¿Me tocó?

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¿Me tocó?

 Hay personas con la boca abierta de la sorpresa que esto les ha causado. Se quedan viendo a este hombre que por tanto tiempo había sido un desecho humano a causa de su enfermedad y que en cuestión de segundos fue sanada completamente. Sorpresa, admiración era lo que describía cómo estos testigos se sentían. Estaban maravillados y atónitos.

 Pero, ¿al igual que ellos piensas que eso fue lo único que hizo el Señor con este leproso? A veces, los mayores milagros en las Escrituras son los que no se cuentan. Hubo otros testigos. Unas personas que estaban muy cerca de lo sucedido y lo vieron. Vieron al Maestro extender su mano poco a poco hacia el leproso. Ellos lo habían visto sanar a demasiadas personas de forma diferente. A uno le escupió en los ojos para sanarlo, a otro le puso lodo, a muchos solo les habló, pero este hombre era un leproso. Mientras veían cómo la mano del Señor se extendía hacia la anatomía inmunda de este hombre se llenaron de pánico: ¿El Santo Maestro va a tocar a un inmundo? ¡Se va a contaminar! Esto no encaja con lo que El debe hacer.

 Mientras tanto, el hombre está postrado en la tierra. No se atreve a levantar la vista y ver al Maestro cara a cara. Después de hacerle la petición al Señor y de escuchar la respuesta: “quiero, sé limpio”, pasa algo que tantos no vieron. Hubo una sanidad interior antes de la exterior. El sabía que Jesús podía, si quería, sanarle. ¿Pero tocarle? Y eso fue exactamente lo que pasó.

 El, que vivía fuera de la ciudad por mandato de la ley. El, a quien le era prohibido estar donde había personas. El, que pasaba por un lugar y las personas se apartaban. El, que estaba obligado por la ley a gritar “inmundo, inmundo, inmundo”, para que nadie le fuese a tocar por accidente. El, que no podía ni siquiera tocar a sus hijos para no contaminarlos, que no recordaba cuándo alguien le dio un abrazo, que habían pasado años desde la ultima vez que alguien le besó, que todo esto había marcado su existencia de forma tan triste.

 El Señor lo contempla conociendo su congoja, su amargura, todo lo que había sufrido. Pudiendo sanarlo solo con decir la palabra, no lo hizo. Lo tocó. Y este hombre sintió un contacto humano por primera vez en años y piensa para si: “¿me tocó? Levanta su vista y se pone de pie. Todos lo miran asombrados de que ya no tiene lepra, pero él se queda mirando al Maestro a los ojos, casi rompiendo en llanto de alegría y sabiendo que puede sentirse un ser humano normal. No solo porque ya no tiene lepra, sino porque alguien lo tocó, alguien lo amó, a alguien él le importó aun estando cubierto de lepra.

Hay personas que han sido rechazadas tantas veces que han olvidado si alguna vez fueron amados. Quizás has tomado muy malas decisiones y con ellas has apartado a la gente que una vez te amó de tu lado, los heriste y no has recibido una segunda oportunidad para enmendarte. Tal vez sientes que tus acciones te hacen un ser “inmundo”, detestable, y quizás tus acciones así fueron por el dolor que causaron. Quizás has sido una buena persona, pero por alguna razón nunca te han aceptado, no te has sentido valorado y lo peor es que te has creído eso, que no tienes valor como persona. Pero donde estés, el Señor puede “tocarte” y devolverte la dignidad de ser humano, puede darte un nuevo comienzo y al igual que a este leproso rechazado, el Señor puede cambiar tu interior con su toque de amor. Ve donde él y dile: “si quieres, puedes limpiarme”, y tu corazón será limpiado de tristeza y amargura.

(Lucas 5:12-16)

A la orilla del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora