El pasaje de hoy narra la ocasión en que Jesús esta en el templo con sus discípulos. En ese lugar se queda observando a las personas cuando pasan a depositar la ofrenda para Dios. Hay mucha gente y dentro de ellos hay gente de mucho dinero que ofrenda grandes cantidades. Es seguro que la mayoría es atraída por esas altas sumas de dinero que estas personas echaban. Luego pasa una señora viuda y echa dos monedas llamadas blancas. Eran de muy poco valor monetario. Esta acción hubiera pasado desapercibida de no ser por la presencia del Señor en ese lugar.
El señor dice algo totalmente incompresible aun para sus discípulos. El dice que ella ha ofrendado más que todos los demás. Esta es una de las frases que merece explicación porque a la vista de cualquier persona eso no era así. ¿La razón? Las personas adineradas mencionadas por él no estaban haciendo ningún sacrificio ni ningún acto de fe. Estaban dando de lo que les sobraba. Es decir, de lo que no necesitaban o de lo que no querían. La señora acaba de ofrendar TODO su sustento. En proporción, ella había dado muchísimo más que ellos. El señor Jesús procede a alabar este acto de generosidad y de fe por parte de ella y resulta que para Dios fue de más valor su acción que la de los demás.
Uno lee esto y piensa que no se aplica directamente a nuestras vidas. Pero tantas veces asumimos esa actitud cuando regalamos algo que carece de valor para nosotros. A veces damos ropa para personas que no tienen mucho o nada. Nos sentimos bien porque lo hacemos y la verdad es que no es malo. De hecho, esas personas estarán agradecidas. Pero si la única ropa que doy es algo que está roto o viejo, entonces no es de mucho valor.
Sin embargo, en este texto estamos hablando de ofrendar para Dios. Ofrendamos a Dios cuando le damos a algún lugar de beneficencia, a una comunidad de fe, a los pobres, a alguien en una necesidad, etc. Nunca debemos darle a Dios (aunque en realidad es devolverle parte de lo que nos da) para no sentirnos culpables o para tratar de ganar su favor. No debemos creer que Dios es un mendigo y que necesita de lo que El mismo nos ha dado. No te sientas orgulloso de dar, mas bien, siéntete afortunado de poder hacerlo y sobre todo para El. Tampoco lo hagas para ganarte la alabanza de los demás y así digan que buenos cristianos somos. Para que sea agradable a Dios no tengo que esperar a tener una cantidad enorme, sino que puedo darle lo poco que tengo y para El será de gran valor, ya que lo habré hecho con fe y alegría. A diferencia de nosotros, Dios no solo se interesa en la dádiva, sino que mira muy de cerca el corazón del dador.
(Leer Lucas 21:1-4)

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A la orilla del lago
SpiritualitéEsta es una colección de meditaciones, reflexiones, cuestionamientos, preguntas, que han sido escritas como parte de mi experiencia personal con Dios. Ellas reflejan momentos de crecimiento y de fracasos, de gozo y de tristeza, de éxtasis y depresió...