno ¿cómo estás?

-Bien, preparando un viaje que tengo que hacer pronto.

-¿Te irás?

-Si, debo ir a la capital para rendir unos documentos.

-¿Cuánto tiempo te irás?

-Quizás una semana, un poco más.

-Rayos, justo cuando más te necesito.

-Tranquila, te estaré apoyando desde allá.

-¿Cuándo te vas?

-Mañana.

-¿Tan pronto?

   Nos quedamos conversando aún un tiempo más, debía admitir que me encontraba molesta porque él no estaría, estaba furiosa por sentirme tan sola cuando más apremiaba la presión y la ansiedad. Sin embargo, no soy un monstruo si que lo entendí lo más que pude y me acurruqué tarde esa noche, deseando pronto encontrarme entre sus brazos.

   Los días pasaron rápidamente, dándome a entender que pronto tendría que tragarme los nervios para dar la prueba que, según mis profesores, definiría mi futuro. Qué horrible se siente darse cuenta de que cualquier error podría ser garrafal ¿y si me duele el estómago? ¿y si me desmayo de los nervios? Nadie respondería por ello ni por los daños psicológicos de las secuelas de esta prueba. Quizás estoy exagerando, es cosa de darla y ya. No definirá mi inteligencia ni mis capacidades, si que no me preocuparé más.

   La noche antes de dar las pruebas me quedé mirando el techo, pensando en Nick y en su viaje. Era extraño sentirlo tan lejos, aunque sabía que estaba trabajando duro para poder tener nuestro viaje solos, eso me tranquilizaba y me daba fuerzas. Sonará ridículo pero me ponía contenta imaginarnos en alguna cabaña descansando de todo, regalándonos los mimos que ahora nos estábamos vedando.

   Me levanté con el deseo de dar lo mejor de mí en cada una de las cuatro pruebas luego de un desayuno de campeones que quizás llevaba demasiado tocino.  Me ví frente a un enorme edificio que jamás había visto y a donde Marc tuvo que traerme para rendir la prueba, revisé que llevaba todo lo necesario más de tres veces y entré dando un resoplido. Una señora mayor era la examinadora y nos organizó de acuerdo a una lista que tenía entre sus manos, una vez dentro de la sala inició la primera prueba.

   Cualquiera diría que no es buena idea comer tocino ni chocolates antes de una prueba tan importante, pero me reservo mi derecho a decirles que se vayan al carajo y vayan  a comer frutas a su casa. Estaba más nerviosa de lo que parecía, pero ya estaba ahí, era momento de escupir todo lo que había aprendido en estos cuatro años de enseñanza media.

   La mujer miraba de vez en cuando por sobre sus anteojos, parecía un cuadro, estática, inclusive tiesa. Me parecía una escena de caricatura, no quería reírme pero ella no me lo hacía nada fácil, haciendo callar a quienes murmuraban y levantando una vieja edición de "Mujercitas".

   Esos dos días pasaron volando y ya al tercero me encontraba tirada en cama durmiendo hasta que se me hincharon los ojos.  Me levanté con pereza y ví el calendario, rayos, pronto cumpliría años.


Huye ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora