A la orilla del lago

Se me fue el viento entre los dedos

Se me fue el viento entre los dedos

“Vanidad de vanidades,  dijo el Predicador;  vanidad de vanidades,  todo es vanidad”.

Cuando éramos niños hacíamos muchas cosas sin sentido, solo por diversión. En ocasiones corríamos y corríamos sin parar. Nos inventábamos juegos que sólo tenían el propósito de entretenernos. Recuerdo en esos días cerca de diciembre cómo a veces corría tratando del alcanzar cosas que la brisa se llevaba y, una vez las atrapaba, buscaba otras que capturar: una hoja, una paja, un trozo de papel, una burbuja de jabón, lo que sea que el viento se llevara. La palabra vanidad tiene varios significados y todos muy relevantes para nuestro propósito. Significa una “pelusa”, del tipo que se lleva el viento de aquí para allá y de allá para acá. También se compara a la experiencia de “atrapar el viento con las manos”. Una vanidad es algo vacio, sin sustancia, una ilusión, algo que parece, pero que no es. Esta expresión, “todo es vanidad”, cobra gran sentido cuando tomamos en cuenta quién la dice: El rey Salomón. Fue un hombre conocido por habérsele concedido sabiduría sin igual, grandes riquezas y fama. El rey Salomón tuvo una vida de grandes placeres. Fue tan así que en un momento dado llego a decir:” No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan,  ni aparté mi corazón de placer alguno…”. Sencillamente, vivió la vida que casi todo hombre anhela tener: tenía los recursos, el poder, la posición y la oportunidad, sabiduría, largos años, 1000 mujeres en total, etc. Sin embargo, fue él quien dijo las palabras con las que comenzamos la meditación. Después de haber dedicado una parte considerable de su vida a la búsqueda del placer (hedonismo) y de haberlo obtenido, dijo que se sintió igual que la experiencia de perseguir una pelusa llevada por el viento (vanidad de vanidades). ¡Qué irónico! Lo deseó, lo obtuvo, pero no lo consiguió! ¿Qué ha sido de mi vida hasta ahora? ¿Una persecución consecutiva de “pelusas”? ¿Aprenderé de la experiencia de otros? ¿O También me convertiré yo mismo en una pelusa? Dios mío, sólo espero que no sea demasiado tarde, que el viento no me haya llevado muy lejos. Líbrame de mi vanidad y del “viento” que me aleja de ti.